Pese a que el político se encuentra encuntrabado, don Fortino se halla en la desgracia.
Columna: CON RUMBO AL SUR…
LOS MISERABLES SEGUNDA PARTE…
Por Angel Gabriel FERNÁNDEZ
Don Fortino es un anciano que ha sido víctima del engaño de los políticos.
Es un anciano de esos que parecen ser abuelitos de todos. Pero al que nadie ayuda.
En pasadas campañas políticas fue usado como “gancho”; dicen que lo utilizaban para subirlo al estrado o para tenerlo en el presídium, como ejemplo de que se ayudaría a los ancianos.
Lo vestían bien, le peinaban la barba, le ponían sombrero; le daban bastón para que se apoyara bien al caminar. Lo ponían, como se dice, de pipa y guante.
Hay un testimonio de ello: un periodista acayuqueño le tomó una foto cuando era utilizado por los políticos: el anciano está en una oficina del Palacio Municipal, arregladito. Eran los tiempos cuando lo utilizaba un candidato a la Presidencia Municipal.
Repito: a don Fortino lo llevaban a los actos públicos, lo sentaban en primera fila; lo acarreaban, pues.
Pero como el candidato que lo utilizaba no ganó, como cayó en desgracia política, también la desgracia le cayó a don Fortino. Se olvidaron de él; ya no le dicen nada de los programas que supuestamente iban a bajar para ayudarlo. Le dieron unos números telefónicos para que hablara cuando necesitara algo, pero no le contestaban. Hasta la ropita que le habían dado o se la quitaron o ya se le destruyó con el paso de los días.
Hoy, don Fortino es un indigente más en la ciudad. Cuenta –cuando puede hacerlo— que sus familiares murieron en un accidente.
La desgracia de don Fortino está a la vista: nuevamente un periodista acayuqueño le tomó una foto, pero ahora se ve con muchos kilogramos menos, con el pelo largo, con la barba larga y descuidada. Ya no está sentado en una oficina del Palacio Municipal, sino en un lugar sucio, sentado sobre unos costales. Ya no tiene el sombrero ni la camisa de vestir con una pluma en la bolsa; ahora trae una ropa oscura, sucia y mojada, seguramente maloliente. Ya no tiene el bastón que a algunos ancianos les da prestigio o clase social; tiene unas muletas que ya ni puede utilizar porque ya ni puede caminar.
Don Fortino, engañado por los políticos acayuqueños va cuesta abajo. Arrastra la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser, como dijera Gardel en su tango.
Hicieron lo que quisieron con sus ideales, con su ilusión. Rompieron en mil pedazos su vida y su corazón. Fingieron mejor que nadie cuando le demostraron amor. Merecen el primer premio por su actuación de políticos sensibles, cuando en realidad son de lo peor.
Si ve Usted por la calle a Don Fortino, recuerdo que es una víctima de un político acayuqueño que lo utilizó y que lo engañó.
Por historias como ésta, la gente ya no cree en los políticos.
LOS MISERABLES SEGUNDA PARTE…
Por Angel Gabriel FERNÁNDEZ
Don Fortino es un anciano que ha sido víctima del engaño de los políticos.
Es un anciano de esos que parecen ser abuelitos de todos. Pero al que nadie ayuda.
En pasadas campañas políticas fue usado como “gancho”; dicen que lo utilizaban para subirlo al estrado o para tenerlo en el presídium, como ejemplo de que se ayudaría a los ancianos.
Lo vestían bien, le peinaban la barba, le ponían sombrero; le daban bastón para que se apoyara bien al caminar. Lo ponían, como se dice, de pipa y guante.
Hay un testimonio de ello: un periodista acayuqueño le tomó una foto cuando era utilizado por los políticos: el anciano está en una oficina del Palacio Municipal, arregladito. Eran los tiempos cuando lo utilizaba un candidato a la Presidencia Municipal.
Repito: a don Fortino lo llevaban a los actos públicos, lo sentaban en primera fila; lo acarreaban, pues.
Pero como el candidato que lo utilizaba no ganó, como cayó en desgracia política, también la desgracia le cayó a don Fortino. Se olvidaron de él; ya no le dicen nada de los programas que supuestamente iban a bajar para ayudarlo. Le dieron unos números telefónicos para que hablara cuando necesitara algo, pero no le contestaban. Hasta la ropita que le habían dado o se la quitaron o ya se le destruyó con el paso de los días.
Hoy, don Fortino es un indigente más en la ciudad. Cuenta –cuando puede hacerlo— que sus familiares murieron en un accidente.
La desgracia de don Fortino está a la vista: nuevamente un periodista acayuqueño le tomó una foto, pero ahora se ve con muchos kilogramos menos, con el pelo largo, con la barba larga y descuidada. Ya no está sentado en una oficina del Palacio Municipal, sino en un lugar sucio, sentado sobre unos costales. Ya no tiene el sombrero ni la camisa de vestir con una pluma en la bolsa; ahora trae una ropa oscura, sucia y mojada, seguramente maloliente. Ya no tiene el bastón que a algunos ancianos les da prestigio o clase social; tiene unas muletas que ya ni puede utilizar porque ya ni puede caminar.
Don Fortino, engañado por los políticos acayuqueños va cuesta abajo. Arrastra la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser, como dijera Gardel en su tango.
Hicieron lo que quisieron con sus ideales, con su ilusión. Rompieron en mil pedazos su vida y su corazón. Fingieron mejor que nadie cuando le demostraron amor. Merecen el primer premio por su actuación de políticos sensibles, cuando en realidad son de lo peor.
Si ve Usted por la calle a Don Fortino, recuerdo que es una víctima de un político acayuqueño que lo utilizó y que lo engañó.
Por historias como ésta, la gente ya no cree en los políticos.
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