Por Angel Gabriel FERNANDEZ
“Aparte de la mala salud, no hay nada más peor que la mala salud…”.
(Erasmo de Rotterdam)
(1)
Una jovencita en edad de merecer estaba parada frente al espejo. Vestía una mini falda, una blusa ombliguera, estaba pintarrajeada y se contorsionada (viéndose al espejo) como si estuviera en el tubo de un centro nocturno. Su madre abrió la puerta de la recámara y la observaba. La chiquilla, irreverente como muchas, le dijo retadoramente de manera interrogativa: ¿soy o me parezco?
La madre le contestó:
---No sé si lo seas, pero de que te pareces, te pareces un chingo…”.
Los hermanos Guízar Valladares, Gonzalo y Luis Fernando, deben leer a Erasmo de Rotterdam, el primero en recopilar los adagios populares, o cuando me nos recordar a sus ancestros del puerto de Coatzacoalcos. Los dichos no se equivocan: “dime con quién andas y te diré quién eres”.
Como que han perdido el piso. Y cuando se pierde el piso, se cae irremediablemente.
Aclaro que normalmente vivo de escribir. Lo aclaro porque si por “recomendación” de la poderosa familia porteña me dejan sin espacio, pues tendré que estar en las playas del puerto como dice mi hijo: vendiendo “cacahuates, pistaches, cacahuates, pistaches”, parodiando una canción de moda.
Últimamente les ha dado por reprimir a los reporteros. Están como las “pelocerina: mírame y no me toques.
Han hecho su propio Index. Les explico.
El Index Librorum Prohiboturum fue establecido por la Inquisición allá por 1559. Los católicos de esa etapa negra de la Iglesia, tenían una lista de temas y libros que estaban prohibidos, nadie debía leerlos.
Prohibieron al que dijo que la mala fama era tan mala como la mala salud, “Los Miserables” de Víctor Hugo y a “Madame Bovari” de Flaubert.
En la época moderna, hubo quienes intentaron evitar que leyeran “Mi Lucha” de Hitler porque decían que incitaba a la matazón; otros que era “inmoral” leer Tarzán porque andaba medio desnudo y vivía en amasiato con Jane, su pareja.
Los Guízar han hecho su Index. Que nos digan, pues, qué quieren que se escriba de ellos.
Ni modo que no se diga que los acusan de despojo; cómo no acordarme de que uno de sus agraviados se llama Gabriel Hernández, casi mi tocayo, aparte de la señora Hortensia Basurto Sánchez. Ni modo de no informar que un humilde obrero murió haciendo una labor absurda: colocando un anuncio espectacular de alguien que así se tiene que promover porque sólo así se siente grande.
Mala suerte para el clan: hay mucha tela de dónde cortar. Hay varias historias que si no las saben los porteños, pues aquí estamos para ponerles carne y hueso.
EL PATO Y LAS ANGUILAS…
Dicen que si uno ve un animal que parece pato, que camina como pato, que grazna como pato y que vuela como pato, pues uno tiene todo el derecho de pensar que es un pato.
Otro de los pasos de los Guizar, es relacionarse con gente oscuros antecedentes. Ejemplo: “El Trampas”, un ex líder sindical de los petroleros.
A ese señor, con quien los Guízar departen el pan y la sal, le conocí sus vicios atendiendo uno de mis vicios: leer.
Aparece en una sabrosa crónica del maestro del periodismo Julio Scherer García, en el libro “Cárceles”. “El Trampas” Héctor Hernández García se entrevistó con el periodista a mediados de 1984.
Pocos son los detalles que trascendieron de la comida de “El Trampas” con los Guízar, pero los detalles de la comida en el reclusorio sur sí fueron hechos públicos: el detenido ofrecía whisky o coñac a sus invitados y ofreció como platillo fuerte anguilas, mandadas llevar, ex profeso, de Catemaco, según se lo confesó al entrevistador.
El dirigente sindical que estaba preso –consta en las páginas del libro—ofrecía recursos para que el periodista lo ayudara para seguir recibiendo canonjías. Ofreció, incluso, “fierritos para hacer la revista”.
También ofreció documentos para desenmascarar a gente involucrada en el problema petrolero.
Así era don Héctor; le gustaba vivir bien…pero también le gustaba ser “indiscreto”. Digo, para que los Guízar no echen las campanas al vuelo ante su nuevo aliado.
HAY TE DEJO ESOS DOS PESOS…
Antes de que llegue el Index de los Guízar, les voy a contar no un cuento, ni de los mil centenarios que eran el robo del Sarmiento que se los llevó a El Salvador y así ayudó al movimiento.
Es una historia real:
Corría el año de 1996 cuando un conocido porteño era jefe de la oficina de Hacienda del Estado en Acayucan.
Aprovechó que un “amigo” cayó en desgracia para ofrecerse como abogado para tramitar un amparo. Era un delito grave.
El abogado no sabía litigar, el papeleo lo hizo otro abogado. Lo que sí supo hacer fue cobrar más de 100 mil pesos; 130 mil para ser exactos, producto de la venta de una concesión de taxi.
El dinero luego no aparecía y el amparo no funcionaba.
Dicen que era un Guízar. Averígûelo Vargas o remuérdase conciencia.
YO NO FUI…
En la política, como en toda actividad humana, es efectivo eso de dime con quién andas y te diré quién eres.
No hay que hacer cosas buenas que parezcan malas ni a la inversa.
Los Guízar han creado mala fama, lo cual en la antigüedad era suficiente para no tener acceso a los puestos públicos, porque los filósofos como Platón decían que primero era la inteligencia y luego la honradez.
Gonzalo Guízar y cía entienden al revés. La fecha que más celebran es el primer día del año: “PRI mero dinero”.
Lo malo, lo malo es que se llevan entre las patas al PRI.
De por sí el partidazo ya no puede con la mala fama. (Tomado de Veracruzanos Info/ 9 febrero 2010).
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