martes, 3 de enero de 2012

Columna: CLAROSCUROS

Por José Luis Ortega Vidal


(1)


Cómo pocas veces en su historia, México ha despedido un año de profundos claroscuros.
El 2011 ha sido un periodo en el cual nuestro país se enfrentó a una circunstancia dialéctica que al final de la jornada lo muestra débil, sorprendido por un ventarrón que lo deja desnudo; frente a un espejo donde la imagen que México ve de sí mismo le provoca estupor, sorpresa, pasmo, pero también una depresión cruel.
¿Qué me pasó? ¿Cómo me puede hacer esto? Son preguntas que México se puede hacer hoy, primero de enero del 2012 y en la búsqueda de las respuestas y el hallazgo de las soluciones se inscribirá ni más ni menos que nuestro futuro.


(2)


En lo económico cerramos el año con un 4 % de crecimiento, pero al mismo tiempo se pronostica un crecimiento de sólo el 2.5 % para el 2012.
Por otra parte, el Producto Interno Bruto del país, promediado en los últimos cinco años –a partir de la estrategia en materia de seguridad del actual gobierno- es del 1 %.
Con una tasa de empleo que no supera el 2 %.
La Presidencia de la República informó que en noviembre pasado la tasa de desempleo del país osciló en el 4.97%, contra el 5.28% que se tuvo un año antes, en el mismo rubro.
A estas cifras, nada halagüeñas, debemos añadir los rezagos estructurales históricos que el sexenio que culmina este año fue incapaz de atender a fondo y dejar solucionados.
Esto, incluye al oligopolio que se ha beneficiado de la riqueza nacional de manera injusta y durante un siglo: dueños de medios de comunicación; de manufactureras; de telecomunicaciones; de algunas áreas exclusivas de la producción primaria y de la banca.
Cuando el PAN llegó al poder –doce años atrás- el país presentaba rezagos educativos; de privilegios políticos en manos de la partidocracia; una economía de tercera división en el panorama mundial; una distribución decimonónica de la riqueza nacional y una injusticia social que ni la Guerra de Independencia, ni la Reforma Juarista ni la Revolución de 1910 pudieron evitar.
70 años de priato –nos dijeron- habían sido los responsables de una casa que se quemaba por todas partes.
Somos los bomberos decentes que México necesita, afirmaron los panistas y la sociedad civil les dio el voto en el 2000 y el poder oligopólico se los ratificó en el 2006.


(3)


En once años y el doceavo contando, apenas avanzamos en un sistema electoral sin consolidación y en peligro de volver al pasado ante el primer descuido de la sociedad civil.
Un manejo más responsable del sector fiscal y la protección de las reservas monetarias ante los avatares partidistas, representan –sin duda- uno de los muy escasos aspectos positivos de un rostro sangrante: el de nuestra economía general.
¿Con eso alcanza?
Desde luego que no.
La banca comercial mantiene su rostro avaro y sus privilegios de enriquecimiento a costa de la población y con la complicidad del Estado.
El ciudadano vive indefenso ante la banca le presta un paraguas en época de sol y se lo arrebata a muy alto costo cuando llueve.
Y el gobierno, lejos de defender a su patrón que es el ciudadano, actúa como cómplice del ladrón.


(4)


Los partidos políticos, como tirios y troyanos, se han defendido con todo ante la posibilidad de soltar el poder a los ciudadanos.
Literalmente todos los partidos del país, empezando por los tres principales: el PAN, el PRI y el PRD, se han comportado como tres de los más avezados miembros de la banda de Alí Babá y los 40 Políticos.
Todos, juntos en ese tema, le niegan a los mexicanos el acceso a un patrimonio que les pertenece: el poder político.
Las Reformas Estructurales son uno de los principales pendientes en el México de hoy y el 2011 cierra con ese pendiente.
Aunque se echen la culpa unos a otros y aun cuando prometen que de llegar al poder la izquierda, la derecha o el centro esto cambiará, en la práctica todos mienten.
Por sus obras los conoceréis dice la Biblia y de los partidos políticos en México –sin excepción- los ciudadanos sólo hemos recibido robos, saqueos, abusos y abandonos.
El país debe transitar por el camino de la participación civil en el manejo del poder y en ese sentido el año que ha terminado significóun retraso, antes que el mínimo avance.


(5)


A todo lo anterior, añádale el tema de la inseguridad.
La delincuencia no es causa.
La delincuencia es consecuencia de una sociedad sumida en sus condiciones dialécticas.
La lógica no es: Robo, luego fracaso.
La lógica es: Fracaso, luego robo.
Pero en el México del 2011, hemos llegado a una cifra de muertos que ya supera los 50 mil, como consecuencia de la guerra calderonista contra el crimen de organizado iniciada 5 años atrás.
Y el resultado es terrible, sin precedentes: Fracaso, luego robo, luego mato…


(6)


México padece un daño estructural originado durante décadas de gobiernos postrevolucionarios, tricolores y azules.
Pero no todo es un asunto de gobierno y de partidos: pagamos el alto precio de mantener a un grupo de las familias más ricas del planeta en un país con más de la mitad de su población –de 113 millones- sumida en la pobreza.
De hecho, en México contamos con el hombre más rico del mundo: don Carlos Slim.
¿Cómo le hacemos los mexicanos para contar con semejante privilegio?
Muy simple: el segundo hombre más rico del país es “El Chapo”Guzmán.
He ahí el producto de una contradicción funesta: una sociedad desequilibrada, un Estado con daños en su Estructura, deviene eso: en la riqueza absurda, surrealista; pero crudamente cotidiana.
La delincuencia cubre espacios que el Gobierno y la Ley son incapaces de atender: la falta de educación, de empleos suficientes y de acceso a un mejor nivel de vida contribuyen a la generación de delincuencia.
La ausencia de justicia fiscal, económica, social; la conservación de los privilegios, de los monopolios, los oligopolios y el incremento de la pobreza contribuyen a la generación de delincuencia.
Y para acabarla de amolar en lugar de enfrentar esta cruel realidad, en lugar de actuar con la inteligencia que implicaría el uso de las Reformas Estructurales y la aplicación de la Justicia en los diversos órdenes de nuestra realidad, en el periodo 2006-2011 nuestro gobierno decidió jugar a los malos contra los buenos, al pleito de policías contra ladrones; en suma, a una guerra equívoca desde su origen y fracasada.
El 2011, marca de forma clara y contundente el fracaso de la guerra del calderonismo.
Ningún Estado que se precie de inteligente, combate problemas estructurales con armas de fuego.
Es como combatir un cáncer con mejorales.
Los resultados –desde luego- son funestos.
No se puede aspirar a un final distinto.
Y henos aquí, entonces, con un 2012 que inicia peor que cualquiera de los últimos años en las décadas recientes de la historia de México.
No es un asunto maniqueo.
No es un tema de optimismo o pesimismo.
Seamos realistas o no encontraremos las respuestas.
Los círculos no tienen cuadraturas.
Lo mejor es que el partido y candidato ganador en julio próximo concreten las Reformas pendientes; lo mejor es que la sociedad civil apresure su paso hacia el rescate de sí misma; lo mejor es que los privilegiados repartan el pastel, so pena de que el fuego los consuma, porque –lo reconozcan o no- el calor mortal irremediablemente los ha alcanzado.

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