Don Romeo Béjar fue rey del carnaval de Acayucan en el 2010. |
DÉJAME QUE TE CUENTE…
Por
Sergio M. Trejo González.
In memoriam.
“Hace un par de semanas me
di a la tarea de garabatear un ensayo que condensara la vida de uno de los
hijos predilectos de Acayucan: don Romeo Béjar Hernández, con la idea de
publicarlo el día de su cumpleaños que fue precisamente el pasado 28 de enero.
Recordé que durante mi niñez lo relacionaba como pariente de un michoacano que
mis padres llamaban tío, por ser originario del mismo pueblo que mi abuelo José
González Collazo. De Cotija, pequeña ciudad mexicana de occidente. Tierra de
pintores, cantantes y señores; de santos, poetas y trotamundos. Aquel vecino se
llamaba Emilio Béjar, tenía la cantina, predilecta de don Mundo Pérez y Diego
Fernández, en la esquina de Pedro Carvajal y La Peña, en mi barrio de Cruz
Verde. Romeo Béjar en verdad resultaba ser el sobrino de tío Emilio, quien
junto a su nieto Enrique eran gente apreciada por mi familia; por eso llamaba
nuestra atención don Romeo, caballero, simpático y educado, que nos saludaba
con singular alegría a bordo de un poderoso Maverick, conducido invariablemente
con parsimonia y prudencia durante muchísimos años, tantos que pasó por todos
los colores del arcoíris antes de llegar al deshuesadero.
Pero bueno, el asunto es
que terminé de escribir para el aniversario de don Romeo la columneja de
marras, en mi deseo de que se insertara puntualmente en algún diario donde me
favorecen con cierto espacio, pero por algún malabarismo, prestidigitación o
trampa, se extravió mi USB. Se perdieron, también, los apuntes guardados en mi
gaveta ¡malhaya sea! No sé cómo suceden estas cosas, escribir es la mejor
manera de expresar toda la admiración que llevo acumulada. Trataba de formular
mi testimonio sobre una persona que me parece sumamente agradable. No sé cómo
se pudo esfumar ese material. Tarde me arrepentí de no haberlo guardado
adecuadamente, a pesar de las ventajas tecnológicas que se tienen en la
actualidad. Se me traspapelaron los apuntes y cuando quiero recordar los
detalles me traicionan mis neuronas y ¡no sale! Ahora siento que quiero y debo
reconstruir mi entrega con la finalidad de cumplir mis deseos iniciales.
Quiero volver a
escribir, recuperar lo que de repente escapó de mis alcances. Don Romeo Béjar
Hernández es un personaje urbano, sencillo y neutral. De aspecto mediano,
llenito y ligero; de mirada chispeante y expresiva; ataviado por sus camisas de
colores que son el uniforme para las pachangas. Es de igual manera un señor,
respetuoso y respetable, dueño de una muy correcta algarabía, permanente y
contagiosa. Nació provisto de una especie de carrocería blindada para rechazar
cualquier agresión o provocación. Su carácter resiste todo gesto de tristeza.
Su sociabilidad y buen humor de ninguna manera trastoca su sentido de la
realidad y mucho menos su sentido de la ubicación, para percibir las
condiciones, diferencias y los extremos, de cada momento. Su semblante observa
en todo momento serenidad, sinceridad y sensibilidad para las circunstancias
más difíciles, oscuras y pesadas, Romeo permanece sosegado y ecuánime. Sus
valores morales rechazan toda crítica estéril y su persona es el ejemplo de
amabilidad sin límite… esperado
siempre por sus amigos, que nos deleitamos con su plática amena y
placentera. Como parte de su
personalidad carismática camina cotidianamente, con su inigualable sonrisa,
saludando a todos, sin distingo, pues ha sido amigo de celebridades de la vida
bohemia, cultural, empresarial, deportiva y política de nuestra ciudad,
cualidades que le merecieron ser nombrado Rey del Carnaval Acayucan 2010. Hombre
de mucha fe, creyente y religioso, Romeo, guarda celosamente los mandamientos
de nuestra Santa Iglesia con pulcra fidelidad. Localizado desde hace rato en la
calle Negrete, con su Maurita por un lado, nos recibe con la cortesía de
siempre, para mostrarnos documentos varios que contienen imágenes,
nombramientos, reconocimientos. Ahí está don Romeo con la Chiquitibum, con Ray
Coniff, con Franco de Vita, con Victorino y con Kalimba en una envidiable
galería de fotos y de pruebas que evidencian su trayectoria. Referencias que se
conservan en las paredes, vitrinas y mesas pletóricas de suvenires de todas
partes.
Aprovecho para
felicitarlo ahora que cumple sus primeros 82 años de edad. Es el último de los
hermanos, hijos de don Francisco Béjar Maldonado y de la señora Guadalupe
Hernández Fernández. No me pierdo la oportunidad de provocar su charla con la
que nos instruye sobre el devenir y la transformación de Acayucan. Romeo nos
ilustra sobre cómo fueron tomando forma y nombre las primeras calles de nuestra
ciudad y de sus actividades como administrador de su negociación de billares
“Oriente”, con expendio de bebidas a un costado, en lo que ahora es la calle
Marco Antonio Muñoz y la Ocampo. Lugar donde tuvo alguna vez su domicilio y de
donde se entabló en las actividades del Club de Leones, recibiendo todas las
membresías habidas y por haber y desarrollando cumplidamente las acciones de
servicio encomendadas, para luego viajar hacia muchas partes del planeta,
principalmente los hermosos lugares de la costa mediterránea, llevando su
gracia y enriqueciendo su jiribilla, que se desborda en cuanto suenan los
acordes de cualquier composición cadenciosa.
Si la ocasión amerita
don Romeo salta al estrado para cantar con orgullo aquel legado de Agustín
Lara. Porque Romeo en verdad que nació con la luna de plata y nació con alma de
pirata, Romeo Béjar ha nacido rumbero y jarocho, trovador deveras, pero no se
fue en definitiva de nuestra tierra, sale únicamente a recorrer el mundo pero
regresa porque tomó agua de Temoyo. Aquí lo queremos, aquí lo necesitamos. Aquí
lo bautizó el inolvidable Román Quiñones Domínguez como “Míster Fiesta”...”
Eso escribí, hace unos días, que se fueron
muy rápido. Sabíamos de los
padecimientos de don Romeo; pedíamos en nuestras oraciones al
todopoderoso, nos lo conservara, bailando, en la comprensión de que cuando ese
señor bailaba su propósito no era “llegar a un cierto lugar del suelo, sino
disfrutar cada paso que daba”. Cifro este último párrafo en complicación de
tiempos porque me entero, sin confirmar todavía, que don Romeo se ha marchado y
eso… la pérdida de alguien como él es causa de consternación. Agradezco
a la vida haberme dado el privilegio de transitar un regular tramo de nuestro
sendero con don Romeo Béjar. Su recuerdo pone luz en la penumbra de esta
oscuridad que ahora nos envuelve por su despedida… no tengo palabras para
llegar hasta doña Maurita, y a todos quienes le quisieron entrañablemente, para
ofrecerle con el corazón en la mano, mi solidaridad y la franqueza de mi
condolencia.
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