domingo, 14 de noviembre de 2010

MI AMADO DIOS…

Ramón que el Padre te guarde eternamente.


Columna: LAS LETRAS DE EVA


Eva López Robinson


Es víspera de la feria del pueblo y yo en el hospital. No entiendo qué ha sucedido esta mañana, sólo sé que se fue silenciosamente y ahora en forma automática firmo documentos para recibir sus restos… Y el recinto funerario en su frialdad sepulcral, es el escenario de un velatorio concurrido, donde el asombro por el deceso salta de boca en boca durante la noche… hasta el amanecer, un amanecer helado seguido de una mañana soleada y hermosa, demasiado para una despedida… Y las horas avanzan al encuentro de un momento que ni siquiera imaginaba para este día… Me acompañan familiares y amigos en un lento recorrido hacia el templo San Martín Obispo, donde la misa espera… Qué melodía tan extraña resultan los pasos fúnebres que acompañan al oscuro féretro que guarda el cuerpo de Ramón, por el pasillo central del sagrado recinto, el mismo donde 41 años atrás él y yo caminamos hacia el altar para contraer matrimonio… El frío octubre vistió entonces de tul y blancas flores en unos esponsales que nunca debieron ser. Yo no entendía de señales y recibí muchas, sin embargo, tomé un esposo para toda la vida, el mismo que hoy te devuelvo entre flores y ceras luctuosas… Tal vez a pesar de la ausencia de amor, en el camino se tejió un afecto fortalecido más tarde por lo más grande en nuestras vidas: los hijos, dos seres a los que amamos profundamente, y digo amamos porque el amor no tiene fronteras y se fue en el corazón de él, igual que permaneció en vida… Cometimos errores Señor, muchos y tú estás para juzgarlos, pero por encima de ellos el fuerte lazo de la paternidad nos convirtió en amigos y compañeros en los últimos años. Quizá para Ramón yo era la madre, la hermana, la amiga; para mí igualmente fue el amigo y padre de mis hijos, por encima de diferencias que jamás pudieron cambiar… Pero él ya está en paz, durmiendo apaciblemente y velando por su familia… Gracias Padre. La vida continúa y yo extrañaré su presencia física, porque aun cuando se pudiera dudar, existe el cariño limpio, que no amor carnal, compartido por dos almas escribiendo juntas su historia… Y ahora queda en tus manos, en la paz que todos anhelamos. Bendícele y concédele ser guardián de la familia con la que habitó en la tierra.
Querido Ramón
Tus hijos y yo detrás de tu ataúd es una imagen que se quedará ahí, plasmada en la memoria; moras donde querías, junto a mis padres, como la familia que somos. Y no quiero despedirte sin agradecerte el tiempo con nosotros. Fue una extraña relación, es cierto, pero por nuestros hijos valió la pena… Toma el anillo que me diste ante el altar, mientras vuelvo a colocar el blanco velo sobre mi rostro, y del brazo de papá salgo de la iglesia… Vive en paz amigo mío, voy a extrañarte mucho, porque cada rincón de la casa habla algo de ti. Y no te preocupes por nuestro nieto, tú lo cuidas desde allá y yo lo haré junto a él, ambos velaremos en diferentes dimensiones por los que amamos: Ramón, Marisa, David y Ely, que se convirtió en nuestra hija al casarse con Ramón… Es un trato, y por favor sonríe y no llores aunque yo lo hago… Ve y vuela en ese horizonte donde Dios es lo más grande y maravilloso… Sé todo lo feliz que no lograste ser en la tierra, y vive en paz por siempre en tu nuevo hogar… Que el Padre te guarde eternamente.

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