Columna: CLAROSCUROS
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Gabriel Manuel Fonseca Hernández. |
Muertos y desaparecidos:
No al cáncer del olvido.
Por José Luis Ortega Vidal
(1)
El primero de junio del 2011 el cuerpo del reportero Noel
López Olguín fue encontrado dentro de una fosa clandestina en el municipio de
Chinameca.
Había desaparecido desde marzo, en su natal Jáltipan.
El asesinato del colaborador en periódicos impresos de
Acayucan es apenas un hilo que conduce a una madeja infame: la de los
periodistas muertos o desaparecidos en México y de modo particular en el estado
de Veracruz durante los últimos años.
El pasado lunes 17 de septiembre, se cumplió un año tras la
desaparición de Gabriel Manuel Fonseca Hernández.
Conocido como “CUCO”, el joven acayuqueño contaba con 18
años de edad y trabajaba como reportero para “El Mañanero”, un periódico que se
imprime en el municipio de Oluta y circula en la región de Acayucan.
Desde chiquillo se fue acercando a los reporteros y un día
–de pronto- ya era parte del gremio.
Empezó a estudiar la preparatoria en el sistema de educación
abierta.
Era notable su deseo de superación y el sueño de convertirse
en periodista profesional.
Gabriel Manuel Fonseca Hernández nació con esa vocación.
La última vez que se le vio en un evento público fue la
noche del Grito de Independencia del 2011 en el Palacio Municipal de Acayucan.
La información que circula en torno a lo sucedido después es
muy confusa; se enreda en una suerte de “teléfono descompuesto”, cruel y para
muchos fatal.
A ciencia cierta nadie sabe –en apego a una historia
demostrable- el destino de este muchacho y los motivos que llevaron a su
desaparición.
Lo único cierto es que sus padres presentaron una denuncia
sobre su ausencia y que Gabriel Manuel forma parte de las estadísticas de
periodistas desaparecidos o violentados en nuestro país durante los últimos
años.
“En mayo, Reporteros Sin Fronteras informó que en México 83
periodistas fueron asesinados en una década.
A continuación la lista de los reporteros asesinados en lo
que va del 2012.
6 de enero. Raúl Régulo Garza Quirino, colaborador del
semanario Última Palabra en Cadereyta es asesinado al interior de su vehículo
en Nuevo León.
28 de abril. Regina Martínez Pérez, corresponsal del
semanario Proceso es encontrada sin vida en su departamento en Veracruz.
3 de mayo. Con huellas de tortura aparecen los cuerpos de
Gabriel Huge, fotorreportero de Notiver, y Guillermo Luna, foto-reportero de la
agencia Veracruznews, así como de Esteban Rodríguez, fotógrafo del Diario AZ;
son hallados en un canal de aguas negras en Veracruz.
13 de mayo. René Orta Salgado por más de 20 años fue
reportero de la fuente policiaca para el periódico El Sol de Cuernavaca, fue
encontrado en Morelos en el interior de una camioneta.
18 de mayo. Marco Antonio Ávila García cubría la fuente
policíaca para los periódicos El Regional de Sonora y Diario Sonora de la
Tarde. Plagiado un día antes, es encontrado muerto en Ciudad Obregón, Sonora.
9 de junio. Stephania Cardoso reportera de la fuente
policíaca del periódico Zócalo de Saltillo es reportada como desaparecida.
14 de junio. Víctor Báez, editor de la sección policiaca del
periódico Milenio, tras ser plagiado su cuerpo fue encontrado sin vida en
Xalapa, Veracruz.”
http://www.eluniversal.com.mx/notas/853557.html
(2)
Hay más: el 24 de julio la Procuraduría de Justicia del
Estado (PGJ) dio a conocer la desaparición del reportero gráfico Miguel Morales
Estrada, en Poza Rica; al norte de la entidad jarocha.
Y ahí no para: la espiral de violencia en nuestra sociedad
abarca todos los ámbitos.
Ayer -18 de septiembre- se cumplió un año de la desaparición
de Francisco Peyrefitte Aguileta, un líder de microempresarios tortilleros en
la región sur que el 19 de septiembre del 2011 tomaría protesta como nuevo
dirigente de la CNOP en el Comité Municipal del PRI en Coatzacoalcos.
Como en el caso de “CUCO”, a la fecha no hay datos concretos
que permitan definir si Peyrefitte Aguileta –que empezaba a despuntar en la
política porteña- vive o no.
Francisco -como otros hombres, mujeres, jóvenes de ambos
sexos- simplemente desapareció.
(3)
Es una verdad de Perogrullo pero vale la pena repetirla en
forma interminable: la nuestra es una sociedad cada vez más deshumanizada.
Somos una sociedad en descomposición.
Hemos perdido y cada día perdemos más valores morales,
sociales, cívicos, éticos.
Creemos que la indiferencia es un refugio y nos equivocamos.
Pensamos –sin razonar- que: “mientras no me pase a mí o a mi
familia, estoy a salvo”.
Grave error: este pensamiento nos vuelve insensibles,
egoístas y torpes.
Ver cómo muere o desaparece mucha gente alrededor y no hacer
nada nos convierte en cómplices y nos coloca en la lista de futuras víctimas.
Tomar conciencia de lo que está pasando, vigilar nuestro
entorno, cuidar y hablar con nuestros hijos; denunciar en la medida de lo
posible; cuidarnos, ser solidarios, rezar, orar, educar, actuar como ejemplo,
evita la complicidad.
Estas -y muchas otras- son formas de evitar que la sociedad
se nos siga saliendo de las manos.
Y lo más importante: que los ciudadanos seamos las víctimas
principales de este drama.
Hoy más que nunca el papel de la sociedad civil es clave.
A las autoridades sólo se les puede exigir que cumplan con
su deber y a nosotros nos corresponde vigilar que así suceda.
De no ocurrir, en su momento y en su circunstancia debemos
señalar a las malas autoridades y cuidarnos de no errar a la hora de elegirlas.
Ante la guerra que vivimos, los ciudadanos debemos ser
pacíficamente activos; astutos; participantes de una inteligencia colectiva;
estar informados.
La condición de un Estado fallido implica cierto caos, producto
de las complicidades.
En una condición de anarquía política, ya no se sabe quién
es quién y no se puede confiar en ninguno de los equipos que están sobre la
cancha: cualquiera puede meter goles, pero todos pueden meter autogoles y
echarle la culpa al rival.
La de Luis Donaldo Colosio fue una muerte de Estado. La del
Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo también –según afirmaciones del Obispo
Sandoval Iñiguez. La de Juan Camilo Mouriño, es otro caso semejante –según la
periodista Anabel Hernández-.
(4)
Hay lectores a cuyos ojos estas afirmaciones serán
candorosas e inútiles.
Espero cambiar sus puntos de vista y sumar el respaldo -con
sus voces y comunicación- de aquellos que coinciden.
La salida de México está en una Sociedad Civil más
preparada, más consciente, más involucrada, más politizada, más democratizada.
El Estado mexicano está en crisis desde la mitad del siglo
XX.
Los modelos de gobierno que se han venido ensayando desde la
época posterior a la Revolución de 1910 han fracasado; incluyendo a los dos que
han operado en el siglo XXI.
(5)
Empecemos por algo: No olvidemos.
No demos cabida al cáncer de la indiferencia.
Recordemos a Gabriel Manuel Fonseca Hernández.
Recordemos Francisco Peyrefitte.
Recordemos a todos los desaparecidos y desaparecidas.
Pensemos que están bien, que Dios lo cuida como a todos
nosotros.
Deseemos su bienestar y llevemos su recuerdo en el corazón.
Esto es parte esencial de lo que podemos, debemos, tenemos
que hacer ante el atroz momento histórico que vivimos.
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