jueves, 10 de marzo de 2011

Periodismo: nostalgia por la esencia humana

Por José Luis Ortega Vidal

Carlos Guillén Tapia fue un periodista acayuqueño que murió antes de la llegada de la Red Internet al mundo.

Don Carlitos –como le decíamos los amigos- conoció las computadoras y como nos sucedió a muchos tuvo una relación celosa, desconfiada, arisca con aquellos animalitos de botones y pantalla, muy diferentes a las máquinas de escribir de las viejas redacciones.

¿Facebook? ¿Twitter? ¿Periodismo digital? ¿Messenger?

Imposible, don Carlos se nos fue mucho antes de esta invasión cibernética y del arribo de una generación armada con celulares de cámara integrada, de black berrys pedantes, de grabadoras sin necesidad de cinta y dueña –en muchos casos- de una actitud como de quien trae la biblioteca de Alejandría en el bolsillo, disponible en todo momento, poderosa y convertida en propiedad privada…

Y lo más interesante: una generación que actúa bajo la idea de que su mundo virtual lo responde todo, sin necesidad de leer o de investigar por cuenta propia…

Con don Carlos -pienso en ocasiones- se nos fueron el amor a la biblioteca de anaqueles; la compañía acariciante de la libreta y el lapicero; la reporteada en eventos de largos discursos retóricos, donde la técnica consistía en anotar sólo fragmentos de frases clave y un ejercicio de memoria sin gigabytes ni reemplazos.

La redacción del café, del cigarro y las hojas rotas una y una vez entre cabellos arrancados por redactores de nervios sin control y jefes de redacción frenéticos, se ha convertido en áreas climatizadas, con conciertos individuales de you tube y un intercambio de notas y datos que están a punto de sepultar el concepto de la información exclusiva.

¡Caray!

¿Existe aún la figura del reportero solitario, celoso de su labor, investigador nato, convertido –a fuerza de cubrir la sección policiaca- en experto de conceptos de derecho, conocimientos médicos elementales, peritajes de choques y volcaduras…

Un reportero con la capacidad de observación suficiente para discernir cuándo se está ante un tipo inocente y en qué momento se encuentra frente a un cruel asesino de mirada dulce pero capaz de transformarse como un camaleón?

Ya.

Basta.

Es demasiada nostalgia para un Foro como éste.

Trabajo para el Diario Notisur en el Sur de Veracruz.

Se trata de un periódico presente en los distritos electorales que van desde Acayucan hasta Las Choapas y todos los días trato de adaptarme a la época de la tecnología y sus ventajas y el surgimiento inagotable de muchachos y muchachas que estudian en un montón de escuelas de comunicación y egresan cada año para enfrentar una realidad compleja, difícil en torno a temas como el laboral y el económico.

Observo un panorama con más profesionales de la comunicación que es muy distinto a las décadas donde el empirismo prevalecía en redacciones de diarios, en cabinas de radio y en escenarios de televisión.

Observo el cambio y no puedo evitar preguntarme:

¿Profesionales de qué?

¿Para qué?

Son cuestionamientos que me hago a menudo, respecto a las nuevas generaciones de muchachos que una vez enterados de que Joaquín López Dóriga es “un ticher” porque en sentido estricto no se le puede llamar maestro, simplemente terminan en las redacciones de los periódicos impresos y digitales que también están brotando por doquiera.

Bienvenida la nueva escena de la abundancia, me digo y me considero un privilegiado por haber vivido el traslado de una época del periodismo a otra que no termino de entender.

Ya la entenderé o en todo caso, si no lo logro, la culpa no será de la nueva época sino de mi torpeza para poder chatear, atender el facebook, vigilar el twitter y contestar la black berry, el nextel, y dos celulares…todo al mismo tiempo.

Eso es demasiado y ahí sí me perdonan pero no lo entiendo y no pretendo adaptarme a tanto.

A mi favor puedo decir que hay cosas que me quedan claras porque existen desde los años felices que compartir con don Carlitos Guillén.

A los periodistas de hoy, por lo menos a los periodistas del Sur de Veracruz, nos faltan mejores condiciones de seguridad para el ejercicio de nuestra labor.

Nos falta mayor preparación: la educación nunca ha sido, en esencia, un asunto de cantidad sin calidad.

Ambos conceptos van de la mano y nos estamos enfrentando al fenómeno de una generación que confunde las bibliotecas con museos de arqueología.

Por otra parte, el sueño de que los periodistas seamos dueños de nuestros propios medios forma parte de una realidad descarnada.

El capitalismo no es un sistema económico que premie sueños.

Se trata de un realidad que opera bajo la lógica simple y llana del dinero.

Si eres periodista y tienes dinero para invertir, tendrás un medio propio.

De otro modo no es mala la idea de ser empleado en algún medio de comunicación cuyo financiamiento provenga de un inversionista que no sea periodista, siempre que su origen sea legal.

Al respecto nos colocamos frente a una realidad que nos compete a todos:

La calidad es un producto muy cotizado en el mercado de la mano de obra periodística.

Si las escuelas de periodismo -públicas y privadas- mejoran la calidad de sus procesos de enseñanza, sus egresados se podrán defender mejor en un ámbito muy saturado de oferta de mano de obra y con escasa demanda al respecto.

Si los periodistas veteranos transmitimos a las nuevas generaciones el valor de la memoria propia y la riqueza insuperable de la comunicación que no tiene necesidad de estar peleada con la tecnología avasallante, estaremos contribuyendo a lo que no podemos darnos el lujo de perder: la esencia humana que es el corazón del periodismo.

El periodismo es ética, son valores, es camino, es transmisión de conocimiento, es retrato cotidiano de una realidad múltiple, diversa, difícil, rejega, llena de colores y matices y de naturaleza dialéctica.

Evoco a Don Carlos Guillén Tapia y siento la nostalgia por un periodismo sin tanta tecnología pero más ligado al lenguaje simple y cotidiano; añoro el sentido humano de nuestra labor.

Aprecio hoy un periodismo más lleno de oferta capacitada en universidades y repleto de aparatos de tecnología, pero más frío y más confuso.

Esa es mi apreciación, al menos, en el sur de donde vengo.

Veo a muchos políticos pendientes de lo que el periodismo hace y dice pero al pensar en este tema recuerdo que es un asunto añejo.

En México y en Veracruz a los políticos siempre les ha llamado la atención el periodismo como arma de combate…para sus causas.

Y claro que no.

El periodismo es esencialmente un ejercicio de libertad.

Lo demás, es otra cosa.

Seguridad y consolidación de la libertad es lo que se puede plantear esencialmente en este foro.

Ambas cosas nos corresponden a todos.

A quienes nos han convocado a esta reunión: las autoridades cuya labor esencialmente es política.

Y a quienes hemos sido convocados: los medios de comunicación, empresas en las que conviven los empresarios que aportan su capital y los técnicos del lenguaje, redactores; gente que hemos elegido una vida llena de palabras de cuya defensa, de cuya calidad y esencia, de cuyo cuidado como arma poética, no de unos cuantos, sino de toda la sociedad, somos responsables.

Si este foro sirve para que en los próximos seis años esas condiciones de la libertad, la seguridad y el respeto absoluto de las palabras por parte de quienes las lanzan al aire, de quienes las convierten en producto vendible y de quienes las transmitimos, se consolidan, habrá valido la pena estar aquí.

No perder el sentido humano de la política de comunicación social.

No perder el sentido humano del periodismo.

No perder la esencia humana de la sociedad.

He ahí el reto actual de todos.

Me dispongo a dirigir mis pasos a la parroquia por un lechero y unas canillas pero antes -desde luego- agradezco profundamente la oportunidad de haber sido escuchado y escuchar a todos ustedes.

Muchas gracias.

** Ponencia leía por el autor en el Foro ¿Y tu qué plan?, convocado por el gobierno del estado en la ciudad de Veracruz; a propósito de la conformación del Plan Veracruzano de Desarrollo 2011-2016, en el rubro de la comunicación social.

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