Columna: CON RUMBO AL SUR. . . .
Por Angel Gabriel FERNÁNDEZ
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El historiador Román Fonseca -- de la Unidad Regional de Culturas Populares, dependiente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, CONACULTA--, me presumía: (cuando cruzábamos aquellos caminos en los que se ve mucha agua y que hacen que la mente retroceda y se imagine uno a aquellos hombres y mujeres primitivos) la Olmeca es la madre de las civilizaciones de Mesoamérica. Efectivamente: los tomos especializados califican a la Olmeca como la cultura madre de Mesoamérica. Los Olmecas tuvieron uno de sus asentamientos en el sur de Veracruz. Fue una civilización que se remonta al año 1150 antes de Cristo. Tenían la costumbre se vivir en las cuencas de los ríos, porque se movían por el agua. No hay constancia escrita de la estructura física de los olmecas: se los imagina uno chaparros, morenos, con rastros muy indígenas e incluso mongoloides. Ellos mismos se retrataron en las cabezas colosales encontradas en San Lorenzo Tenochtitlan, en el municipio de Texistepec: eran muy cabezones… Y eran, sí, primitivos, pero no pendejos, porque hicieron grandes monumentos con sus propias manos y se sabe que eran exitosos, trabajadores, que cuando iba a llover (porque ha llovido desde tiempos bíblicos y desde luego había inundaciones) se iban a zonas altas y evitaban inundarse. Eran, quizá, más precavidos que los actuales habitantes de aquellas cuencas de los ríos Coatzacoalcos y Chiquito que año con año se van a pique.
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Pero aquellas tierras cultivadas por los olmecas, aquellos caminos andados por aquellas gentes, hoy no tienen esplendor de antaño. Hoy, los caminos de Texistepec, para llegar a San Lorenzo Tenochtitlan, son zona de desastre. Son zona de desastre desde hace aproximadamente un año cuando el paso de los huracanes. Los lugares de aquellos ídolos de piedra y barro fueron olvidados. Sus caminos destrozados ni siquiera causan asombro: causan lástima. Los puentes están todos como si hubieran sido bombardeados por las fuerzas aliadas que pretenden derribar a Muhamar Gadafi. Pero no es Libia: es el camino hacia el lugar que fue asiento de la madre de las culturas en Mesoamérica. Es el sur de Veracruz. Los que administran el Fondo Nacional de Desastres Naturales (FONDEN), han de saber pura chingada de la cultura olmeca. En sus amplias oficinas climatizadas, no han de tener a la mano un mapa que les señale el lugar donde encontraron las cabezas colosales que se exhiben en el Museo de Antropología de la Ciudad de Xalapa, de las cuales unas réplicas están en el malecón del puerto de Coatzacoalcos. No han de tener ni idea de que en el sur de Veracruz, en Texistepec, hay más cosas que investigar, hay que escarbar más o cuando menos que los caminos deben estar transitables para que lleguen los turistas ya no a conocer los vestigios arqueológicos (porque la rapiña estuvo en alta y todo se han llevado), sino para cuando menos recordar con nostalgia que allí vivieron hombres y mujeres excepcionales.
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Porque si los Olmecas no tenían malas costumbres o malas mañas, los que le sucedieron sí: Una madrugada, a los habitantes de San Lorenzo Tenochtitlan todo se les volvió oscuro. Cortaron la energía eléctrica del pueblo y calles y casas quedaron como la boca del lobo que ordenó el saqueo. Entraron decenas de policías de Seguridad Pública del Estado y enormes plataformas movidas por tráiler, para llevarse las originales cabezas colosales que habían construido los olmecas. Los dejaron sin historia. Les arrebataron sus recuerdos. Les quitaron las figuras que les servían de emblema y que les servían, también, para presionar a las autoridades para que no se olvidaran de llevar beneficios sociales a esa comunidad. Sólo por eso recuerdan al ex gobernador Agustín Acosta Lagunes, porque dicen que el ex mandatario a través de sus achichincles enclavados en la zona olmeca, fue el artífice del saqueo. Hoy, las piezas arqueológicas se exhiben en el Museo de Antropología de la Capital del Estado, que no es más que el museo particular de Acosta Lagunes.
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Pese al saqueo, al olvido y a que sus calles sólo se llenan de polvo porque ninguna está pavimentada, San Lorenzo Tenochtitlan siguió haciendo historia. En el año 2008 (el 28 de enero) fue escenario de una sangrienta riña política que dejó como resultado una persona muerta. Los hechos fueron tan publicitados que hasta dieron para un Premio Nacional de Periodismo, porque un reportero tomó fotos precisas de los pistoleros y del arrastre del cadáver. Los hechos tuvieron dos protagonistas: uno, el entonces alcalde Saúl Reyes Rodríguez que acompañado de decenas de ciudadanos quiso imponer la ley y quitar un retén en el que se cobraba a los automovilistas; el otro fue Víctor Fernández, alias “Poblete”, el líder del pueblo. La disputa política acabó a balazos. Un policía muerte, una familia desamparada y hombres prófugos. Las fotos que hicieron ganar un premio lo decían todo: hombres con pistolas y escopetas en mano atacando a la comitiva del Alcalde… por otro lado, ciudadanos desesperados arrastrando el cuerpo del baleado. Pero así como no se le ha hecho justicia a la cuenca Olmeca, tampoco la justicia fue muy clara en torno a esos hechos. El muerto, bien muerto; su familia, bien resignada… el que encabezaba a los pistoleros, bien libre y en las calles del pueblo. Ni las fotos del premio fueron suficientes para demostrar que alguien o algunos debieron ir a la cárcel por el muertito. Todos libres, ya sin retén que cobre a la entrada al pueblo… aunque con un ciudadano menos… ah y sin las cabezas colosales. Así está San Lorenzo Tenochtitlan.
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Los olmecas debieron ser persistentes, tercos dirían algunos. Ni los saqueos históricos, ni las inundaciones ni los balazos y los muertos los doblan. La tarde del martes, la plaza del pueblo estaba medio llena porque era el cierre de campaña de un candidato a la Agencia Municipal. La pura demagogia…la política al purito estilo mexicano. Era un parque casi sin luz en la que el candidato ni se veía, pero se escuchaba que prometía las perlas de la Virgen y los regalos eran generosos: despensas, pollos y hasta un becerro se iba a rifar. Ojalá que no se hayan olvidado ya de sus cabezas. Ojalá la gente de San Lorenzo Tenochtitlan se acuerde de exigir que les arreglen sus puentes.
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