domingo, 24 de abril de 2011

COLUMNA: CLAROSCUROS




Por José Luis Ortega Vidal


(1)


Juan Escutia…Murió por la Patria…


Agustín Melgar…Murió por la Patria…

Teniente José Azueta…Murió por la Patria…


Cadete Virgilio Uribe…Murió por la Patria…

“Niña María del Rosario López”…Murió porque estaba cenando en una fonda por donde pasaron soldados y narcotraficantes luchando por el asunto de las drogas…Y le tocó un pedazo mortal del daño colateral…

¿Hay una lógica en esto?


(2)


Cualquier padre cuyo hijo/a muera por líos internos de su país, por asuntos que son responsabilidad del gobierno y por acciones de delincuentes, en medio de su dolor mandará a la Patria al carajo.


(3)



La Semana Santa ha transcurrido entre los rumores -nunca confirmados- sobre la aparición de cuerpos sin vida en el rancho de un diputado federal en el municipio de Juan Rodríguez Clara y el hallazgo de dos camiones de pasajeros con cadáveres en aquella región piñera…


También entre la noticia–corroborada y sólo confusa en cómos y cuántos- de ¿6? ¿10? delincuentes que se enfrentaron a las fuerzas armadas en el Puerto de Veracruz.


Durante los días que hemos vivido en medio de estas versiones noticiosas -vagas, difíciles de comprobar o desmentir al 100 %- he pensado en el Presidente Calderón.


(4)


Me he planteado preguntarle al Presidente:

- ¿Tiene sentido y justificación que alguien de su familia muera porque unos narcotraficantes pasaron por tu colonia mientras huían de soldados y marinos?


- ¿Qué deudo puede aceptar que la muerte de un inocente es un daño colateral necesario en una guerra presuntamente necesaria?

Más aún:

- ¿Una familia muerta en vida por la desaparición de un inocente que formaba parte de su seno, aceptará que usted le hizo un bien al combatir a los narcotraficantes a través del uso de la fuerza pública?

Señor Presidente:

- ¿Cuándo usted se vaya esa familia vivirá mejor ya sin su hijo, o sin su padre, o sin su hermano, o sin su tío?

Hablando en confianza:

- ¿Usted en serio cree que su guerra ha sido la correcta y que vale la pena sostenerla hasta el final de su mandato?


- ¿No observa otra opción?


- ¿Dentro de un año y siete meses, esas miles de familias enlutadas podrán expresar un: gracias Presidente Calderón; murió alguien de mi familia, pero ya no hay narcotraficantes en México…?

O será un:

- Gracias Presidente Felipe, soy un cadáver que respira, pero las drogas han desaparecido de la sociedad para la que usted trabajó durante seis años…


(5)


Señor Presidente Calderón Hinojosa.


Le expreso una humilde opinión:

Usted se irá pronto y los narcotraficantes seguirán aquí.


Usted cobrará su pensión como Ex Presidente de la República y hasta el último día de su pago, las drogas seguirán aquí.


El combate al crimen organizado se debe dar principalmente en torno a sus finanzas.


El narcotráfico no basa su éxito sólo en el miedo; más bien se fundamenta en la lógica del mercado: existirán drogas y comercialización de las mismas mientras haya consumidores y éstos generen dinero para sus productores y traficantes.


Paralelamente el dinero sucio de las drogas genera empleos para sicarios, fabricantes y vendedores de armas.


El tema no es nuevo: es histórico.


Desde los siglos XIX y XX, el mercado de las drogas se instaló en Latinoamérica y en Estados Unidos.


En México los antecedentes del uso de drogas se remiten a la época prehispánica y en el mundo el uso de las drogas es milenario y está ligado –incluso- a temas como la Religión.


Durante el siglo XIX en el país se usaron drogas en términos medicinales, pero también operó un mercado de consumo para otros afanes.


Estados Unidos y Gran Bretaña lucharon entre los siglos XIX y XX por el control del mercado mundial del opio y en China se vivió una guerra en torno a este tema.


Los chinos, por otra parte, introdujeron el tráfico del opio a México en el estado de Sinaloa, en el siglo XX.


El mercado de drogas opera como el mercado de cualquier otro producto en el mundo, y bajo la certeza de que el narcotráfico es tan viejo como el propio Estado mexicano, la guerra que usted decidió impulsar contra los cárteles mexicanos constituye un error.


El error no estriba en el objetivo.


Entiendo que muchos o todos estamos de acuerdo en la necesidad de combatir al narcotráfico.
El error, sin embargo, se ubica en el cómo.


Nunca desaparecerá el consumo de drogas en el mundo: porque su existencia es milenaria y porque su lógica esencial no tiene que ver con su condición de un fenómeno legal o ilegal.


Con permiso o sin él, las drogas se producirán y los hombres y mujeres dispuestos a consumirlas pagarán siempre por ellas.


(6)


Lo que el Estado debe y puede hacer es proteger a toda su población sobre las consecuencias de las drogas, pero esa protección no se puede dar a balazos; eso es un absurdo.


La única protección posible es a través de la educación -en el aspecto cultural- y del desarrollo social -en el aspecto económico-.


Acceso absoluto a las instancias educativas desde los niveles básicos hasta la universidad y empleos seguros una vez egresados, son argumentos mucho más sólidos para la tranquilidad de una sociedad, que la presencia de las fuerzas armadas en las calles.


Inversión, mucha inversión, más inversión del gobierno y de los capitalistas del país…


Reformas del Estado en los rubros político, económico, laboral, educativo para hacer del mexicano un gobierno más fuerte y eficaz.


Empleos, empleos, empleos, empleos…


Eficacia en una política exterior que combata el tráfico de armas al país en su origen de fondo, que consiste en que Estados Unidos es el principal consumidor de drogas y es el comerciante y traficante número uno de AK 47, de pistolas de todo calibre y armas largas de todo tipo, así como de balas y pertrechos para los sicarios mexicanos…


Todo eso ayudaría más que el miedo que hoy nos puebla.


Y todo eso no es una responsabilidad sólo suya.


Los ciudadanos estamos conscientes de que los partidos políticos en el país han convertido a nuestros gobiernos -desde el federal hasta los municipales y pasando por los estatales- en cajas de pandora o en cuevas de Alí Babá y los 40 mil ladrones…


El país corrupto que usted gobierna no es totalmente su culpa y ese fenómeno, el de la corrupción, también abona al tema del narcotráfico.


Al respecto, usted en su mandato abona y el siguiente Presidente debe abonar y los ciudadanos debemos abonar también, hasta lograr entre todos la creación de generaciones de mexicanos menos corruptos y más educados.


Sólo ese escenario disminuirá el fenómeno del narcotráfico.

Don Felipe:

Soy un ciudadano mexicano, soy periodista, soy padre de familia y tengo miedo.


Le pido, le exhorto, le exijo, que a la hora de tomar sus decisiones escuche otras voces y analice si lo que ha hecho en seis años en su intento por combatir el tema del narcotráfico ha sido lo mejor.
¿Cuántos secuestros, cuántas muertes, cuántas desapariciones forzadas hacen falta aún?


Y no le hablo de las muertes de los narcotraficantes y sicarios; pues ellos solamente son cadáveres que respiran.


Y sin embargo, esos cadáveres matan todos los días.


Le hablo de las víctimas inocentes de Tamaulipas, de Veracruz, de Tabasco, de Nuevo León, de Coahuila, Chihuahua, Sinaloa, Estado de México, Hidalgo, Tlaxcala, Oaxaca, Morelos y el resto del país.

Aquí termina mi mensaje para usted, señor Presidente.


(7)


Va mi crítica.

No existen soluciones posibles a corto plazo.


Menos en la construcción de procesos históricos.


Y en México vivimos una historia aún joven, con mucho por hacer en las décadas siguientes.


Los caminos para disminuir los problemas del tráfico y consumo de drogas son a mediano y largo plazo.


En su sexenio, el Presidente Calderón no nos está sacando de ningún problema de las drogas.
A un año de las elecciones para relevarlo en el poder, Calderón dejará a México peor de cómo estaba en el tema del narcotráfico.


La razón: el Presidente metió a las Fuerzas Armadas a perseguir delincuentes y no puso a las universidades y a las instituciones financieras a combatir el alimento de esos delincuentes: es decir, el mercado de consumidores y la caja llena de su dinero sucio.


Matar y atrapar delincuentes, que es lo que han hecho el Ejército y la Marina, es una historia cotidiana que termina en el relevo de los narcotraficantes muertos o detenidos.


Desde esa perspectiva el narcotráfico es una hidra y por cada cabeza que se le corte aparecen dos.


Quitarles a los jóvenes que caen en su mercado de consumo a través de educación y arrebatarles a los ciudadanos que se convierten en delincuentes por la falta de empleos, ayudará más que los soldados y marinos en la calle.


Tampoco hablo de toda la solución y menos que su resultado será a corto plazo.


Nada que valga la pena ocurre en la inmediatez.


Eso será parte de un proceso largo que deberá unirse a otra lucha: la de combatir el lavado de dinero y la riqueza proveniente de su labor sangrienta.


Hacer menos fácil y atractivo el camino del oficio de narcotraficante, será más eficaz que intentar matarlos a todos.


¿Una guerra contra el narcotráfico?


Claro, nadie en su cabal juicio puede estar en contra de eso.
¿Una guerra armada?


Ah caray, eso suena diferente y es cada día más peligroso, porque en medio de esa guerra estamos los ciudadanos.

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