sábado, 3 de octubre de 2015

Testimonios de mujeres sobrevivientes del 68

Luz María Aguilar Térres, antropóloga, activista preparatoriana del 68 y guerrillera en los años 70. Foto: César Martínez López / Cimac
Luz María Aguilar Térres, antropóloga, activista preparatoriana del 68 y guerrillera en los años 70.
Foto: César Martínez López / Cimac
MÉXICO, D.F. (apro-cimac).- El movimiento estudiantil de 1968 abrió la puerta para que más mujeres estudiaran y participaran políticamente, sin embargo, a 47 años de la masacre de Tlatelolco, la saña y la represión por parte del Estado contra la juventud continúa, coincidieron líderes femeninas del Comité 68.
Luz María Aguilar Térres, antropóloga, activista preparatoriana del 68 y guerrillera en los años 70, considera que la sociedad y la juventud mexicana actual tienen suficientes razones para volver a manifestarse organizadamente como hace 47 años, ya que ahora el Estado –como aquel entonces– se sigue “ensañando” con la población más joven.
La activista reflexiona y afirma que, a diferencia de hace más de cuatro décadas, los jóvenes enfrentan “mucha desesperanza”, pues antes se creía que se podía luchar por el socialismo o cambiar al mundo; sin embargo, considera que ahora las juventudes resienten que los campos y el trabajo obrero se empobrezcan cada vez más, y que los planes de estudio en la educación superior enseñe menos ciencias sociales y más ciencias aplicadas.
En aquel entonces, en 1968 y con 16 años de edad, Luz María se movilizó por la defensa de la autonomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero principalmente por que se necesitaba de “un país más justo, y no creíamos que la represión lo fuera”.
Recuerda que tras ser elegida como representante de su grupo para el Comité de Lucha, se integró al Consejo Nacional de Huelga (CNH) junto con otras jóvenes que enfrentaron el rechazo en sus hogares y las “corretizas” por parte de la policía.
No obstante, se entregaron al igual que los varones en el movimiento “boteando” (recolectando dinero) en los centros de trabajo y los mercados, haciendo guardias, participando en brigadas y realizando otras comisiones.
Rememora que la tarde de ese 2 de octubre, llegó a escasos metros de donde balaceaban a los estudiantes porque la alcanzaron a alertar de la matanza que en ese momento estaba ocurriendo en Tlatelolco.
“No sabíamos qué hacer hasta que de repente vimos que salía un contingente de la plaza corriendo, pasó junto a nosotros y nos dijo que nos fuéramos porque estaban atacando a los grupitos. Nos quedamos como de piedra.
“Con miedo, rabia y coraje nos regresamos, pero en cada esquina nos fuimos haciendo mítines denunciando que estaban masacrando a los estudiantes en Tlatelolco. Nosotros pensamos que esto no iba a quedar impune, que la gente se iba a levantar e iba a protestar, pero parece que fue al contrario”, recuerda.
Después de 1968, Luz María ingresó a la Facultad de Economía de la UNAM motivada porque ahí, dice, se gestaba la discusión sobre la situación nacional, era un núcleo político.
No obstante, como universitaria también vivió otras represiones contra las y los jóvenes, como el llamado “Halconazo” de 1971. Finalmente, las ansias de justicia la llevaron a participar políticamente en movimientos armados clandestinos.
Del 68 –dice la activista– surgieron nuevas mujeres políticas que hoy ocupan puestos de representación popular, dirigen organizaciones civiles o que –como ella– se integraron a las guerrillas urbanas, al considerar que en el país no había cauces legales para protestar y cambiar al sistema, además de que las libertades democráticas estaban clausuradas “en ese gobierno tan cerrado, prepotente y tan injusto”.
No obstante, advierte que también hubo ganancias: “(El movimiento) vino a conseguir que la sociedad tuviera más conocimientos, fuera más participativa y estuviera más atenta a sus gobiernos”.
Adriana Corona Vargas, integrante del CNH y ahora profesora de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), explica: “Nosotros (líderes del movimiento) salimos cada año a recordar que no olvidamos y que no perdonamos porque no ha habido justicia, es un país donde la justicia no existe aunque tengamos leyes muy bonitas”.
Adriana fue elegida representante de la Preparatoria Número 6 de la UNAM para conformar comités de lucha e integrar el CNH, lo que le permitió estar en las asambleas generales, brigadas, pintar camiones, ir a marchas y a los “boteos”.
Reconoce que no sólo las mujeres representantes participaron en el movimiento, ya que se conformaron brigadas únicamente femeninas y a veces ellas reunían más dinero que los varones.
Corona Vargas critica que como mujer siempre fue más difícil participar, y que algunas de sus compañeras tenían incluso que escaparse de sus casas, mentir a sus familias, y hasta disfrazarse para poder participar en el movimiento.
El 2 de octubre de 1968 ella salió a manifestarse a pesar de que sus compañeros ya habían alertado sobre una fuerte represión. Desde una esquina de la Plaza de las Tres Culturas miró el inicio de la balacera, y apenas le dio tiempo de salir corriendo.
Adriana participó en el movimiento porque creía que las cosas tenían que cambiar, porque era un país “autoritario, represivo, tradicionalista y muy machista”.
También pugnaba por conseguir justicia en un país en el que no la había, de que las mujeres podían aportar más que sólo ser madres y tener proyectos de vida individuales.
Está de acuerdo que a 47 años de distancia las reformas educativas están desmantelando la educación básica a través de reducir presupuestos y quitar materias elementales, además de que se busca desaparecer a las escuelas Normales. Además, aseguró que el Estado sigue golpeando a las y los jóvenes, ignorando que “un país sin jóvenes es un país sin futuro”.
Coincide en que este movimiento abrió la puerta para que más mujeres de manera masiva participaran políticamente, pero también para que decidieran continuar estudios superiores incluso en carreras donde están invisibilizadas, lo que derivó, por ejemplo, en que la carrera de Medicina se feminizara.
“El 68 fue una movilización por querer cambiar las cosas, por buscar un mundo mejor y porque las cosas no se queden nada más en un país de simulación. Es una necesidad de un mundo mejor y una esperanza en el futuro que hoy no hay”, resalta.

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