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Doña Yolanda Carlín Roca y el periodista José Luis Ortega Vidal. |
….. La recuerdo amamantando a alguno de mis hermanos, como ahora vi a Badía hacerlo con Chemise. Siempre muy maternal, hasta con quienes no eran sus hijos, generalmente sobrinos suyos o de mi padre. Tuvo seis hijos y a la fecha perdió dos, a Gustavo y a Ivonne, pero la primera pérdida la cambió para siempre, nunca fue la misma.
Sus orígenes tlacotalpeños siempre los ha llevado muy dentro, tanto en la música, el baile y en los dichos de ese bello pueblo al que ama tanto y que yo llamo tierra de Dios, al que en alguna época no fallábamos visitándolo para rendirle culto a la Virgen de la Candelaria, desde la cabalgata hasta el día del paseo por el río de las mariposas, el Papaloapan, donde seguramente siguen 3 de sus amores, su esposo y dos de sus hijos. A propósito de baile, vale comentar que aprendió a bailar fandango a escondidas, sin que sus padres se enteraran, cobrando fama por su estilo y calidad en la ejecución.
Compañera de vida y de proyectos de mi padre, lo mismo en la política que en otras empresas, siempre a su lado, incluso hasta cuando la vida le cambió. Mujer discreta, hacia afuera sólo lo necesario, no le gusta la vida pública, a menos que la tuviera que hacer. Vida social sólo la hizo en Acayucan, por años con un grupo de amigas que me parece se reunían los jueves. Más participativa la recuerdo en una época como madre de familia en el Colegio Carlos Grossman haciendo mancuerna con otros padres y muy vinculada con la siempre querida por ella y por mí, la inolvidable sor Leticia Rueda Arteaga.
Como el señor de la casa siempre andaba en lo que le apasionaba, la que cuidaba los centavos era ella, pendiente también de los hijos que es lo que era su mundo, lo que realmente le importaba, independientemente de que, como lo escribí antes, había familiares a los que siempre procuraban ambos.
Al faltar Gustavo y para evitar los recurrentes recuerdos, emigra a Jalapa reuniéndose nuevamente y haciendo vida común con mi padre, ciudad de la que ya nunca salieron, salvo cuando hacían visitas familiares y muy de vez en cuando a Acayucan. Después la muerte la separa de mi padre y de su hija Ivonne, haciéndose su entorno familiar más reducido y formando, como lo hacía en Acayucan, otro grupo de amigas más o menos en las mismas circunstancias: plática, café y algún bocadillo.
Nunca ha pretendido ser más que la mujer que ha sido: esposa enamorada, buena madre, buena hija y buena hermana. Ese ha sido su mundo. Nada la hizo ser diferente, ni cuando la fortuna le sonrió, ni cuando la tragedia o la circunstancia adversa le pegaron.
Su casa fue testigo siempre de reuniones familiares que eran las que realmente le gustaban y de otras muchas con tintes políticos o francachelas bohemias a las que su esposo era afecto, en donde había música, licor y muy sabrosas pláticas llenas de humor o de enseñanza.
Reconocida en sus cualidades y virtudes por sus hijos, hermanos, familia y amistades que aún le quedan, esa mujer ha sido Yolanda Carlín Roca, mi madre…..
(Tomado del Facebook del Lic. Angel Gutiérrez Carlín).
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