Por Ap dom, 12 jul 2015
Almoloya. La casa donde desembocaba el túnel por donde supuestamente escapó El Chapo Guzmán se construyo en tres meses, asegura una vecina de la zona cuyo hijo participó en la edificación.
Hasta hace poco más de un año, en el lugar donde hoy se encuentra la
casa en la que desemboca el sofisticado túnel por el que presuntamente
se escapó el narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán, no había
nada más que hierba. Eso dicen los vecinos de la zona, que coinciden al
asegurar que en el verano de 2014, sólo unos meses después de la captura
del capo, alguien compró el predio y levantó la casa con gran rapidez.
El domingo, 12 horas después de la fuga, ninguno de los vecinos con
los que habló The Associated Press había sido interrogado por las
autoridades.
Tres personas de distintas viviendas —todas cercanas a la que
escondía el túnel— y que hablaron bajo la condición de mantener el
anonimato, mencionaron que una furgoneta blanca iba y venía del inmueble
a menudo, y que esa gente "emparejó" el camino de terracería, pero
ninguno pensaría que el famoso narcotraficante pasara tan cerca.
Una de esas personas dijo que su hijo trabajó de albañil en la
construcción de la casa, que recibió buena paga por ello y que ésta se
hizo en sólo tres meses. La mujer, como los demás, se mostró extrañada
de que por ahí escapara El Chapo, pero ella fue la única que
mostró ciertas sospechas hacia los nuevos vecinos, ya que el hombre que
conducía la furgoneta blanca y que pasaba a menudo frente a su casa le
causó buena impresión.
La casa del túnel es una construcción con una parte que asemeja una
vivienda de un solo piso y ventanas, mientras que la otra parte es de
mayor altura —como si fuera un almacén o bodega. Los ranchos más
cercanos, de apariencia similar, se encuentran a unos 300 metros y son
habitados por granjeros y campesinos.
La prensa no tuvo acceso al interior de la propiedad, pero en unas
fotografías divulgadas por la fiscalía general se logra apreciar la
salida del túnel —un pequeño agujero rectangular con unas escaleras—, un
espacio amplio con ropa usada y calzado tirados por el suelo, así como
una pequeña cocineta.
El inmueble se encuentra en la colonia Santa Juana, municipio de
Almoloya, a 100 kilómetros al oeste de la Ciudad de México, y a 1.5
kilómetros del penal de máxima seguridad del Altiplano, que se divisa a
la perfección desde la pequeña loma en la que se levanta, y a unos tres
kilómetros de una base militar, el Octavo Regimiento Motorizado del
Ejército —situado en dirección contraria a la prisión y formando un
triángulo con ella y la casa del túnel.
Uno de los rancheros dijo que a los nuevos dueños no se les veía
mucho, pero llegó a coincidir con un hombre y una mujer, aparentemente
un matrimonio, que eran muy educados.
"Un día llegaron mis vacas hasta la casa pero yo no vi nada raro",
declaró el hombre de 74 años, cuyas tierras se encuentran a un lado de
la casa del túnel, por otro lado al canal que bordea el penal, y por un
tercer lado con un terreno federal militar.
Su hijo, un trabajador de una cadena de repuestos de coche y que
acompaña a su padre los fines de semana, admitió haber escuchado la
llegada de un helicóptero sobre las 9:30 o 10:00 de la noche, pero que
no le sorprendió hasta que se comenzaron a escuchar jaleos de las
patrullas, ya que a menudo aterrizan helicópteros en la prisión o en la
zona militar.
"No quisimos ni asomarnos", dijo el hombre mientras cuidaba sus caballos.
La única persona que afirmó haber visto algo sospechoso fue la madre
del albañil, un joven de 20 años que ahora vive en la Ciudad de México.
Ella habla de dos diferentes propietarios: El primero un señor de unos
70 años que dirigió la construcción, y de un hombre más joven y gordo
que conducía la furgoneta blanca.
"Debió costar muchísimo dinero porque son unas cinco hectáreas",
señaló. "Al ver pasar a los trabajadores mi hijo les preguntó si tenían
chamba (trabajo) le dijeron que sí y eso hizo, le pagaban bien. Eran
como unas 12 personas las que construyeron la casa. Yo pensé preparar
tortas para írselas a vender a los albañiles y así me sacaba algo, pero
mi hijo dijo que no hacía falta".
Su hijo le comentó posteriormente que ya no le darían empleo porque
el anciano había vendido la casa y el nuevo dueño traía a sus propios
trabajadores, añadió la mujer. Ella fue la única persona que dijo haber
visto una "máquina amarilla, como una excavadora". El resto de los
vecinos sólo afirmaron que cuando se empezó a levantar la casa vieron un
camión con material de construcción.
La mujer agregó que "el gordo" solía ir con dos o tres personas que
parecían trabajadores y que la semana pasada, cuando "estuvieron echando
tierra al camino", notó que uno de sus acompañantes, que viajaba en la
parte trasera de la camioneta, traía "los brazos llenos de lodo".
Un tercer ranchero, de una vivienda un poco más alejada, coincidió en
las fechas en las que se construyó la casa y señaló que los vecinos
decían que eran personas que llegaron de Guerrero, si bien reconoció que
él nunca habló personalmente con ellas.
La zona cercana a la prisión es un área muy tranquila por la que se
sale a una carretera que por un lado permite llegar a Zitácuaro, en el
estado occidental de Michoacán, y por el otro a Valle de Bravo, en el
Estado de México y se enlaza con la carretera de Morelia, Michoacán, y
Guadalajara, Jalisco.
Todos los caminos que llegan a la casa desde la que supuestamente se
ideó la fuga son de terracería. Por ellos tuvieron que trasladar todos
los elementos necesarios para elaborar una obra de ingeniería como la
que describió el comisionado nacional de seguridad Monte Alejandro
Rubido: un túnel con tuberías de PVC al que se accedía por unas
escaleras de la celda de máxima seguridad de El Chapo y que no sólo contaba con iluminación, sino con una "motoneta con raíles" supuestamente utilizada para sacar la tierra.
Por esos caminos de terracería también tuvo que salir
previsiblemente el famoso capo, aunque nadie vio, oyó ni quiere decir
nada más. (La Jornada)
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