Déjame que te cuente…
Por Sergio M. Trejo González.
Andaba yo de buen humor, igual que ahorita… de buen humor, como ando siempre. Debe el lector saber que aunque a veces levanto mis tonos de voz o discuto “airadamente” solo es cosa del temperamento y del carácter, personalidad y una costumbre profesional de mostrar exigencia en a los derechos de la gente que represento. Por supuesto que me encabrono también pero eso no es algo cotidiano. Bien, el asunto es que en visita de trabajo que daba por el palacio municipal me permití un repaso por la regiduría “4rta”, buscando el beneficio de orden general que recordé me había comentado la señora Eva López Robinson. Ella me hizo referencia muy seria respecto al acceso lateral del Panteón Municipal que permanece cerrado (hablamos de la puertita esa, de la prolongación de la calle Dolores). Me dije: “vamos a escuchar que nos responde quien resulte responsable del cementerio”. Así, me apersoné en el cubículo donde se anuncia el edil Gonzalo Lara Cruz, como encargado del ramo. Estaban en la recepción dos personas: Una señorita, que por cierto me cae muy bien, hija y sobrina de entrañables amigos de infancia, y un sujeto “alegre” que no conozco, diría Chico Che: “Con modales parecidos a una dama”. Pregunté por el titular, me dijeron que no se localizaba a pesar de que era horario de actividades y por ello plasmé mi observación de tal ausencia notable haciendo patente además los motivos de la visita y, con los melindres característicos de este gremio, el tipo se esponjó respondiendo: “No hay dinero para pagar nuestro salario, menos vamos a tener para comprar una llave que abra tal portezuela… si a nosotras tampoco nos han pagado”. Comprendí que el ayuntamiento continúa en esa crisis de falta de liquidez económica y posiblemente le asiste cierta razón; por ello, exhorté me confirmara si no había sueldos todavía y en consecuencia no podían comprarse una ganzúa para abrir el candado de marras… El joven se transformó en chamaco o niña, como usted quiera llamarle, pasó de lo romántico que aparenta, a lo roñoso e histérica que puede ponerse una persona enojada: “Ni siquiera nos pagan”, dijo. Le pedí su nombre y eso lo sulfuró más, respondiendo que no tenía por qué proporcionarlo. Le inquirí que resulta más correcto llamar a personas por nuestro nombre y que los servidores de toda entidad pública deben tener incluso un gafete de identificación para saber con quién se está tratando asuntos oficiales. Me respondió que no trabajaba ahí y, en tal razón, traté de ignorarlo, con la obviedad que tal ave de paso no estaba más que entorpeciendo una labor detrás de tal escritorio de atención ciudadana. Perdió el glamour y se alborotó hasta el sofisma: “Como me tratan yo trato”, ignorando seguramente que la función del personal de un ayuntamiento no es la de responder a los cuestionamientos conforme al estado de ánimo personal o de manera selectiva sino democrática y pluralmente, con vocación de satisfacer necesidades colectivas.
Abundo que, servir: Implica ayudar a alguien de una forma espontánea, adoptando actitudes permanentes de colaboración hacia los demás. Una persona servicial en sentido estricto supone que traslada tal actitud a todos los ámbitos de su vida. Ayudando a otras personas en la calle, cosas que aparecen como insignificantes, pero que van haciendo la vida más ligera y reconfortante. Las personas que son serviciales siempre aparecen de repente con una sonrisa con predisposición y las manos tendidas. Servicial no es ser débil, incapaz de levantar la voz para negarse, al contrario, por la rectitud de sus intenciones sabe distinguir entre la necesidad real y el capricho. A veces nos encabronamos porque nos llaman cuando estamos relajados en nuestra casa (descansando, leyendo, jugando, viendo televisión), y decimos ¡Me lleva la chingada! Sobre todo cuando estamos en short y tenemos que salir a escuchar a quien llama la puerta. En este sentido, ser servicial implica superar estos pensamientos y actitudes, en otras palabras, quien supera la comodidad, ha entendido que en nuestra vida no todo está en el recibir, ni en dejar la solución y atención de los acontecimientos cotidianos en manos de otro.
Debo aquí subrayar que estoy tratando un renglón importante de conducta que se ha ido generalizando entre los empleados de confianza que se desempeñan en el ayuntamiento. Casi todos ponen mala cara y le dan prácticamente “El avión” al ciudadano común, mientras sonríen al que le puede favorecer; es frecuente observar el extremo de exageración de atenciones y cuidados a determinadas personas, por su posición con la familia Vázquez o con los regidores o el síndico. La caravana y lambisconería que se derrocha en esos corredores y privados resulta molesta y desagradable. Eso no es servicio, sino “servilismo”. En nuestro palacio se necesita gente que conceda respuestas de solución a problemas, con acción de gobierno serio, no con chocholeo sino en intención de brindar orientación a quien lo solicita, en la brevedad y con la menor molestia posible. Nada de eso hay por el momento ni la casa del pueblo. Pero regreso al punto del “Huerto del Señor”, que llevé a la regiduría de marras donde traté de explicar la gran necesidad de que el camposanto mantuviera abierta la puertilla para sepultar con mayor desahogo a los difuntos, pero… aquel güerito que pulula en la regiduría “4rta” ya no escuchaba ni sentía, estaba poseído… las chakras, de ese indefinido empleado, desarrollaban energía revolucionada. Era una flor abierta con pétalos de diferentes flores de todas formas y tamaños que salpicaban sus colores, crispado por la atmósfera que flota en la víspera del primer viernes de marzo. Llamó telefónicamente al panteonero para decirle cosas que nadie había pronunciado exigiendo de manera prepotente por su celular: “Goyo, ven para acá inmediatamente que se están quejando de ti”. Mejor salí, con la sonrisa en los labios, ignorando el coraje de una persona que no tiene valor civil para decir su nombre, que niega ostentar algún cargo en tal dependencia y luego ordena con altanería a un colaborador valioso, amigo y vecino mío, que puede estar haciendo algún quehacer importante. Que puede uno esperar de alguien que se sulibeya de tal manera sin escuchar el motivo real de la asistencia. De tal experiencia quedan algunas reflexiones que ahora les platico: Resulta importante la creación de algún reglamento de la Administración Pública del Ayuntamiento de Acayucan, que establezca como necesidad de una buena imagen institucional la portación de un gafete de Identificación, que cuando menos contemple como Política de Operación: Todo Servidor Público que tenga contacto directo con la ciudadanía o realice funciones de Supervisión, Inspección o Vigilancia en las Dependencias, Delegaciones y entidades paramunicipales deberá de traer en todo momento el Gafete de Identificación; tal Gafete deberá de contener, por lo menos la siguiente información:
- Foto del Servidor Público;
- Nombre, Apellido paterno y Apellido materno;
- Dependencia a la que pertenece;
- Puesto que desempeña;
- Número de Empleado,
- Nombre y firma del Titular de la Dependencia a la que este adscrito el Servidor Público.
Al margen de tal sugerencia amable, de identidad, resulta menester expresar mis cavilaciones acerca de la confesión pública, expresada en muchas colaboraciones que no soy homofóbico. Lo juro, lo reitero y lo repito. Desde que comencé a orinar en los pañales percibí para qué diablos sirve ese apéndice. Jamás he sentido ñáñara alguna que me haga titubear sobre mis preferencias. Sin embargo, una preocupación me embarga, me priva del sueño y me tiene a dieta, porque en mis dos últimos acercamientos al honorable ayuntamiento, tanto el señor Roberto Ovalle como el referido personaje que se desenvuelve en la regiduría “4rta” como que no aceptan muy fácilmente que un servidor se acerque a una gestión. Esa fea costumbre de hacerse pendejos llamando por el celular mientras la gente los espera para un asunto trasmite, no solamente denota mala educación e indiferencia sino molestia. Suponen los cercanos de Roberto Ovalle que se le ha subido el “pinche carguito”. Algo debe haber de cierto porque con un servidor también se ha portado flemático. ¡Lástima! porque tienen presencia y talento, pero les falta prestancia, sencillez y voluntad. Me preocupa ese rechazo discriminatorio porque en verdad que lejos vivo de sentir aprensión por los chotitos, en quienes incluso se inspiraron tres de mis columnas publicadas en la región, donde se dieron nombres y detalles de mampos, muxhes, suspayic, kankanà y toda esa especie con enfoque en mi ciudad, que hoy vive una revolución…No soy homofóbico pero... La reivindicación de las libertades sexuales resultan tema de agenda política que se traslada al debate diario y, especialmente, la lucha encarnizada en Internet. El matrimonio gay, la adopción de niños por parejas del mismo sexo, la salvaje represión en la Plaza de Armas, las amenazas de muerte a un directivo del MHOL y, por supuesto, las cada vez más desaforadas declaraciones de Phillip Butters son temas que generan literalmente cientos de comentarios en los diversos portales web que tocan estos temas. Raciel Martínez cabeceó, alguna vez, muy acertadamente en diario Política: "El gay no necesita ley". Gustavo González Godina, ha dicho bastante respecto a homosexualidad: “Trato de ser respetuoso, pero si se me salió la homofobia, perrrdón”… Eso es todo. A lo lejos alguien canta y yo parafraseo Napoleando. A lo lejos: “Maquillaje a granel usa del diario y vende su labor sin un salario, de las nueve a las tres en el palacio, es muy joven y fiel, es flor y espina; y se llama, no sé, nunca lo supe, aunque le pregunté, nunca dispuse, tan solo la mire, su mohín del rostro… Era un pajarillo de blancas alas, de balcón en balcón, de plaza en plaza, selectivo al brindar y ofrecedora para el mejor postor de su tonada”.
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