Jenaro Villamil
Peña y Zabludovsky durante el homenaje al exconductor. Foto: Benjamin Flores |
No llegó a la fama por ser
periodista, sino por ser vocero. No fue el prócer que los comentaristas
de Televisa hoy intentan beatificar, sino un conductor que se plegó
completamente a los deseos del PRI y del presidente. No fue alguien que
pugnó por revelar la realidad, sino un comunicador que trató de
ocultarla. Tampoco fue un luchador por la libertad de expresión, sino un
hombre que en repetidas ocasiones llamó a la represión. Y no se trató
de un reportero sojuzgado por el avasallante sistema, sino de alguien
que decidió seguir la senda del servilismo con forma de periodismo.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- En 1983, a un año del inicio del gobierno de
Miguel de la Madrid, Emilio Azcárraga Milmo, El Tigre, invitó a comer
al secretario de la Contraloría, Francisco Rojas, y a dos
subsecretarios, Ignacio Pichardo y Raúl Robles, a un restaurante de la
calle de Hamburgo, en la Zona Rosa del Distrito Federal. También
acudieron Jacobo Zabludovsky y Guillermo Ochoa, los dos principales
periodistas de la empresa.
Rojas le agradeció a Zabludovsky unas notas que se transmitieron en
24 Horas. Frente al gesto, Azcárraga Milmo le dijo al responsable de la
campaña de “Renovación moral de la sociedad” de Miguel de la Madrid:
–No, Paco, no te equivoques, al único que tienes que agradecérselo es
a mí. Éstos –dijo señalando a Zabludovsky y a Ochoa– son mis gatos.
La anécdota, relatada por Andrew Paxman y Claudia Fernández en su
libro El Tigre, Emilio Azcárraga y su imperio Televisa, no sólo retrata
los desplantes típicos del entonces propietario de la televisora, sino
la docilidad de Zabludovsky ante su jefe.
Y el 15 de enero de 1988 Azcárrraga Milmo decretó: “Nosotros somos
del PRI, siempre hemos sido del PRI; no creemos en ninguna otra fórmula,
y como miembros de nuestro partido haremos todo lo posible porque
nuestro candidato triunfe”. Zabludovsky siguió la “línea” hasta la
ignominia.
Dos años antes, Televisa fue el centro de las críticas de los
“bárbaros del norte” del PAN por silenciar las protestas del fraude
electoral perpetrado en Chihuahua en 1986. “Lo que está pasando en
Chihuahua puede o no ser del agrado de Televisa, pero el pueblo de
México tiene el derecho a ser informado sobre ello”, demandó el
movimiento democrático electoral de la entidad.
Como éste, miles de ejemplos de docilidad al dueño de Televisa, al
presidente de la República, al PRI y a los funcionarios del sistema –en
ese orden–, marcaron el derrotero y la “escuela” de Zabludovsky en la
televisión mexicana.
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 2018 de la revista Proceso, ya en circulación.
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