viernes, 9 de septiembre de 2011

¡¡¡Yayo Gutiérrez, a 10 años de su muerte!!!

*** De las entrañas del poder al periodismo y viceversa

*** Así lo recuerdan Raciel, F. Monfort y Beto Gato



Por Efrén López Flores

Tres amigos, mutuos y de Yayo, aceptaron la invitación de Política para charlar sobre él y recordarlo a diez años de su partida. Francisco Montfort Guillén, Raciel Martínez Gómez y Alberto Morales García rememoran los modos de hacer política y periodismo del licenciado Ángel Leodegario Gutiérrez Castellanos. Sus frases, sus costumbres, su excelente humor negro y su paradójico escepticismo sobre la política, siendo él mismo, un viejo zorro de la misma, son parte de las cosas inolvidables que dejó a quienes compartieron con él horas de trabajo, de reflexión y de gozo a la hora de ir desnudando al poder.
El encuentro estuvo inmerso en una atmósfera donde se respiró el cariño y el respeto de los entrevistados hacia el amigo, pero estuvo también colmado de la mirada madura y crítica de quienes aprendieron de Yayo, parte de la “mordacidad” que hoy los hace hombres de medios y de reconocido prestigio público.
Como lo repitieron los entrevistados, Yayo entendía como pocos el juego político y sabía que los cambios representaban oportunidades. Eso lo aprovechó para divertirse mirando y elucubrando en torno a los hechos y los dimes y diretes del mundillo político de Veracruz, al cual conoció desde sus entrañas y hasta sus perfiles que apreciaba a la distancia desde “la ventana de enfrente”. Con su óptica aldeana miraba también al mundo y sabía que las cosas se transformaban rápidamente, por eso aceptó siempre la innovación y el riesgo.
El fundador de Política no alcanzó a presenciar el atentado a las Torres Gemelas en Nueva York en aquel histórico 11S de 2001 con el que el terrorismo se puso “de moda”. Yayo dejó este mundo dos días antes de que la violencia entrara por la puerta grande, no sólo porque el WTC era el corazón económico del mundo sino también por la espectacularidad mediática del evento. La violencia se hizo ese día global y virtualmente alcanzó a todos. A Yayo le habría fascinado el hecho periodístico aunque lamentaría la masacre. Habría sin duda corroborado sus sospechas de que las cosas se estaban poniendo cada vez más cabronas. Ángel Leodegario lo percibió. Desde el también fatídico 1994 supo que el panorama se transformaba con celeridad y drásticamente. Los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu lo preocuparon, eran el anuncio de un mundo más sangriento y decía: “la violencia va a escalar a niveles que todavía no imaginamos, la cosa está cabrona”, diecisiete años después estamos comprobando su pronóstico y el tino de su mirada.

Político, siempre político

Se habla de Yayo el político, el periodista, el jefe para algunos de ustedes, el amigo para los tres, ¿Se pueden distinguir sus cualidades según el rol que desempeñaba?

Raciel: En Yayo no se podía distinguir su cara de político de la de periodista o de otra cosa. Era ante todo político. Las cosas las resolvía con idéntico tino y paciencia. Ponderaba antes de reaccionar. Creo que jamás le vi un arrebato, cabeza fría incluso con los enemigos, y había muchos. Como jefe era atento, negociador, muy flexible, humanista y reía con excelente humor negro de la fauna de trabajadores que reunía un periódico como Política.
Alberto: Era estricto, le gustaban las cosas pulcras, así como se vestía. Pero no era irrespetuoso. Se le respetaba porque él te respetaba. En una ocasión que fui a una comida donde circularon algunos tragos se me pasó la mano. Se hizo un poco tarde para trabajar las fotografías que ya había tomado y llegué retrasado al periódico apostando a que el Licenciado ya se hubiera ido a su casa. Para mi mala fortuna, o quizá buena, seguía en la oficina. Me llamó. Me tomé de sopetón un café cargado antes de pararme a buena distancia frente a él y le entregué mi trabajo. De inmediato supo que no estaba en buen estado, pero sin hacer ningún reclamo me tuvo de pie mientras me preguntaba pausadamente detalles de las imágenes, de los eventos, de los personajes, yo atinaba con nerviosismo a articular ideas coherentes y otras no tanto. De pronto hacía una pausa para hacer una llamada, luego otra, retomaba su cuestionamiento un momento antes de llamar a la secretaria para pedirle un café y que lo comunicara con alguien. Más llamadas, más preguntas, cada vez más lento, por dentro yo decía “ya por favor, ya entendí y no lo vuelvo a hacer”. Estaba muy avergonzado y mira que te lo digo yo. Jamás repetí esta situación, porque más allá de la elegante reprimenda, lo que siempre le tuve y le tengo a Yayo es respeto y agradecimiento por hacerme crecer profesionalmente.

Francisco: Yayo era un hombre de una gran apertura. Tuvo la inteligencia, pero sobre todo por su experiencia política, tuvo el olfato para percibir que las cosas cambiaban y que había que tomarlas como una oportunidad. Por eso daba libertades, porque en el fondo sabía que la política era un juego y en el periódico se jugaba a eso. Y las oportunidades eran para todos, así lo entendía. En una ocasión me mandó un artículo para que le diera mi opinión. Era bastante malo y fui a verlo al día siguiente. Me dijo: “A ver ciudadano, qué te pareció”. No sabía qué decir, porque desconocía quién lo había escrito. Entonces se empezó a reír, primero con una sonrisa sardónica y luego a plena carcajada. “No me lo vas a creer”, me dijo, “pero llegó esta persona y me planteó que quería colaborar, le dije cómo quieres colaborar, pues quiero escribir, porque quiero ser el Juan María Alponte de Política, entonces le dije: ¡estoy hecho hermano! El problema es que me entregó esto” y Yayo a carcajada tendida. Al final publicó el artículo por cortesía y hasta ahí. Ese era Yayo.

Raciel: ¿Recuerdas la película de David Fincher, El juego? Pues bien, Alberto Morales y yo jurábamos que Yayo había sido el guionista y que a nosotros sólo nos aplicaba esa regla del juego para saber de qué estábamos hechos. Vivir en Política, que no simplemente trabajar en Política, fue lo más formativo de mi profesión.

Montfort: Como periodista y en esta línea de su apertura, otra cosa interesante fueron los temas. Estuvo abierto a prácticamente cualquier tema. Cuando yo lo conocí hacía radio. Me pidió que sugiriera algunos temas novedosos y le dije que habláramos de la prostitución. Le expliqué que en aquella Xalapa de los ochenta la vida nocturna era en apariencia casi nula. A las ocho de la noche parecía que la ciudad dormía. Pero en realidad la gente era reventada pero hipócrita. Empezaban a surgir cada vez más prostíbulos, incluso antros de trasvestis pero de manera oculta. La gente tenía una vida que no le gustaba exhibir. Le dije tenemos que hablar de esto. “Me gusta ciudadano, vamos a hacer varios programas” y se hicieron 5 ó 6 y se transmitían al medio día.

Alberto: Los temas, y sobre todo la forma de tratar los temas, fue algo que le dio un carácter especial a Política. Y hablo de Política porque hablo de Yayo, esto tampoco se puede disociar. Muchos lo criticaban por mis cartones, “cómo tienes a ese majadero, irreverente, que dibuja monos feos”, había quien le decía “oye, qué humor tan fino de este cuate y qué madriza le puso a aquel fulano”. Yayo disfrutaba ambas cosas y eso le daba además para aderezar su columna o encontrar la nota.

Raciel: Como periodista tenía estupendo olfato para rastrear la nota. Pero, al mismo tiempo, como político que era sabía leer al dedillo las fisuras del poder, y por lo tanto sabía cómo generar la nota. Eso me impactó en todo momento. Sabía hablarle al oído al gobernante en turno, lo ponía en órbita, lo sacaba de quicio, le tendía una alfombra y al rato se la quitaba. Como editor y como político se sabía también la fábula de “El traje nuevo del emperador” de Andersen.

Política era una fiesta

Política ha sido cantera del periodismo xalapeño y veracruzano. Mucha gente se formó en Política siendo éste un medio, hasta cierto punto, atípico ¿Cuál dirían ustedes que fue el principal sello que Yayo le imprimió al periódico no obstante tanta gente que ha pasado por sus oficinas?

Alberto: Yo no fui a la escuela de periodismo pero sí al taller de Política. Creo que el sello, o algo que me atrajo siempre fue el humor. De hecho a los estudiantes de periodismo les llamaba más la atención la dinámica de Política que la de otros espacios. Platicábamos con estudiantes en las escuelas de periodismo y ahí estábamos hablando de un periódico que le interesaba a la gente, que nos interesaba a nosotros. Dentro del auditorio había hijos de funcionarios a los que les ponía apodos y ahí estaban pitorreándose de sus familiares. A veces me encontraba a muchachos y me decían “mira ese es sobrino de Dos Cayos”, por ejemplo. Era el fenómeno que generaba Política con una buena dosis de refrescante humor.

Raciel: La perspicacia. Se adelantaba al tiempo y así lo seguían el resto de los medios. Mientras la vorágine cotidiana se adueñaba de la agenda periodística, Yayo sabía los tiempos locales. Era muy aldeano en ese sentido. Veía la tormenta y sabía que tras su paso permanecería esa cultura de la grilla en Veracruz. Lo mismo se anticipaba a los movimientos electorales de los alcaldes que de los diputados, conocía dimes y diretes de ambos bandos. Y sabía asimismo soplarle al anafre de la gubernatura. Para él todo el estado era chisme, era bulla, era especulación que recogía de los pasillos y se la daba al burócrata.

Francisco: Voy a tomar prestada la frase de Hemingway: “Política era una fiesta”. Hubo tal rompimiento de esquemas, a veces de hacer lo políticamente incorrecto con mucha ayuda de Beto Gato y de Raciel, que generó muchas reacciones formativas. Yo digo que sí hizo escuela, que marcó una pauta de algo diferente para no caer en el juego de que se hizo algo mejor o peor. Pero la apertura generó un fenómeno creativo, exigente, como dice El Gato. Llegar a la oficina y ver a 30 campesinos afuera reclamando porque su líder no los atendió, saber de los “apretones” que les daban, no sólo a Yayo sino a los que andaban en la calle como Regina o El Gato y el intercambio que había con la gente. Política era como una tribuna donde prácticamente todos tenían voz.

Alberto: Cuando empezó la cibernética había apenas uno o dos portales. Entonces se le ocurre hacer el Radiored, se compró su microfonito, sus audífonos, pero entonces se le atravesó el chat. Y rápido brinca y dice ese es chacoteo interesante, y es cuando se hacen los primeros chat en tiempo real desde la dirección del periódico. Se invitaba a algún político de los diferentes partidos, con un moderador y ante la computadora había preguntas y respuestas en directo. Era algo nuevo para todos pero él supo ver el impacto que esto podría tener para un nuevo periodismo.

Francisco: A pesar de su edad era un hombre dispuesto a la innovación y al cambio. Y eso es una enorme paradoja porque fue formado en la escuela donde la ceremonia y las formalidades eran muy importantes. Representó la sapiencia del priísmo, fue uno de los símbolos del poder cuando estuvo presidiendo el PRI, cuando fue diputado. Pero esta sensibilidad para leer el momento de cambio y la agudeza para inscribirse en él es un caso para mí remarcable.

El lector se metió a Política

Raciel me lo ha dicho muchas veces, “el lector de Política es el de allá enfrente”, entiéndase la gente del poder y la clase política. ¿Cómo la ven?

Raciel: Sí, yo digo que si algo sabía Yayo y expresó durante su dirección era eso. Decidió que tenía un lector: el gobernante en turno.

Francisco: En parte discrepo con Raciel. Por supuesto que siempre tuvo presente al poder, sabía cómo tocarlo, dónde estaban sus fibras sensibles, pero creo quería introducir a la sociedad como actor y no sólo a los políticos. Y como dice Alberto, supo que el humor era una de las mejores maneras de entrarle a la construcción de un público lector.

Alberto: Yo creo incluso que Política se convirtió en una especie de contraloría social a donde iban los que no tenían dónde expresarse. Y muchos políticos aprovecharon esto para colgarse del periódico y claro, esto fue un juego que Yayo supo que se estaba jugando.

Raciel: Él se abría a todo esto pero sabía quién realmente le importaba o le debería importar. Algo que tenía Yayo era que de pronto decía que el periódico no debía abandonar su vena popular, que dicho sea de paso no la tuvo ni la tiene porque el pópolo no nos lee. Este medio es de políticos. Pero en fin, supe que en una ocasión prohibió estrictamente la publicación de los horóscopos “porque esas eran mamadas” -lo cual es verdad. Tampoco publicábamos nada el Día de Muertos. En fin, son cosas que hacen de Yayo un personaje al cual todos recordamos con mucho respeto, admiración y sobre todo cariño.

Francisco: Para conseguir sus fines de visibilidad se tienen que formar lectores y Yayo lo consiguió. A la gente no le gusta ver un periódico que alaba y aplaude todo el tiempo. Al poder tampoco le conviene, aunque a veces parece que no lo entienden, quieren que haya todo el amor y todo el tiempo. Pero como dice Alberto, Política se convirtió en una especie de contraloría social y eso a la gente le gustaba y por supuesto Yayo lo aprovechaba políticamente.

Alberto: Ahora que habla Montfort de la formación de lectores, yo creo que además pasó otra cosa. El lector se metió en Política. A mí me pasó. La primera vez que vi al Licenciado fue en un mitin afuera del PRI. Lo vi a lo lejos. Luego vi el periódico y al ver su nombre: Política y pensar en Yayo dirigente del PRI dije: Política igual a PRI, PRI igual a, y entonces te vienen a la mente las caricaturas de Rius: El Cacique, Don Perpetuo, etc. Y en esa época ochentera pues la moda era ser contestatario con todo. Además era un periódico lleno de letras y pues como que todo cuadraba con ese esquema, pero no, un día me llamó Yayo y me dijo “me gusta lo que haces” y me invitó y me convenció y aquí sigo. Así le pasó a muchos otros.

El muro de las lamentaciones

Bueno, la sección A revolución 11 fue una forma muy socorrida por los que no tenían voz para hacerse escuchar. Indicaría esto que la gente “de la calle” sí lee Política.

Alberto: A Revolución 11 se convirtió en el muro de las lamentaciones para muchos. Por ahí han pasado todos, los que no tienen voz y los que saben cómo aprovechar hasta el más mínimo resquicio para aparecer.

Francisco: Efectivamente, en A Revolución 11 han aparecido todos, pero todos en serio, desde el solitario manifestante de la Plaza Lerdo hasta Doña Yola, que no pocas veces le mandaba recados a Yayo con su clásico: Gutiérrez, dos puntos, y trácale, “por qué publicaste esto o aquello” y traca traca, con todo.

Política, prensa vendida

El trato de Política con el poder no siempre ha sido terso, pero qué recuerdan de los encontronazos o las faenas de buen torero que tenía Yayo en la batalla cotidiana del diarismo.

Raciel: Una vez se me ocurre publicar como nota principal una opinión de Excélsior en contra de Fernando Gutiérrez Barrios. Ese domingo no le consulté y el lunes temprano llamaron a Yayo del palacio. Y el licenciado narra que llegó a la oficina sin haber visto el periódico, venía de Acayucan, y entonces se dijo: “¿qué hicieron estos cabrones?”.
Don Fernando lo conminó a no darle tanto al asunto de su Ley de Expropiación –vamos, que no la madreáramos. Llegó al periódico a regañarnos. Entró Joaquín Rosas y Miguel Ángel Cristiani. Yo fui el último. Subió los zapatos a su escritorio, se comió un plátano y me dijo algo que se me quedó grabado para siempre: “Raciel, ¿qué haces cuando vas a atravesar una vía del tren?”. Me descontó, yo no sabía, y apeló por supuesto a la búsqueda del sentido común, hasta que le atiné.
Y de ahí surgía su sabia verba: “eso fue lo que no hiciste, no miraste al cruzar la vía para ver si venía el tren. Para la otra consulta y que se equivoque otro pendejo”.

Francisco: En uno de los aniversarios del periódico publiqué una columna que titulé Política, prensa vendida. A muchos no les gustó porque no entendieron la jiribilla, la ironía del título. Pero era cierto, Política era de los periódicos que la gente sí compraba, se vendía en los estanquillos porque interesaba leerlo, no para ver el aviso oportuno sino para enterarse. Eso la gente del Palacio lo sabía y por eso también ellos lo leían.

Alberto: En una ocasión el licenciado me dijo “hazte el Chaneque”, ¡no cómo voy a llenar los zapatos del Chaneque! Dije. “Hazte el Chaneque dibujado”, aclaró, y bueno me aventé un dibujo que quién sabe cómo lo anduvo utilizando pero estaba dedicado para alguien. Yayo tenía esos encontronazos sutiles y a veces no tanto. Él siempre decía “esos aplausos fueron en contra de alguien” y mientras el fulano se sentía realizado por la algarabía, él los gozaba. Y luego lo escribía.

Raciel: Eso era maravilloso, me impresionaba lo gélido que era para traducir contra quién eran los aplausos, siempre tenía una traducción política al respecto. Otra cosa genial era cómo les hablaba a los políticos. Recuerdo bien que en una ocasión tenía en la línea a Jorge Uscanga, en ese entonces líder estatal priísta. Y le dijo por teléfono:
- Jorge, aquí tengo a Raciel y estoy viendo una nota donde mañana te vamos a romper la madre (evoquen su voz de trueno).
- No licenciado -alcancé a escuchar de Jorge.
- Mira Jorge, te aviso para que sepas que somos amigos. ¡Imagínate que fuéramos enemigos!
Esa fue otra gran, gran, lección.

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