Joel Vargas.
Muchos mexicanos se volvieron
revolucionarios en busca de riquezas mal habidas, eran ladrones o muy deshonestos,
aunque así hayan demostrado talento como estrategas combatientes. Un caso muy
significativo fue Álvaro Obregón quien tiene anécdotas históricas de latrocinios,
como ésta que él mismo expresó: “Si fuera cierto que he robado, ha sido menos
que los demás, pues solamente lo he hecho con una mano” Obregón era manco, “el
Manco de Celaya”, perdió un brazo en combate. Antes había sido restaurantero a
cuyo negocio asistían militares, fue como le nació la vocación impetuosa por
las armas. Se dice también que para encontrar su brazo en la maleza se tuvo que
utilizar una moneda de oro de buen tamaño. Obregón amaba el poder y el dinero y
cuya línea siguieron todos los expresidentes de la República, incluyendo Peña
Nieto que está por concluir su sexenio.
Otro ladrón revolucionario fue “El
Jefe Máximo”, Plutarco Elías Calles, “El Turco”, fundador del Partido Nacional
Revolucionario, antes desempeñó varios cargos, era una especie de todólogo,
como ahora Aurelio Nuño, quien abandona una gran responsabilidad educativa para
convertirse en genuflexo aplaudidor. También trabajó como maestro rural y un
cargo importante que se le asignó fue el de Tesorero Municipal del Ayuntamiento
de Guaymas, al terminar su encomienda es historia conocida que tal tesorería se
quedó sin nada de dinero en caja, desapareció como si fuera un hecho de magia.
Este es el mismo político, como dijo Videgaray, que se iguala con Antonio
Meade, precandidato del PRI, al tener en su haber el desempeño de cuatro
secretarías de Estado.
Con Carranza, el pueblo conoció el
verbo “carrancear”, que significaba robar. Todos los políticos siguen
carranceando, sólo que en estos últimos sexenios potencializado hasta las
nubes, prostituyéndose también los cargos públicos a donde son comisionados
verdaderas acémilas. Imaginarse a doña Josefina Vázquez Mota en Educación, es
una burla y un insulto a la inteligencia pedagógica del país. Al menos se
registró como la autora de la filosofía del “cuchi-cuchi”. Ahora es
multimillonaria gracias al sudor de su cuerpo.
Con Lázaro Cárdenas el PNR cambia a
PRM. El partido Nacional todavía lleva lo revolucionario como un ente activo,
pues no hay que olvidar que aún existían bandidos salteadores agrupados en
bandas criminales. Había que mantener vivo lo de revolucionario por si fallaba
el esfuerzo de institucionalizar el espacio armado de la historia. El PRM
pierde lo revolucionario y sólo nos lega un partido laxo, donde ya no se
vislumbran perfiles que trastoquen la incipiente paz social. Con Cárdenas
pareciera que la revolución se diluyó en el tiempo infinito. Así continuó con
Manuel Ávila Camacho hasta su mutación definitiva convertido en el PRI confuso,
divagante ideológico e inérsico y de doctrina imprecisa.
Con Miguel Alemán vuelve lo
revolucionario. Esto es, el empuje trasformador a partir de las instituciones,
con titulares patriotas, sin utilitarios ladrones, como se ha comprobado a
través de los años, donde se llega a enriquecerse aunque la nación se hunda. Y
así se van sucediendo estilos políticos donde el PRI sufre inexorablemente
bandazos sexenales, de conformidad con la honradez y la inteligencia de cada
presidente. Con el presidente Alemán surge el PRI de los empresarios en donde
se le da preeminencia a un pretendido desarrollo industrial que benefició
selectivamente a la clase perteneciente a la burguesía nacional, siempre
mintiendo con una democracia inexistente.
Con Ruiz Cortínes se logra un PRI que
promueve la honestidad, y que ve por la paz y el progreso sin hipocresías. El
viejo presidente muestra su patriotismo, no busca la riqueza escandalosa. Su
familia cercana es mínima: su esposa y un hijo. Aún se cree en el PRI de Ruíz
Cortínes. Luego viene el PRI represor y un tanto criminal de Adolfo López
Mateos. El PRI de la injerencia femenina, del manoseo del dinero a través de
desayunos escolares que nunca se dieron en forma satisfactoria.
Sigue el PRI altamente criminal de
Gustavo Díaz Ordaz. Miles de muertos, en su gran mayoría jóvenes
universitarios, que ya luchaban, como ahora, por un México democrático e igualitario,
pero había que defender el poder al precio que fuera, sin importar vidas. Lo
releva el PRI represor y asesino de Luis Echeverría, dilapilador, bohemio,
megalómano, acomplejado, quería ser el Secretario General de la ONU, en
lo cual se gastó mucho dinero. Se
forma detrás José López Portillo, frívolo, criminal peligroso, represor
inaudito. Mantuvo al PRI en el poder regando la sangre púrpura de los
patriotas. Se dijo el último presidente de la Revolución Mexicana, como así
fue.
Con Miguel de la Madrid se contempla
el PRI neoliberal y macroeconómico. Escondido en la alta burocracia como
Director de Desarrollo Económico, Carlos Salinas ya influía desde el gobierno
de la frivolidad. Es, históricamente, el culpable de treinta años de
privatizaciones y del neoliberalismo macroeconómico que nos asfixia. El PRI de
Salinas no se escapa de los asesinatos de mexicanos luchadores sociales. Doce
años de panismo no terminan con el PRI porque ya existe un acuerdo cupular para
turnarse el poder sin perder la línea de la pobreza, cuyos votos ya salió a
buscar el señor Meade.
Peña Nieto es el plus del crimen.
Miles y miles de asesinatos. Es el PRI de la alta criminalidad, de los ladrones
y de los que practican la antipatria. No se sabe cuál PRI habrán de ofrecer los
priísta que no son priístas, en la próxima campaña. La clase media, los obreros
y los pobres, tienen muy claro el destino de sus votos. Se cambia o se muere.
El PRI es una marranada, diría Fox, con tal de que él sea el marrano más grande
y apestoso. Meade lleva atada una piedra al cuello, dice Calderón, lo postula
un PRI corrupto. La mejor carta para México, dice, es su mujer, sin dudarlo.
Caray
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