El secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso. Foto: Octavio Gómez |
La
reforma hacendaria aprobada por la Cámara de Diputados el viernes 18 no
dejó satisfecho a nadie, ni al proponente. Los legisladores le dieron
la vuelta a varios puntos de la iniciativa y no sólo enconaron las
divisiones entre bancadas sino que recortaron las previsiones del
Ejecutivo y se ganaron el rechazo del empresariado, pero sobre todo de
la ciudadanía cautiva, la que acabará pagando (con insuficiencia) el
previsible hueco petrolero.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Fueron
41 días de crispación y turbulencia –desde el 8 de septiembre, al darse
a conocer la propuesta de reforma hacendaria, hasta la madrugada del
viernes 18, cuando se aprobó–, durante los cuales se desataron todas las
pasiones y todos los intereses económicos y políticos.
Más allá del saldo, que a nadie dejó satisfecho, quedaron retratados todos los actores enfrascados en esta guerra sin cuartel.
Un
gobierno acorralado que debió ceder y conceder por culpa de una
Secretaría de Hacienda soberbia, la cual actuó con sigilo, encerrada,
sin consultar ni a sus pares a la hora de elaborar la reforma fiscal
–agresiva en extremo–, no previó efectos colaterales, trataba igual a
los desiguales y al final quedó achatada y recaudará menos de lo muy
poco que esperaba.
Un sector empresarial movilizado como hacía
mucho no lo hacía; cuyos sectores –prácticamente todos– se irritaron
ante la amenaza a sus privilegios; gastó dinerales en los medios para
ventilar sus quejas contra la “agresión” del gobierno; y copó con
cabilderos, billete en mano, oficinas públicas y legislativas para
negociar cambios en las leyes que lastimaban los intereses de sus
patrones.
Un PRI que sin necesitarlo, pues sólo requería una
mayoría simple en la Cámara de Diputados, se vio obligado –ante la
soberbia de Hacienda– a recurrir al auxilio del PRD para sacar adelante
la reforma.
Un PAN montado en el berrinche que quiso cobrar cara
su alianza al PRI pero terminó perdiendo: dividido, chiquito, gritando a
solas. Se opuso a casi todos los puntos de la reforma fiscal pero nunca
con argumentos sólidos ni apoyos –sin unidad partidista– y sí, más
bien, con ánimo de venganza.
El PRI frenó la reforma fiscal de
Vicente Fox en 2001, aquella que proponía IVA en alimentos y medicinas y
compensar a los pobres –“completito y copeteado”– por la vía del gasto
social.
Además hizo chiquita e intrascendente la reforma
energética de Felipe Calderón en 2008; paró en seco la “contribución
contra la pobreza”, un impuesto generalizado de 2% al consumo que
propuso el panista a fines de 2009, se lo cambió por el incremento al
IVA de 15% a 16% y puso todas las trabas para que los gobiernos panistas
no sacaran sus propuestas económicas.
Quiso cobrárselas el PAN
pero se quedó aislado, gritando al viento, chillando, acusando de
“mercenarios” a los perredistas que se aliaron al PRI.
(Fragmento del reportaje principal que se publica en Proceso 1929, ya en circulación)
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