jueves, 14 de octubre de 2010

¡¡¡LA LABRADA DE VELAS!!!


Columna: Déjame que te cuente…

Por Sergio M. Trejo González

De alguna manera me entero que el sábado 16 de octubre, por la mañana, tendrá lugar en cierta parte del fraccionamiento “Las Arboledas”, ese lugar urbanizado entre la frondosidad del Paqui y algunos framboyanes, donde se levantan apenas los setos de isoras y tulipanes, que en su follaje delimitan propiedades; ahí, tendrá lugar, el ritual que algunos miembros del circulo oaxaqueño denomina “ La Labrada de Velas” que no es otra cosa más que un ancestral protocolo, que marca el inicio de alguna festividad realizada por esas personas conocidas en nuestra región como los tecos. Dicho esto sinceramente como expresión afectiva, como un gentilicio digno, lejano y ajeno de cualquier intención desdeñosa. Nada que ver esto con las historias de lucha o conquista donde tehuanos y juchitecos intervinieron. Los tecos y las tecas, es la manera coloquial con que he venido escuchando, desde hace más de cincuenta años, que se refieren a toda esa tribu proveniente del istmo oaxaqueño. Desde toda mi vida he sabido que a los nativos de lugares como Juchitán, Matías Romero, Santo Domingo, Chivela, Tehuantepec y Chicapa de Castro, todos los etcéteras que abarquen esa franja geográfica, y a los descendientes de se les llama popularmente tecos y tecas. Mis respetos para toda esa raza, mi reconocimiento a su capacidad de adaptación, inteligencia y trabajo, y mi contumaz e irredenta admiración a la belleza de sus mujeres… nada más hermoso que contemplarlas con un canasto de pescado seco, cuando no ataviadas con sus coloridos trajes bordados y sus valiosas joyas platicando en su dialecto. No las hagan enojar por favor… A propósito voy a preguntar bien qué es eso del “Ahogador”. Así creo que le llaman a esa medalla, gargantilla o cadena donde se engarzan monedas de oro. Voy a indagar si lo de “ahogador” es porque, con tamaño mollejón, si alguna persona cae en algún arroyuelo seguro que se va a fondo; aunque también entiendo que así se le dicen al collar trenzado de los filamentos de oro que semeja las cuerdas entrelazadas de una soga. Es decir no está compuesta por los eslabones tradicionales de las cadenas sino es un enramado. Lo del peso de tal pieza, depende en realidad de los centenarios que se le adhieren. El caso es que tal alhaja viene siendo a veces un relicario en cuyo interior se debe portar una imagen religiosa.
Ah! los tecos, tuve grandes amigos en la infancia. Algunos han sido mis compadres, y mis comadres, otros casi mis hermanos y otras ¡que barbaridad! las conozco mejor, y las quiero más, no se imaginan lo encariñado que estoy con ellas, desde que les compraban ciruelas curtidas en el parque o me vendían crema, en el mercado, sin olvidar a las paisanas que satisfacen mi apetito con sus tamales y el champurrado. Las tlayudas, otro alimento, aquí no circula mucho pero las he comido en la capital de Oaxaca, con tasajo, chorizo y mole. Las conozco bien, a las paisanas, y las recuerdo mejor vendiendo sus quesos, su camarón y el totopo. Como las envidio cuando las escucho carcajear así, gorditas y simpáticas, despreocupadas por la dieta, chambeadoras con madre… les gusta ganar dinero y les encanta la chela. Tengo aquí, todavía, la imagen de algunas espinaleñas y las de Unión Hidalgo… un recuerdo para ellas de gloria y un laurel para ti, de victoria.
Bueno, el asunto es que el 16 de octubre tendrá efecto la tradicional “Labrada de Velas” durante la mañana del sábado, en el señalado fraccionamiento, y durante la noche se realizará un fastuoso baile con orquesta de aquellas regiones, para la coronación de Diana 1ª. Una joven heredera de toda esa tradición que guarda celosamente la familia Naranjo y Sánchez, aquella estirpe de los Sánchez que se extiende hasta los Cabrera, pasando por los Nolasco y por los Manuel y algunos Toledo, anexas y similares sin relegar a Don Sebastián Guzmán Cabrera y llegando hasta importantes amigos políticos de la Ciudad; pero bien el caso es que ahora Diana, una brillante alumna de la licenciatura en Derecho, tiene la responsabilidad de portar esa corona de Reyna en esto de la festividad de San Diego de Alcalá, el santo patrono de los integrantes del circulo Oaxaqueño, en Acayucan, en una tradición bonita que data de algo así como 59 años. Porque si mal no recuerdo, si equivocadamente no he leído o si peor no escuchado ese es el tiempo que llevan de realizarse tales eventos. Pues se sabe que este hermoso hábito de la calenda, las mañanitas, las misas, el baile, con todo lo que encierra el asunto de las Mayordomías, las cofradías, el capitán y capitana, sus rituales en cuanto a la custodia de “El baúl”, las velas, las flores, la regada de frutas, y el lavado de olla, viene significándose y escenificándose desde 1951.
Sin entrar en polémicas andan por ahí circulando versiones de que este año se cumplen 56 años de esta fiesta, mientras que otros afirman también que fue hace 59 años cuando se realizó la primera celebración. Cuentan que estaba por cumplirse un año de haberse construido e inaugurado nuestro flamante Palacio Municipal, y que por deseos del Presidente de la Republica, Miguel Alemán Valdés, según decía don Rubén D. Domínguez y el presidente de entonces, don Tomás Mortera Miravete, se fueron organizando algunos grupos de vecinos de origen Oaxaqueño, otros tabasqueños y chiapanecos, con el propósito de instaurar una cadena de celebraciones alrededor de la fiesta de nuestro Santo Patrono, San Martín Obispo. No me la crean pero pregunte usted a Santiago Andrade o los familiares de Don José Teruí, Ricardo López Orozco, Joel Mijangos, Vicente Betanzos, Delfina Cartas o a Guillermo Domínguez, quienes guardan seguramente los datos de esa noche de Gran Noche Oaxaqueña que significó, un día 13 de noviembre, el inicio de esta costumbre donde la hermandad Zapoteca tiene su fiesta. Todavía se encuentran entre nosotros los parientes de quienes dieron vida a un Círculo Social, Cívico y Cultural Oaxaqueño en nuestra ciudad, que en un principio encabezaron el doctor Gabriel Armenta, Felipe Mora, Eleazar García y Cipriano Barragán, entre otros.
Debo confesar que aunque vivo enterado de la parafernalia que los paisanos realizan en sus festividades nunca he presenciado eso del labrado de velas ni los rituales que giran alrededor de esa actividad, aunque comprendo que se trata de un ritual consagrado a la elaboración de las velas donde los asistentes tienen que meter la mano en la fabricación, para que dichas velas sean producto de un esfuerzo colectivo; entiendo que luego habrán de llevarse a bendecir tales velas, para utilizarse precisamente en las veladas y en los paseos, pues Simbólicamente las velas representan un culto a la luz y deben prenderse en cada hogar para que encuentren el rumbo los descarriados, el puerto los navegantes, purificación las almas; encendiéndolas en casos de enfermedad o fallecimiento, siguiendo la concepción dualista de la vida y la muerte que nuestros antepasados prehispánicos cultivaban.
Repito que, nunca he presenciado esa labrada de velas, pero he saboreado las muestras gastronómicas de estas gentes, que son mis amigas y amigos desde que fui chamaco, por eso deseo llegar este próximo sábado muy de mañanita para observar de cerquitita lo referente a preparación de los pabilos y el calentamiento de la cera que habrá de convertirse en velas… El ciclo festivo de San Diego ya comienza. Es una expresión de religiosidad popular y por ello no reside en la iglesia solamente, sino en el hogar de una familia. Entendámoslo así, la fiesta de San Diego es una expresión de abundancia, donde estallan cohetes y se paladea cuando menos un atole y las deliciosas enchiladas y tacos de carne con puré de papa. Mientras que San Diego se alimenta con la abundancia de flores y agua y con la fe que sus devotos guardamos respetuosamente. Voy entonces el sábado a la pachanga y regreso a platicarles, porque sinceramente creo que la principal función de la mayordomía ha sido cohesionar la estructura familiar y social de esta comunidad, porque en los festejos interviene toda la familia compuesta de abuelos, padres, hijos, nietos, tíos, sobrinos, comadres y compadres, además de los nativos y avecindados en la zona. Quienes logran así preservar un clima de fraternidad y alianza que refuerza la identidad de este ancestral pueblo zapoteca.

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