martes, 24 de mayo de 2011

Mujeres que mandan . . . . .

CON RUMBO AL SUR…

Por Angel Gabriel FERNÁNDEZ

(1)


Una compañera de estudios, convertida hoy en catedrática universitaria, me solicitó sugerencia para una serie de ensayos acerca de las mujeres. Como tengo la mala costumbre de querer compartir mis lecturas, le comenté que las mujeres en sí han gobernado desde siempre. Que no han accedido al poder sólo porque se hayan instituido días de festejos en honor a la libertad femenina.
Di una serie de ejemplos: Cleopatra dominó a Julio César, era el poder detrás del trono. María Eva Duarte, conocida como “Eva Perón” detentó el poder en Argentina; no era una hembra detrás del coronel Domingo Perón: era una gran hembra al lado de quien gobernaba allá en las pampas. María Bartola fue considerada la primera mujer historiadora de América y Azcalxochitzin (“Flor de Hormiga”) esposa de Netzahualcoyotl luchó duro contra el conquistador español, pero cuando vio que los comandados por Hernán Cortés traían caballos y cañones --desconocidos por los indios— se retiró a meditar y a planear nuevas estrategias.
Eva Braun era la domadora de Hitler. Lo tuvo a su lado hasta que decidieron pasar a mejor vida cuando ya los ejércitos aliados iban por él.
Los Tigres del Norte dicen que “también las mujeres pueden y además no se andan con cosas/ cuando se enojan son fieras esas caritas hermosas/ y con pistola en la mano se vuelven re peligrosas”.


(2)


No he tenido oportunidad de dialogar largo y tendido con la alcaldesa de Acayucan, Fabiola Vázquez Saut. Es esta ocasión, –aprovechadito que soy—la oportunidad para solicitarle una entrevista formal para que me hable de su sistema de gobierno, de sus proyectos, de sus sueños.
Pero de entrada, para que me deje decirle que una de mis frases favoritas es esta: “se puede gobernar con todo, menos con miedo”.
Un mundo sin autoridad no es mundo, sería un desmadre. Por eso no me disgusta –al contrario, me demuestra que el que manda, manda—que en la calle Victoria, frente al parque Juárez de Acayucan, se libre un estacionamiento especial para la alcaldesa y que haya un policía vigilando la puerta de acceso al departamento. A varios presidentes municipales de la región les he recomendado tener policías vigilando sus casas particulares porque la ley lo permite y hasta lo autoriza. También me agrada cuando las autoridades meten a trabajar a sus amigos cercanos, pues ni modo que metan a sus enemigos.
Una fuente fidedigna me contó que en una ocasión Fabiola Vázquez se enfrentó verbalmente con el que era inspector de la policía, Alberto Martínez Mota y que le dijo que no servía para nada. Lo hizo esa pequeña mujer, seria, de lentes eternos, mientras el resto de la ciudadanía temblaba ante ese troglodita.


(3)


El viernes 13 de mayo, cuando en las instalaciones del DIF municipal se llevaría a cabo un evento con la Sonora Dinamita, en el marco del Carnaval, la gente se aglomeraba porque quería entrar; hubo el peligro de un zafarrancho mayor, de gente aplastada, de que hubiera heridos. Alguien le aviso a Fabiola Vázquez de cómo estaban las cosas y la primera autoridad ordenó con firmeza:
- “Que entre toda la gente, que todo sea gratis”.
Dicen que los organizadores alegaron que se tenían que pagar algunos miles de pesos a los artistas; Fabiola firme: “Que la gente entre gratis, yo respondo…”.
La entrada al DIF, donde estaba el Carnaval, costaba 30 pesos.


(4)


El jueves 18 algunos empleados municipales sindicalizados se quisieron pasar de rosca. En pleno horario de trabajo se fueron a protestar a la estancia Migratoria; querían llamar la atención del Gobernador del Estado y del Secretario de Gobernación.
Los empleados tienen derecho a protestar, pero no tienen derecho a dejar tirado su trabajo.
El caso demostró que alguien en el palacio municipal no estaba haciendo bien su trabajo, en este caso la Oficial Mayor Leticia Sánchez Baruch, oficial mayor, encargada de checar de que todos entren a su hora y que se mantengan en sus puestos de trabajo. La tuvieron que despedir porque ni ella misma, la Oficial Mayor, cumplía con su encomienda, pues a las dos de la tarde dejaba su trabajo para cumplir con su horario de profesora.
Así debe ser.
No le tiembla la mano dura Fabiola Vázquez, porque si le tiembla, al ratito los empleados sindicalizados van a hacer pachangas en horas de trabajo.


(5)


Con todas las tablas políticas que tiene por haber sido alcaldesa de Acayucan en el periodo 2005-2007, luego diputada federal y actualmente otra vez en la alcaldía de Acayucan, Fabiola Vázquez debe estar en una encrucijada:
Escucha las voces de acayuqueños que piden que se erija una estatua a Cirilo Vázquez Lagunes, su fallecido padre, quien fuera promotor deportivo, impulsor ganadero y benefactor de campesinos, estudiantes, amas de casa, religiosos y de muchos.
Pero además de escuchar esas voces, de atenderlas, de sopesarlas, tiene que tomar en cuenta que por su posición de primera autoridad municipal, podría ser objeto de críticas, porque habría quien dijera que abusando del poder quiere loar a su padre.
Personalmente no creo que se trate de solamente de una puntada, de un deseo particular de Fabiola Vázquez, porque el nombre de su padre no necesita estatuas: su nombre es referencia obligada en la zona de Acayucan y su recuerdo es perenne.
Digo que el recuerdo es perenne porque he leído el nombre de Cirilo Vázquez Lagunes en tratados especializados de historia y de antropología. Su labor como ganadero y como impulsor de sembradíos en el sur de Veracruz y en parte del Istmo, aparece escrita por plumas de investigadores extranjeros.
De extirpe revolucionaria, Cirilo Vázquez es descendiente del mayor y luego general Ponciano Vázquez, cuyas hazañas aparecen en el libro “Un Soldado del Pueblo” en el que se narran sus intervenciones al lado de Ignacio de la Llave y otros personajes.
Y Cirilo Vázquez tiene ya un espacio bien ganado en el sur de Veracruz, en Acayucan. Sin necesidad de estatuas, hay ciudadanos como los de la calle Prolongación Santa Rosa en la colonia Morelos, que narran cómo un día le pidieron a Cirilo que los ayudara para hacer unas banquetas, y que luego de sentarse a dialogar con él bajo unos laureles de la India, los terminó ayudando para que pavimentaran su calle.
Una estatua del padre de la alcaldesa está ya en la mente de los padres de familia del TEBA de Oluta, en donde hizo varios salones; tiene estatuas en la mente de alumnos que necesitaban apoyo para su baile de graduación, otros para sus viajes. Tiene estatuas en varios campos deportivos a donde llegaba a jugar beisbol o simplemente a ver los partidos y terminaba regalando bats y pelotas.
Hasta en las Iglesias lo recuerdan, porque regaló cemento para muchas capillas y a veces ponía las vacas para las fiestas a los santos patronos.
Como en todo sistema de gobierno, las propuestas las debe escuchar Fabiola. Si el pueblo, los deportistas, los colonos, los campesinos, le piden hacer una estatua a Cirilo Vázquez; si hay consenso popular, si es la gente la que está dispuesta a recordarlo de esa manera, pues hay que darle gusto, pero que se escuchen las voces y que se elija el lugar exacto para colocarla.
Seguramente la gente lo querrá ver en un lugar vivo; con su gorra de beisbol y con su inseparable “Tobi” en los brazos, aunque esculpido en bronce. Hay colonias como la Chichihua donde lo recuerdan porque donó los terrenos; hay espacios como en las inmediaciones del estadio de beisbol.
Si el pueblo lo quiere, que se haga.
Que no le tiemble el pulso a Fabiola.
La genta que decida; ella que ejecute.
Pero que se haga a un Cirilo sonriente, no como otras estatuas enojadas que abundan por todas partes.
Pero mientras llega la estatua, ahí está el recuerdo de Cirilo: en los libros, en la historia.
Yo los vi.

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