Aguilar Naranjo con el cuerpo de Pablo Escobar el 2 de diciembre de 1993. Foto: Especial |
BOGOTÁ (apro).- El 2 de diciembre de 1993 la imagen del mayor
de la policía Hugo Aguilar Naranjo dio la vuelta al mundo mientras
exhibía el cadáver del narcotraficante Pablo Escobar.
Apenas unos instantes antes lo había ejecutado con un disparo en el
corazón cuando el temible jefe del Cártel de Medellín intentaba huir en
chanclas y echando tiros con su Sig Sauer 9 milímetros por el tejado de
una casa en el barrio Los Olivos de Medellín.
Aguilar Naranjo, jefe de operaciones del Bloque de Búsqueda que
perseguía a Escobar, posó para la foto junto al muerto que con tanto
ahínco había rastreado durante más de un año. Se le aprecia con una gran
sonrisa, vestido de civil, en pantalón de mezclilla y chamarra azul
marino. En la mano izquierda sostiene un fusil R-15 y con la derecha
levanta el brazo del cadáver de Escobar, jalando la manga de su camisa,
para que la cámara pueda registrar el rostro del capo que yace en el
tejado.
Ese fue un momento de gloria para el mayor Aguilar Naranjo, un
oficial recio, bragado y con buena puntería. “El tiro mío, que se lo
pegué en toda la espalda, le cogió el corazón”, había de recordar años
después, cuando ya era un coronel retirado de la Policía Nacional de
Colombia e incursionaba en la política.
En 2001, llegó a ser diputado local en su natal Santander y, para
sorpresa de muchos, en 2003 se convirtió en gobernador de ese pujante
departamento nororiental. Todo un logro para un policía de carrera sin
mayor trayectoria política.
Ya había rumores e indicios públicos de varios hechos oprobiosos en
la historia personal del competente oficial policiaco. Como premio por
su participación en el aniquilamiento de Escobar –quien había desatado
una guerra terrorista contra el Estado colombiano en la que murieron
cientos de inocentes–, la Policía Nacional de Colombia (PNC) lo envió a
Estados Unidos a cursar una especialización denominada Comando Estado
Mayor y Problemas Latinoamericanos. Regresó en 1995 y adquirió el grado
de teniente coronel pero, de manera sorpresiva, el director de la
institución, general Rosso José Serrano, le pidió la renuncia.
Era hora de comenzar a reparar el “daño colateral” que dejó a la PNC
la operación que acabó con el jefe del Cártel de Medellín dos años
antes. A esas alturas ya era inocultable que, en su cruzada contra el
enemigo público número uno del país, el famoso Bloque de Búsqueda
–integrado por 30 oficiales y 300 efectivos de elite de la policía y las
Fuerzas Armadas— selló una alianza con los Pepes (Perseguidos por Pablo
Escobar), una coalición de la elite mafiosa de Colombia en la cual se
congregaron los principales enemigos del sanguinario jefe del
narcotráfico con el único propósito de eliminarlo.
En esa empresa delictiva, que declaró objetivo militar a familiares,
amigos, socios y lugartenientes de Escobar, confluyeron capos de la
droga como los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, jefes del
Cártel de Cali; Diego Fernando Murillo, Don Berna, creador de la
Oficina de Enviado, y los líderes de las paramilitares Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC), los hermanos Fidel y Carlos Castaño, quienes
financiaban la guerra contra la guerrilla con fondos provenientes del
narcotráfico.
Aguilar Naranjo fue un protagonista relevante de la alianza entre el
Bloque de Búsqueda y los Pepes y, según investigaciones judiciales, fue
en esa época cuando el oficial de la policía comenzó a tejer una red de
complicidades con comandantes de la AUC que habían de llevarlo años
después a los primeros planos de la política nacional y, a la postre, a
su debacle.
El 14 de agosto anterior, el autor del disparo que cegó la vida de
Escobar hace casi dos décadas fue sentenciado a nueve años de prisión
por la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia por el delito de
“concierto para delinquir agravado”, debido a sus vínculos con jefes
paramilitares que financiaron su campaña para gobernador de Santander en
2003, a cambio de lo cual él incorporó a su administración (200-2007) a
varios hombres allegados al comandante de las AUC, Ernesto Báez, un
estrecho socio de los hermanos Castaño, involucrado en el negocio de la
droga y en decenas de crímenes atroces contra población civil.
Doble moral
El politólogo e investigador de la Universidad Nacional (UN) de Colombia, Pablo Ignacio Reyes Beltrán, dice a Apro
que el caso del coronel Aguilar Naranjo pone de relieve la doble moral
que caracteriza a la estrategia antidrogas que se ha seguido a nivel
hemisférico desde hace más de dos décadas y la cual “se ha convertido en
una especie de administradora de los cárteles de narcotráfico porque,
en forma cínica, las policías se alían con un cártel para combatir a
otro y con base en ella deciden a quién atacar y a quién no”.
“Está documentado que, aquí en Colombia, el Bloque de Búsqueda (que
comandaba el coronel Hugo Martínez Poveda) estableció alianzas con el
Cártel de Cali y con los paramilitares para acabar con Escobar, y que
esto lo hizo al menos con la complacencia de los altos mandos y de la
DEA (la Agencia Antidrogas de Estados Unidos), que siempre estuvo
involucrada en esta operación”, añade el experto en temas de seguridad y
crimen organizado.
El Bloque de Búsqueda, cuyos integrantes fueron entrenados por
comandos de elite de Estados Unidos, fue creado en 1989 por el gobierno
del entonces presidente Virgilio Barco (1986-1990) para buscar a Escobar
y a sus socios del Cártel de Medellín a fin de detener la guerra
narcoterrorista que desató esa organización delictiva contra el Estado.
La unidad policiaca fue disuelta luego de que Escobar se entregó a la
justicia, en junio de 1991, pero se reactivó por orden del presidente
César Gaviria (1990-1994) en julio de 1992, cuando el jefe del Cártel de
Medellín se fugó de la cárcel La Catedral, ubicada en una zona rural
cerca de Medellín, unos 260 kilómetros al noroccidente de Bogotá.
Un día después de la fuga de Escobar, ocurrida el 22 de julio de
1992, el coronel Martínez Poveda, quien se encontraba en España como
agregado policial en la Embajada de Colombia, recibió la orden de
regresar al país a reconstituir el Bloque de Búsqueda que tan bien
conocía los métodos del capo para huir de las autoridades. Lo primero
que hizo el coronel fue llamar al mayor Aguilar Naranjo, su brazo
derecho, y al también mayor Danilo González, un especialista en
inteligencia. Ambos se encontraban en Buenos Aires, la capital
argentina, cursando una especialización en criminalística. De inmediato
regresaron a Bogotá.
Jefes paramilitares desmovilizados y delincuentes que trabajaron con
los Pepes han declarado a la justicia que el mayor González –asesinado
en marzo de 2004 cuando se había retirado de la policía y trabajaba para
el Cártel del Norte del Valle– fue el principal enlace entre el Bloque
de Búsqueda y el grupo delictivo que cazaba a Escobar. Él viajaba a Cali
en helicóptero para llevar grandes sumas de dinero a la escuela de
policías Carlos Holguín, de Medellín, centro operativo del bloque, y
patrullaba las calles de esa ciudad con Don Berna.
El exjefe paramilitar Salvatore Mancuso, quien fue extraditado a
Estados Unidos en 2008 y cumple sentencia en ese país, declaró ante un
juez colombiano que Aguilar Naranjo había enfrentado a Escobar en
alianza con los Pepes.
“Todos estos oficiales del Bloque de Búsqueda que manejaron las
relaciones con los Pepes acabaron como aliados del narcotráfico y los
paramilitares. Esa es la gran lección que deja el Bloque de Búsqueda:
que los cuerpos especializados pueden resultar incontrolables y
reproducir las dinámicas delictivas de los grupos que combaten”, asegura
Reyes.
El general retirado de la Policía Nacional, Jairo Delgado, afirma que
la dificultad de conseguir información del mundo del narcotráfico hace
que los organismos de seguridad recurran a informantes-delincuentes “y
en lo que se conoce como la administración de fuentes humanas existe el
riesgo de que se pueda producir una contaminación y los policía pueden
cruzar la línea roja”.
La fundación estadunidense The National Security Archive logró
desclasificar hace cinco años documentos del gobierno de ese país que
establecen los vínculos de la DEA con los Pepes en la operación
policiaca contra Escobar, así como el intercambio de información de
inteligencia que hacía esa agencia con los hermanos Fidel y Carlos
Castaño. El primero de ellos fue asesinado por el segundo y éste, a su
vez, fue victimado por encargo de Vicente, otro de sus hermanos.
La acción coordinada del Bloque de Búsqueda y los Pepes permitió
abatir a Escobar pero incubó alianzas como la de Aguilar Naranjo con los
paramilitares que, en 2003, lo convirtieron en gobernador de Santander
cuando nadie pensaba que la incipiente carrera política del coronel
retirado tendría futuro, menos en ese departamento colombiano que es
bastión del tradicional Partido Liberal.
El hombre que disparó la bala calibre 9 milímetros al corazón de
Escobar fue postulado a la gubernatura en 2003 por un movimiento
irrelevante en Colombia, Convergencia Ciudadana, un brazo político del
paramilitarismo que gracias al millonario financiamiento con recursos
procedentes del tráfico de cocaína logró tener dos senadores, Luis
Alberto Gil y Oscar Josué Reyes, quienes purgan condenas de siete año de
prisión por esos vínculos, uno menos que Aguilar Naranjo.
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