martes, 2 de marzo de 2021

Falleció el Profr. Joel Vargas Cruz

Déjame que te cuente... 
 Por Sergio M. Trejo González
Recordamos ahora que hace unos pares de años, en el mes de abril, fecha de su cumpleaños, celebrábamos con el maestro de maestros, Joel Vargas Cruz… (“Soy Aries, orgullosamente Aries”).
Ahí estaba, en aquel salón de fiestas, situado por la calle Riva Palacio a escasas tres cuadras de su domicilio, rodeado de familiares y amigos, con el corazón abierto, alma bondadosa y espíritu jovial. Departía en todas las mesas con su charla espléndida, plagada de ilustración, experiencias, acontecimientos asombrosos, nostalgias, vivencias y recuerdos, toda una vida de preparación y trabajo, rodeado en todo momento de personas talentosas.
Me tomé el atrevimiento de acercarme al micrófono, para tratar de señalar mi admiración a la brillante carrera y vida exitosa de un señor, un referente, un ejemplo a seguir por su valiosa trayectoria académica, política, periodística.
Culto, educado, congruente, un ícono del sindicalismo educativo, que hoy sacude a las estructuras por su trayectoria cuajada de su liderazgo y de ideales.
Siempre dispuesto, con presencia y prestancia.
Ahí estaba, pleno y total, recibiendo, detrás de su escritorio y por dondequiera, saludos y abrazos, frases de respeto y éxtasis por los años de realizaciones que venía acumulando con sabiduría.
No puedo hilvanar todavía como deseo toda la información que mis reminiscencias guardan de la trayectoria de un Joel Vargas Cruz; deveras, no alcanzó a condensar una biografía en este intento de epístola post mortem, conforme a la categoría del autor de unos 5 libros, que nos deja como legado, junto a su vasta tarea como analista, siempre sincero y crítico del sistema de gobierno mexicano.
Cualquier cantidad de imágenes y datos biográficos que mis neuronas lisiadas no pueden organizar ni proyectar ante la figura de un personaje serio, presto, ligero, expedito y despejado.
Murió el profesor Joel Vargas Cruz.
Mis garabatos ahora se cruzan y se amontonan, por la consternación de una pérdida irreparable.
Una de las mentes más brillantes que ha tenido Acayucan como privilegio para que viniera a sembrar en cualquier cantidad de generaciones que se formaron durante sus tantos años de enseñanza en nuestras diversas aulas escolares.
La memoria de una trayectoria creadora, valiosa, fecunda me resulta grandiosa.
Que nadie escriba su epitafio todavía, alguien tiene que revisar con justicia el itinerario de un personaje, lúcido y firme, acostumbrado a la lucha de los debates literarios en cualquier cantidad de prólogos, mensajes, editoriales, columnas, epílogos y reflexiones.
No calculo el registro de sus discursos que forman su inventario, amplio y bastante, pleno de su lenguaje florido. El hombre nos mostraba cotidianamente lo que sabía: Dar cátedra, sobre la vida y sobre la muerte, sobre la amistad, la circunstancia, la congruencia, la inteligencia y la realidad; sembraba sabiduría y hacía camino por todas partes.
Lo importante para él no era solamente vivir sino saber vivir.
Ahora, ya es tarde para reiterar todo aquello que platicamos muchas veces con tan fino y distinguido personaje.
Las redes sociales difunden la funesta noticia de su despedida y se lamenta su deceso.
Circulan las misivas con el pésame de rigor y su historial como director de la Escuela Benito Barriovero y Ortuño, y como fundador de la Escuela de Bachilleres Francisco Zarco, pero eso sólo es un par de reflejos de su pasión y de su entrega por la educación.
Hay más y mucho, por ahora solo alcanzó a ofrecer mis pensamientos, oraciones y buenos deseos a sus familiares y amistades, durante este momento de oscuridad, luto y duelo. Después cuando nuestras lágrimas se hayan secado y los adiós se hayan dicho, tenemos que aferrarnos a los recuerdos felices que hayamos compartido, con tan extraordinario amigo. Esto es lo que lo mantendrá vivo en nuestras mentes y en nuestros corazones.
Descanse en paz.

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