Es rotunda verdad de que los periodistas no son dioses. Pero sí son la necesaria tribuna para los desposeídos, el trámite veraz y oportuno que toda sociedad requiere para manifestar la verdad. Atentar contra de ellos porque a las bestias de siempre "no les parece lo que escriben" es olvidar -pero cómo hacerle entender a un animal- que existen leyes, tribunales, para aclarar la difamación, el vituperio, la calumnia que el periodista hubiera cometido.
No es esta la primera vez que el periodista, por asumir los riesgos de su delicada profesión, se ve sometido mientras que, lamentablemente en otras circunstancias, cae abatido a manos de los imbéciles de siempre.
El atentado criminal a José Luis Ortega Vidal decae en ánimos, pero de la sociedad que logra ver el poco alcance de esas bestias que atentan contra los periodistas; más la disposición y fortaleza del gremio en general de los trabajadores de La Prensa, crece en vigor porque, a esos criminales, TODOS nos les paramos enfrente. Y porque les decimos, en su cara, que NUNCA lograrán debilitar el delicado quehacer que está al servicio, insisto, de los desposeídos, esa tarea en donde se señala, se critica, con los fundamentos del PROFESIONAL quehacer que ha distinguido a José Luis Ortega Vidal. Y a José Luis, a su señora esposa, a sus hijos, les abrazamos y nos solidarizamos incondicionalmente deseando su pronto restablecimiento.
Y que los cobardes, como Wong y muchos más, sepan que continuamos aquí, de pie, y de frente. (Tomado de Coatza Digital/ 4 de marzo del 2009).
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