sábado, 24 de julio de 2010

¿Qué cosa celebran el 7 de junio?

Instantes en que el reportero de Órale, Edgar Irán López, es rescatado por compañeros y policías de SPE. Los brazos y ropa que porta en la mano llenos de tierra y la boca reventada mostrarían, a simple vista el secuestro, tortura e intento de homicidio, cometidos por policías municipales de Oluta. Que de estos hechos tenía conocimiento el alcalde Chuchín, pero se cruzó de brazos y dejó actuar libremente a los uniformados.
En la espalda del reportero se pueden ver claramente los golpes que le dieron los policías municipales de Oluta a Edgar Irán López con las puntas y culatas de las R-15. Que el alcalde pudo evitar esta "masacre" si se hubiera fajado los pantalones y ordenado vía radio o teléfono celular que dejaran en libertad al comunicador que traían "secuestrado", pero en lugar de eso se encerraría en su casa y dejaría actuar a los genízaros, como si estuviera de acuerdo en la actitud reprobable de quienes tienen la responsabilidad de dar seguridad a la ciudadanía.

En las partes laterales del tórax de Edgar Irán también presentaban golpes. A decir del agraviado salvó la vida milagrosamente, pues una bala rozó su cabeza, pues al grito de todos: "Ya lo mataste", salieron huyendo en la patrulla, dando al comunicador como muerto.

El auto del periodista, con las luces y llaves puestas quedó, como mudo testido, en la gasalinera, ubicada en el camino a Oluta, de donde fue bajado a golpes y "levantado" el comunicador, por los uniformados olutenses. La denuncia ya se encuentra hecha ante las autoridades ojalá y se haga justicia, pues existen otros casos de arbitrariedades policiacas que se han archivado como si nada hubiera pasado.


La patrulla 01, que utilizaron los policías municipales de Oluta para "levantar" y golpear al reportero de diario regional, que como una burla a los ciudadanos en la parte de atrás manifiesta: "Proteger y servir a la comunidad".

Columna: Déjame que te cuente…

Por Sergio M. Trejo González

El sábado 17 de julio, tuvieron lugar acontecimientos lamentables donde los periodistas Enrique Quiroz García y Edgar Irán López Hernández, sufrieron severo atentado que puso en riesgo su integridad física cuando trataban de cumplir con su trabajo. Se dice que retrataba a ciertos elementos de seguridad, que se encontraban en completo estado de ebriedad, durante su horario de labores. La versión estriba en que un ciudadano llamó al alcalde para que aplicara la sanción pertinente al policía borracho. Debido a ello Enrique Quiroz tomaba fotos de tal circunstancia, en la comandancia, situación que molestó al presidente municipal, quien ordenó quitarle la cámara para suprimir cualquier evidencia. En el caso de Edgar Irán, este resultó agredido también por activos policiacos de Oluta luego de una persecución, con retención y lesiones, propia de las novelas gansgteriles. Por esta razón tuvo lugar una denuncia ante el Agente del Ministerio Público, Carlos Guido Leimann, con lo que se abrió la averiguación ACA 368/2010, solicitando el castigo a los que resulten responsables. Detalles más, detalles menos, el asunto ha derivado en algunas declaraciones políticas del alcalde Jesús Garduza Salcedo, salpicadas de un ligero chocholeo para significar que aquí no ha pasado nada y ¡que siga la fiesta! De ahí, salvo un par de reporteras y corresponsales solidarios, nadie ha dicho: “Esta boca es mía”, para enarbolar la bandera de la libertad de expresión, que solamente los días 7 de junio se levanta buscando embriagarse gracias al charolazo. De esto quiero hablar, porque sabemos, que algunos (no deseo llamar “mercenarios del gafete de tundeteclas”) se ponen la camiseta de comunicadores para andar de pedinches, bajo el amparo de una membrecía, chingándose una lana, con la novela de la tradicional fiesta de los periodistas. Esto no es pecado. Lo curioso es que casi nadie de los que realizaron importante convite, con poses selectivas y mamonas, con rifas de regalos sorteados con “mano negra” para homenajearse hace un mes y medio, ha manifestado su rechazo a tales acontecimientos de intimidación y culatazos; pues, todo se sabe y estamos al corriente que, con recursos generosos que muchos políticos y personajes de la región reportaron, se rebasaron los elogios celebrativos de “la gran trayectoria” del periodismo local, por lo que ahora extraña que solo unos cuantitos han tomado la computadora para ventilar una queja solidaria. No he visto a los organismos de periodistas publicar un ¡Ya basta! O una “Carta abierta”. Poquitos han hecho patente la natural indignación por tal chingadera o cuando menos su preocupación por la intolerable situación, olvidando quizás que vivimos en la casa del jabonero, donde el que no cae resbala. No veo por ninguna parte a quienes por su “entrega” a la causa informativa fueron homenajeados glamorosamente, reconociéndose con todo lujo y cacaraqueo “su cantidad de años” de lucha y entrega en la trinchera de los diarios y los semanarios... Tanto cabrón amor a la camiseta que no ha sido expuesta en estas vicisitudes, donde dos amigos periodistas han padecido la agresión que a todos los que escriben debiera preocupar. Quizá porque algunos están en la nómina de Oluta, otros porque son “institucionales” y deben pedir permiso a su mecenas para evidenciar su inconformidad y repudio a la impunidad que prevalece en los casos de ataques a colegas.
No estoy pidiendo que, para demostrar valor ni la solidaridad laboral, se tome una metralleta ni una resortera a efecto de mortificar al Presidente de Oluta o a los policías que protagonizaron estas agresiones ¡No! Simplemente me gustaría saber de la posición de los compañeros “objetivos y veraces”, hacia el señor Representante Popular y a la Representación Social del caso, para que realice las investigaciones pertinentes y que proceda conforme a derecho, haciendo lo que deben para que se castigue a los involucrados ¡Nada fuera de la ley! Solo que incluyan en su agenda de compromisos gremiales, cada uno de los redactores tragones que anduvieron celebrándose de manera selecta en las “Reliquias” o en el “Don Pepe” y en el “Kinakú”, el grave problema de la violencia y otros métodos sutiles que afectan la libertad de prensa, porque de lo contrario estamos permitiendo que se siga debilitando nuestra libertad de trabajo y la verdadera democracia; porque esto afecta directamente el derecho del público a recibir información; porque debemos tener conciencia de clase y ser congruentes entre lo que presuntuosamente nos ufana, cada año, y lo que nos merecemos verdaderamente cuando realizamos galas y saraos, con auto festejo de una vocación que decimos llevar en las venas. That is the question…Ser o no ser.
De qué sirve la autoría de sendas reseñas, de tantos acontecimientos, trascendentes o de pasarela social, política y policiaca, con gráficas elocuentes que gritan el despilfarro de vino o de sangre; de qué nos vanagloriamos, en reflexiones profundas y trascendentes, con análisis de iniciativas, bien razonadas y motivadas, con agravamiento de penas y otros menesteres (cuando se trata de delitos contra periodistas) si, a la hora de los chingadazos, escondemos la cabeza porque vivimos del favorecimiento de quienes detentan el poder o porque simplemente “no es nuestro problema”; de que nos alivia una Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión si no se le da curso a una denuncia de hechos criminales tan flagrantes y evidentes (los verdugones y hematomas que trae el reportero de ¡Órale! no son de a mentiritas). Eso deja, ante la opinión pública, a los periodistas como argüenderos. “Seguramente inventaron toda esa trama para que los pongan en la nómina” es un juicio general, que se escucha, porque nunca trasciende una querella de esta naturaleza. Normalmente todo queda en la compensación monetaria del daño y en un chayotazo.
¿Quién tutela nuestros bienes jurídicos?
No me sorprende la impunidad, la historia está llena de genocidios, luchas y masacres, encubiertos bajo el nombre de causas “dolorosas pero necesarias”. En su mayoría estos delitos quedan sin castigo y al tiempo resultan contadas por los opresores, de manera glorificada; lo que me preocupa es el trastorno de la afectividad que se caracteriza por la impasibilidad de ánimo, estado de indiferencia frente a las personas, el medio o los acontecimientos, que trae consigo una alteración en la capacidad afectiva por parte del individuo frente a toda una serie de estímulos. Parece que nada nos mueve, ni nos conmueve, que solo pensamos en nuestra comodidad y en nuestra ganancia, olvidándonos que mañana la falta de valor civil puede alcanzarnos en lo que más duela. Digo, porque el silencio es significado de conformidad o de miedo. Esa, discreción y reserva, me hace preguntar: ¿Qué cosa celebran el 7 de junio?

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