Columna: CON RUMBO AL SUR… Por Angel Gabriel FERNÁNDEZ
(1)
“Estos eran dos amigos
Que venían de Mapimí…
Que por no venirse de oquis
Robaron Guanaceví…”.
Originalmente, esta columna iba a ser dedicada para “los tres amigos”, pero la lista se redujo a dos porque realmente uno de ellos merece “trato especial”, porque de él (el tercer amigo) depende la salud pública y la vida de miles de veracruzanos.
De los dos amigos que aquí se tratará, no hay más que decir que son funcionarios cuestionados, de los que no depende la vida de nadie más que la salud política de la región.
(2)
“Martín le dice a José
No te pongas amarillo;
Vamos a robar el tren
Que viene de Bermejillo…”.
En Veracruz sigue habiendo confusión: el Partido en el poder (el PRI) sigue siendo el Estado mismo. O al revés: el Estado sigue siendo el PRI. Malo para la democracia.
Es cierto que el Partido que gana las elecciones lo hace para gobernar, pero también es cierto que para esto último, debe escogerse a los más aptos, a los más capaces. Porque unos son los que hacen ganar a los candidatos –por su verborrea, por sus aplausos--, pero otros son los que lo van ayudar a gobernar.
En Acayucan está una oficina de Representación del Gobierno del Estado. Es una casona climatizada que está en la calle Vázquez Gómez. Pero es como un cuerpo sin alma. Es como el carrizo: bonito por fuera, vacío por dentro. El encargado de la misma, Martín Gracia, ni sabe qué hacer con el encargo que tiene ni tiene ganas de hacerlo. La oficina la tiene abandonada, dejando a cargo (en la recepción) a una mujer malencarada cuya presencia estaría mejor en la Inspección General de Policía.
El “mérito” que se le conoce a Martín Gracia es el haber sido un pésimo delegado del PRI en esta región. Sobre sus hombros pesan las derrotas priístas en los municipios de Sayula de Alemán, Soconusco y Texistepec. Operando a favor de su partido fue un fracaso. Cuentan quienes lo escucharon en algunos eventos, que confunde la oratoria con los gritos. En lugar de convencer, asusta. Confunde, porque al querer ser líder, se convierte en vulgar grillero.
A su llegada al distrito de Acayucan se dedicó a “galanear”; no aflojaba el teléfono celular enviando mensaje a sus “compañeras de partido”.
De buenas a primeras resultó que lo enviaron como representante del Gobierno del Estado, convirtiendo la oficina en inoperante porque no ha podido conciliar a los taxistas, no ha podido someter a los “piratas” y los priístas de Sayula, Soconusco y Texistepec lo esperan con los brazos abiertos para recordarle que sus recomendaciones para candidatos fueron equivocadas.
La oficina de representación del Gobierno debe inspirar confianza; los ciudadanos deben acudir a ella con la esperanza de que cuando menos los escuchen o que se hagan trámites para resolver sus problemas. Pero nada de eso ocurre: el encargado no llega a despachar y cuando llega parece tan enojada que casi están viendo la cara de Genaro García Luna, el titular de la Secretaría de Seguridad Pública que ha de tener problemas en el hígado.
Además, el yerro del Gobierno del Estado de enviar a un representante extraño, sin arraigo en estos municipios. Ese señor Martín Gracia no tiene tacto políticos para tratar con popolucas de Sayula ni con popolucas de la sierra de Soteapan. Exhibe una cara de “crudo” permanente…si no anda así, lástima de carita.
Pero si el gobierno se equivoca, el pueblo no. No tarda en que le vayan a hacer plantones y protestas, porque de nada sirve que tenga las puertas abiertas de la oficina si él no está… y con ese personal que se avienta.
(Un ejemplo: llega un ciudadano común y corriente a la oficina del Gobierno del Estado; solicita hacer una llamada telefónica de urgencia… y qué creen que dijo la “sargento” de la recepción: “ a ver si se puede, pero rapidito, que esta oficina no es para hacer llamadas”. Esos son los empleados del Gobierno del Estado… esos son los que tiene ahí Martín Gracia).
Ahí se lo encargamos al gobernador Javier Duarte de Ochoa.
(3)
“Amarillo no me pongo,
Amarillo es mi color;
He robado trenes grandes
Y máquinas de vapor…”.
Severo Zanatta Chávez es un dinosaurio. Un dinosaurio del PRI, del Estado… de la burocracia. No hay quien pueda dar una fecha precisa de la fecha en que tomó posesión como encargado del Registro Civil de Acayucan (por aquello de que no hay archivos o de que no hay acceso a ellos). Hay quienes dicen que fue en 1993, cuando el alcalde era Maximiano Figueroa Guillén.
Tiene, seguro, unos 18 años al frente de esa oficina.
Demuestra con eso que es el único acayuqueño “capaz” de estar en ese puesto. Las autoridades demuestran que eso de la “frescura” en el servicio público es puro rollo; que eso de que “hay que rotar a los funcionarios para que no caigan en vicios” es letra muerta.
Sus servicios como “oreja” del gobierno del Estado o sus habilidades como “mapache” priísta lo han mantenido en el puesto durante casi dos décadas. El único que lo puso en su lugar fue el alcalde opositor Radamés Trejo González, quien le suspendió el salario durante casi todo el trienio, pero no pudo destituirlo. Severo Zanatta aguantó sin sueldo muchas semanas, lo que dejó en evidencia que “sí cae” en esa oficina, que vivió de la pura “cáscara”. Se comprueba aquel cínico dicho de los políticos: “No me den, nomás póngame donde hay”.
Imagina Usted esta escena familiar: el niño le dice a su joven padre; “papá, aquí en mi acta de nacimiento está la misma firma del señor que te casó con mamá, según el acta de matrimonio; también está su firma en el acta de defunción de la abuelita”. ¿Es el mismo, papá?. El padre, incómodo por las cosas que ocurren en su Acayucan, tiene que responder: “si m’ijo, es la misma firma, es el mismo señor”. En efecto, la misma firma, la de Severo Zanatta Chávez. Casos como esos no se ven bien en un gobierno democrático.
No es sano para el gobierno tener ese tipo de fósiles.
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