domingo, 31 de octubre de 2010

Columna: Déjame que te cuente…


No dejes que muera el Día de Muertos
Por Sergio M. Trejo González
Intento anotar, en este valioso espacio de periódico, templo de la información seria, veraz y objetiva, un poco de inspiración melancólica que, cual canto continuo de cenzontle que trina sus cuatrocientas notas desde la rama de un dagame en flor, buscando encausar mis endechas tristes en este tiempo de fieles difuntos. Escudriño también en el tejido de mis fantasías, la manera de combinar esas marañas del mundo lúdico y porfiado, en que las percepciones multicromáticas de la época, que no mengua ni expía nada, pero que sirven para divertirse de manera sana, como parte de los usos y costumbres atávicas, que agradan y provocan ocasión para pasarla bien junto a quienes ahí permanecen dormidos, esperando el día… “y los libros fueron abiertos: y otro libro fue abierto, el cual es Libro de la Vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”.
Me detengo un poco haciendo cola, como en el registro civil, mientras la inspiración jocosa se acuerda de mí. No llega nada, si acaso algunos versos de “El Anima de Sayula”… “en nombre de Dios te pido me digas como te llamas”. No, esos versos son para mayores de 50 años. Presiento que voy a quedar con el bat al hombro, esperando que las musas me lancen algo, para plasmar algunas coplas propias de la temporada. No llegan a mí los genios ni las espectros que sirvan para mis “las calaveras”, que no son otra cosa más que los versos populares, con elementos urbanos característicos del Día de Muertos, producto del ingenio mexicano ( que hoy no está conmigo) satíricos y festivos, con los que se comenta en forma de epitafio las acciones de personas vivas, sin respetar posición social, política o eclesiástica. Las calaveras son estrofas en versos, que la mayoría de nosotros conocemos pues aparecen en periódicos, revistas y hojas diversas que se coloca en los altares en esta temporada. Ideas pues, de origen colonial relacionadas con expresiones europeas como la “danza de la muerte”, y con la concepción prehispánica de que la muerte es inseparable del ser humano. Sabemos, por supuesto, que las “calaveras” alcanzaron gran auge a principios del siglo pasado, cuando José Guadalupe Posada ilustró muchas de ellas y presentó esqueletos ataviados en muy diversas formas, destacando la famosa “Catrina”, que es también conocida como "La Calavera Garbancera". “Garbancera" es la palabra con que se conocía entonces, durante el porfiriato, a las personas que teniendo sangre indígenas intentan ser como los europeos, ya fuera españoles o franceses, renegando de su propia raza, herencia y cultura. Esto se hace notable por el hecho de que la calavera no tiene ropa sino únicamente el sombrero. Desde el punto de vista de Posada, es una crítica a muchos mexicanos del pueblo que son pobres, pero que aun así quieren aparentar un estilo de vida europeo que no les corresponde...."en los huesos pero con sombrero francés con sus plumas de avestruz". Dirán los que saben mucho, porque se han de poner a estudiar mucho, como Alfredo Delgado, Enrique López, Rubén Leyton, Josué Viveros, Napoleón Santos y esa nómina de investigadores que conforman la caterva de “Arrieros del Apompo”, que fue Diego Rivera quien la dibujó por primera vez vestida en su mural "Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central", donde la calavera aparece como acompañante de su creador: José Guadalupe Posada. Concebido como el relato de un sueño de su autor, en un imaginario paseo por la Alameda, nos hace partícipes de los recuerdos de su niñez y juventud, a través de personajes que conoció, al mismo tiempo que realiza una síntesis de la historia de México, representada por algunos de sus protagonistas más importantes o significativos. Se atribuye también al muralista la denominación de "Catrina", convirtiéndola así en un personaje del dominio público. Posteriormente se hizo el símbolo oficial de la muerte el 2 de noviembre en México en el día de los muertos. Para no dejarlos picados con mi plática abundaré, rapidito porque ya me urgen otros usuarios de la computadora, que, en el devenir histórico de nuestras tradiciones, éstas han sido alimentadas con ideas y creencias de nuestros antepasados naturales, quienes luego enriquecieron estos rollos del tema con el proceso evangelizador de la conquista, y de tal sincretismo se va conformando toda esa parafernalia de los altares, ofrendas a base de estupendas muestras gastronómicas, acompañadas por música y danzas de muertos y la expresión maravillosa que tiene reflejo extraordinario en la ribera del lago de Pátzcuaro y en una de sus nueve islas que conocemos como Janitzio, como máximos exponentes de lo que a celebración de Día de Muertos se refiere… sin desaire de las tradiciones que en la sierra de Soteapan y en la región de Acayucan venimos disfrutando desde pequeños. Así las cosas, hay que significarlo, nos llegan las obras literarias transportadas al teatro como Don Juan Tenorio, de Zorrilla, obra que durante décadas ha sido protagonizada en serio y de manera chusca, pero sin perder la solemnidad y misticismo que estas fechas conllevan. Del cuento llevado al cine podemos señalar “Macario” y a “Pedro Páramo” llevadas a la pantalla grande con otras películas que en esta temporada son parte del entretenimiento familiar junto con otros filmes: Bajo el volcán, El árbol de la noche de brujas, Sangre por Sangre, Hasta los huesos, y toda esa cartelera de Halloweens, Scream, Freddy, El exorcista, Carrie, sin olvidar a Frankenstein y a Drácula y a las momias o al doctor Caronte contra El Santo, y lo que usted domina mejor que yo en materia de películas de terror, miedo y espanto… La muerte es así, venerada en algunos casos, ansiada en otros y temida muchas veces. La muerte ha sido una presencia obsesiva en el pensamiento de los hombres y desde luego, en su realidad cotidiana, tanto que ahora se puso de moda ese rito de la santa muerte, que resulta ser figura de culto mexicano que recibe peticiones de amor, afectos, suerte, dinero y protección, así como también solicitudes malintencionadas y de daño a terceros por parte de sus fieles. De esto sabemos que diversas iglesias rechazan y condenan su veneración, considerándola non grata, pero esa… ¡Es otra historia!.

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