jueves, 21 de octubre de 2010

¡¡¡Canta, canta, canta, palomita blanca!!!


Déjame que te cuente…

Por Sergio M. Trejo González
El periodismo es una tarea difícil, con renglones torcidos, riesgos y trifulcas, donde quienes escriben se arriesgan y se exponen al reclamo, directo o en pláticas aderezadas de complacencia o molestia. Como cualquier otra profesión. De no ser así nadie le diría a los abogados “picapleitos”, o los doctores “matasanos” o a los administradores “cuentachiles”. De los arquitectos se dice que son los estudiantes zacatones que tuvieron miedo estudiar ingeniería. De las maestras… de las mentoras me reservo el derecho a permanecer callado, pues todo lo que se me ocurra pensar pudiera significar la conservación del par de dientes que aun me sirven para degustar los manjares de la gastronomía típica que se ofrece en las regiones donde suelo pasear. Todas las actividades del hombre son pasadas por la báscula de la burla, más en un país donde nos reímos de todo. “Nadie de chingar se escapa… dirían los poetas, y nadie de que lo estén perjudicando se salva. Máxime si el trabajo que se realiza tiene que ver con intereses políticos.
Tal preámbulo obedece a ciertos cuestionamientos que me han formulado, como también cuestiono, de vez en cuando, a ciertos compañeros periodistas que se salen de su línea cayendo en la incongruencia o en otras miserias. En este quehacer se tiene de todo: amenazas, añagazas y consejos. Exhortaciones airadas, gratitudes melosas y sinceros reconocimientos. “Nos gusta hacer pero que no nos hagan”, reza un sabio refrán. Porque ciertamente nos duele que alguien nos señale algunos errores o maniobras no muy claras, pero nos gusta que se hable bonito de nosotros.
Pero, decía, cuando el quehacer que desempeñamos tiene que ver con la cosa política, es muy difícil que se hable bien de lo que puede estarse haciendo bien, mientras que siempre se hablará mal, definitivamente, de lo que se esté realizando mal, a menos que lo que se diga sea una publicidad o un compromiso económico conocido en el bajo mundo como el chayote. Sería como patear el pesebre. Lo indefendible, para mi opinión, solo tiene una fórmula de conjurase: El silencio. Porque aunque en una escala que se me ocurre, podría anotarse las “noticias Light”, hay, por supuesto, también las “noticias chingativas”. Compréndase en esta escala esas ciertas notas importantes manejadas con frivolidad para que los pendejos las ignoren. Esos avisos subliminales de te voy a acusar con mi mamá. Trataré de explicarme con un ejemplo, cuando en ocasiones la cabeza principal del medio anota: “Junior asesino”, mientras que otro periódico saca el mismo asunto con la leyenda: “lamentable accidente”.
Se debe reconocer que el trabajo de un columnista tiene por supuesto una intención; que el manejo de los comentarios suelen pintarse, como los chistes y como la magia, de colores: negros, blancos, rojos o color de rosa. No es lo mismo rendir un homenaje a ciertos personajes valiosos de nuestra sociedad, que cumplir con estricto apego a la función de orientar, informar o deleitar. Ello, sabemos, es posible dependiendo de los géneros periodísticos. Empero hay que subrayar que existen quienes se dedican madrear a quienes se la pasan mamando en la ubre presupuestal sin ningún recato, inventando tarugadas para sacar provecho. Ahí los lee uno diciendo: “Desgraciados, cobran sin cumplir con la mínima calidad, prestancia ni vocación” hasta que se ponen hermoso con la iguala. De esto surgen respuestas de políticos que pretenden hacerse ofendidos, cuando es del dominio público la manera descarada y humillante con que serpentean zalameramente a las botas del patrón. Eso es lo que degrada, más que ninguna otra cosa, cualquier trabajo y más el de representación popular. Estamos de acuerdo en que quien tenga necesidad de hacer lo que sea para comer pues ni modo: que le atore o que se mantenga del aire, pero quien presume de dignidad y talento para vivir con decencia y además, que se tire sus “garrulitas” más arriba que ninguno, pues que no se arrastre tan penosamente.
En fin, eso es cosa de los políticos y de los periodistas. Aquí el asunto e
s que hace un par de días, una dama de quien hice ciertos comentarios (para mi gusto respetuosos) pero con la óptica de quien está fuera del presupuesto (pues debe saber que no laboro como jefe de prensa del municipio). Ella, me invitó a sostener un coloquio tranquilo y mesurado. No puede ser de otra manera, es una dama y aunque no presumo de ser James Bond con las mujeres, atento y caballeroso la escuché, preguntando antes: ¿leyó mi calumnia o medio la leyó? Me respondió que si la leyó, pero considerando que el lenguaje político es entreverado… como no estoy seguro, le reproduzco la parte que se refiere a ella, como lo que considero es: Una dama. Dije que: “De Daniel Sáenz se ha venido diciendo infinidad de cosas y se le pone en la boca infinidad, también, de agravios a los periodistas locales, a quienes se dice viene señalando de retrógradas e ignorantes. Su razón debe tener para expresarse de tal manera, si es que lo señala en esa forma pero debe, le sugeriría, que fuera mesurado y ecuánime: “El pez por la boca muere”. Dicen que dice, que sus tareas son a título gratuito, que no devenga salario alguno y que lo hace por su vocación de rescate de obras clásicas. Trabajar sin sueldo que me parece de muy mal gusto e injusto, pues atenta a los principios elementales de nuestra legislación laboral. Habría que concederle el beneficio de la duda a su buena fe, hasta que alguien nos demuestre lo contrario, o nos enteremos quien paga su estancia y su trabajo, pues resulta menester indicar que el tipo no viene solo, lo acompaña una dama, señalada como tallerista, de quien, cuentan, se encargó de cantar los himnos nacionales de algún país, en la famosa instalación de unas oficinas consulares hace una semana, donde por cierto hubo invitaciones discriminatorias y elitistas. Eso sí me consta porque resultó muy selectiva la convocatoria a las fuerzas vivas; tanto que se lastimó la sensibilidad de algunos que intentaron saludar al gobernador.” Hasta ahí lo sustancial de lo que anoté acerca de esta dama, repito que desde que la conozco me parece sumamente respetable y encantadora, abundo que cuando canta me hipnotiza; le había yo señalado días antes de esa publicación, que soy admirador de todas aquellas voces lindas como las de Celine Dion, Elaine Paige, Julie Covington´s o Nacha Guevara; que he asistido conciertos de Eugenia León, Susana Harp, Lila Down y Tania Libertad. Soy admirador irredento del sexo bello y, de las mujeres virtuosas, soy esclavo, pero lo que podría señalarle se reduce solo a su quehacer como empleada o funcionaria de mi ayuntamiento, en actividades de logística o de protocolo. A eso voy. Ella me dice que no es “tallerista”, yo le creo. Por eso solamente he dicho lo que dije… que “es señalada como tallerista” (yo no la señalo) debido a que dirige o maneja actividades de canto o de no se sabe bien de que, en la Casa de la Cultura. Eso no es pecado ni lo anoto para denostar a nadie. Indiscutiblemente que en lo personal la admiro y pondero su talento enorme, porque lo tiene. Considero que para obtener ese grado de perfección en la interpretación del Bel canto se requiere de muchísima disciplina, sacrificios y entrega, que debe cualquiera reconocer. No basta el instrumento que la naturaleza proporciona a quienes tienen esa hermosa voz. Tanta es mi admiración por lo que ella sabe hacer, tan bien, que imagine usted mi osadía… Hace un par de meses asistí a la Casa de la Cultura a los cursos de canto con el maestro Moisés Antonio Herrera, ahí están muchos testigos de mi atrevimiento para presentarme unos días como alumno; no para aprender a cantar sino ¡oh, my god! para comprender un poco de la disciplina de quienes sí saben cantar. En fin, coincidimos con esta dama, que existen personas a las que puede no gustarle este tipo de cantores pero se tiene todo el derecho del mundo para aceptar o rechazar las diversidades musicales En serio que me causa tristeza esta derrama de dimes y diretes porque confundir el arte con la burocracia resulta desatinado. No más comentarios al respecto para esta dama ni para un compañero que llegó paralelamente a ella, nunca dije que sean pareja, sentimentalmente hablando; quizás se confunda que sean pareja, pero nunca he dicho que lo sean. Andar juntos desempeñando tareas no significa absolutamente nada inmoral, y un servidor no se fija en minucias de tal naturaleza. Tengo la edad suficiente y la experiencia necesaria para aceptar casi todo, incluso la preferencia sexual de cualquiera. No soy misógino, la homofobia no me viene, “yo soy esdrújulo, pero sin brújula, me gusta el cántico porque es mí porvenir…”
En serio que no me espanto, no me flagelo ni me santiguo. La pretensión de mis comentarios, en el ensayo que desarrollé, resulta muy transparente: ni xenófobo, ni malinchista. Tampoco soy porra de Regina, aunque a veces le tiro sus flores a la güerita consentida... No cuestiono la presencia de nadie en el palacio municipal, nada más solicito, cada vez que necesito, con fundamento en el derecho que me confiere el artículo 8 de nuestra constitución, se sirva el H. Cabildo cumplir con la obligación de informar cuántos empleados tiene, que cosa andan haciendo y la justificación de sus tareas, sencillamente porque el ayuntamiento no es un negocio familiar. Por lo demás, mis respetos para esta artista, y para quienes le sirven a Regina, que deben sobrellevar los cuestionamientos a tareas, inspirados sin propósito de lastimar susceptibilidades. Ahora bien, para satisfacer inquietudes, respecto a ciertas opiniones de que debería la gente dejar que se hagan las cosas y no andar criticando, se puede subrayar que, el problema es que no todos tenemos una voz privilegiada, y entonces por eso debe haber, en este mundo, políticos para desempeñar acciones en beneficio del pueblo, cantantes que nos deleiten con su voz y periodistas que se dediquen a señalar esa invasión de esferas. Por lo demás, y ante cualquier mal entendido, quizá tuviéramos que recurrir a la máxima: “Zapatero a tu zapato”.
Cante usted, señora: Que cuando canta me olvido de los políticos y de los periodistas.

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