domingo, 24 de abril de 2011

90 años de vida.



Columna: Déjame que te cuente…


Por Sergio M. Trejo González.

Fidel Baruch Soto, cumplió sus primeros 90 años. Oportunidad que no podía pasar desapercibida y que fue significada con una reunión de familiares y amigos; fiesta sencilla donde se compartió el pan y la sal, cantando, bailando, declamando y recordando tantos momentos de tantos años… 90 años nada más.


Me entero que don Fidel, fue traído al mundo por la señora Ernestina Soto Pérez, un día 1º de abril en el año de 1921, ahí por la calle Altamirano esquina con la Independencia, hijo del señor Fidel Baruch Padua, quien lo dejara en la orfandad apenas cuando cumplía un mes de nacido. Quien haya escuchado que los designios del señor son inescrutables, no formule preguntas por favor… Así llego Fidel a la vida, en condiciones sensibles y posibilidades subóptimas, como los cachorros que carecen de atención e imagen suficiente para sobrevivir desde el destete. Esto sin embargo no altero para nada el destino que traía nuestro amigo, ni perturba su rostro cuando nos relata tal circunstancia. Fidel es así. Fuerte de carácter, mantiene siempre la cabeza erguida. De aguda mirada, firme, estoico, sosteniendo siempre lo que dice y lo que escucha... Me cuentan por ahí que de adolescente era hosco, por el color de su piel y por su perfil reconcentrado, huraño, fobioso, de peleador incansable. Ahora lo notamos de andar lento y rítmico, sin doblar la cerviz… acaba de cumplir 90 años.


Con limitaciones económicas, alternando trabajos de machete y tarpala en el campo, logró estudiar la primaria en la histórica y desaparecida escuela Guadalupe Victoria y creo que llegó a recibir clases en un plantel de la normal, aquella que tenía en un principio sus instalaciones por la salida a Veracruz, frente a “Las Hojitas” para luego trasladarse a “Los Laureles” en el municipio de Oluta, donde estuvo internado, hasta que fue cerrado el plantel por el gobernador, Jorge Cerdán Lara, disque por influencia comunista.


Combinaba, Fidel, sus estudios con trabajo de cargador o más bien de “machetero”, como se le llama a los ayudantes de los camioneros que debían acomodar a la gente y a los bultos, además de cobrar el pasaje, en aquellos tiempos cuando Acayucan tenía como ruta de comunicación segura el ferrocarril, que pasaba por la estación de Ojapa. Las unidades eran camiones de redilas con barandales y bancas. Hablamos de los pioneros de tal servicio: Diego Lagos y Abraham Lajud, luego llego don Rafael Mercader, propietario de los camiones que se conocían como “El Cuatro Vientos”, “San Martin” y “El Temoyo”. En esos menesteres conoció a don Andrés Fernández Alemán “El Charrasco”, a Santos Sandoval, a Bocho Salcedo Ledesma y Ángel Cabrera y a don Ricardo Carrillo, quien fuera chofer del señor Lajud Hipólito y maestro en la manejada de don Fidel, igual que don Angel Cabrera. Me cuenta haber conocido y tratado a mi padre Guadalupe Trejo, en esa vorágine del desarrollo transportista cuando Acayucan era pueblo de patios abiertos y clima social agradable.


Pero Fidel no solo ha sido camionero. En el terreno deportivo, recuerda haber jugado basquetbol con Miguel Pérez Santos, Chucho Alegría, Santiago Alegría y Trini Barragán, entre otros personajes que recibían apoyo para la práctica del “deporte ráfaga” por parte de “Tío Machi”, padre de la maestra Mercedes, de Oscar, de Chene, de Chinto y un resto de descendientes de la prolífica familia Reyes.

Jugaban en ese tiempo en una improvisada cancha, situada al costado de la iglesia, sobre la calle Victoria, con piso de tierra, alumbrados por lámparas de gasolina blanca.

Algunas tribulaciones llevaron a don Fidel a refugiarse por algunos años en la capital del pueblo tarasco, la hermosa y colonial Morelia en el estado de Michoacán, hasta que regresó a Ciudad Alemán para trabajar en la Comisión del Papaloapan; por ahí conoció a quien fuera su compañera y esposa, doña María de la Luz Torres (que en paz descansa) originaria de Tres Valles, con quien procreara sus acho hijos: Abraham, Juan Carlos, Fidel, Rafael, Beatriz, Martín y a Darío, sin olvidar a mi amiga Carmela, que se nos adelantó en esa ruta sin retorno.


La vida de don Fidel está plagada de reflejos sociales y religiosos, pues lo mismo ha conformado el grupo de los Rotarios en tiempos de aquellos socios como Román López Robinson, “Chulopa”, Roberto “Güero” Ramírez, don Armando Morales, Tomás Martínez “VYCA”, Mario Alberto Rodríguez, entre muchos otros que se escapan a mi memoria, como también anduvo en eso de los cursillos de renovación y hasta formó parte de aquellos Santos Varones que en la Semana Santa acompañaban el Paso de la Piedad que preside el estandarte mayor y las andas que portan los restos del Señor evitando así que el cuerpo de Jesús permaneciera en la cruz según la ley romana para ser devorado por los buitres y animales salvajes, o que fuera trasladado a un lugar maldito, destinado para sepultar a los condenados. Fidel Baruch, junto a Teodoro Alemán Rincón, Pedro Santos “Cebolla” y Marcelo Ramírez Antonio “Cuaqueque”. Todo un ritual que se recuerda con nostalgia, cuando estos personajes, debidamente ataviados, colocaban escaleras, desclavando y bajando piadosamente el cuerpo de Jesucristo.


Don judas, recuerda como fue que le endilgaron ese apodo que carga durante la mayor parte de su vida a consecuencia de que la señora y amiga muy querida, Eva López Robinson, le obsequio la novena a San Judas Tadeo, fiel siervo y amigo de Jesús, y con toda su devoción se acercó a la imagen del patrón de los casos difíciles y desesperados, para rogar ayuda… gracia que le fue concedida. Desde entonces siempre ha tenido puesto el nombre de San Judas en la defensa de alguna de sus unidades… así son las cosas de la fe, y aunque en un principio, como al santo protector también se le confundía con el otro Judas de la historia bíblica (Iscariote), a Fidel Baruch lo sostiene su misticismo que ilumina su alma de caridad cristiana.

“El Judas”, es un hombre llano, cuando se le conoce trata y se le busca el modo, porque así de entrada, produce inhibición apantallante a muchos y ¡más vale! porque yo le vi en plan cabròn y mejor lo trataba un servidor con pinzas; en aquellos tiempos que por circunstancias políticas coincidimos en algunas labores en época de Ramón Roca Morteo, quien como presidente municipal, hizo trato con don Fidel para adquirir un predio en “El Hato” para convertirlo en lo que fue un basurero público, pues antiguamente dicho vertedero de desechos estaba en la curva, esa que esta catorce kilómetros de nuestra entrada, viniendo de Veracruz, lo cual daba una imagen deprimente. Creo que algo tuvo que ver don Alberto Sala Massò y Jorge Cárdenas Romero en esa gestión. Me entero que Don Fidel andaba como inspector de policía en Tierra Blanca, por recomendaciones de Pompeyo Lobato, pero decide venirse para Acayucan en reacomodo donde se impone a un recomendado del Lic. Ángel Leodegario Gutiérrez, don Mauro Castro Muñoz, y en esos ajustes Fidel Baruch se convierte en supervisor general de obras, limpia y mantenimiento. Abrió el camino de Agua Pinole y resultó pieza importante en el renglón de infraestructura caminera de las congregaciones de nuestro municipio. El asunto es que hace unos días como no queriendo la cosa nos dimos citas algunas amistades de Don Fidel, Don Alberto Azotla, Don Ramón Roca, Tomás Martínez, Germán Jiménez y su domadora María Elsa, las profesoras Deysi and Candelaria y Tomasita Benítez, entre un titipuchal de amigos y agregados que nos sumamos al festejo familiar de don Fidel para desearle mucha salud y que el Todopoderoso lo conserve otro buen rato más para que continúe desde el país de sus recuerdos y la atalaya de sus sueños, platicándonos los detalles de lo que ha sido su vida, que ahora intento compilar a manera de sencillo homenaje al HOMBRE de espíritu noble tras ese rostro adusto: Pero no simplemente un hombre, sino un HOMBRE con mayúscula.


Felicidades.

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