lunes, 12 de enero de 2015

FELIZ AÑO NUEVO 2015



 Déjame que te cuente…

Por Sergio M. Trejo González

En los albores de un nuevo año, cuando apenas tomamos pista para continuar este viaje existencial, versión 2015, no quiero desaprovechar esta inercia y compás, equiparado a la luna de miel, para hacer patente mis mejores deseos a las personas que todavía por alguna circunstancia no coinciden con un servidor en horario y esmero.
Una pregunta me asalta: ¿Hasta cuándo se ha de felicitar el nuevo año?
Para resolver la duda me puse a repasar algo en mi caduca, obsoleta e infectada computadora. Encontramos así, en eso de  la web www.protocolo.org. Que la etiqueta no contempla liturgia, regla o norma sobre este asunto. Es una cuestión que tiene más que ver con la inveterata consuetudo et opinio juris seu necessitatis, es decir la costumbre y la opinión o necesidad de mantener buenas relaciones.
Lo más habitual es felicitar el año en los primeros días de enero, generalmente, mientras dura esa prolongación las fiestas navideñas, hasta el día de Reyes, aproximadamente.
No obstante, puede que se encuentre usted a una persona unos días después, que no has visto con anterioridad, y se puede aprovechar, sobre todo si es una criatura del Señor que amerita un apapacho cálido, cordial  y cariñoso para desearle felicidad por el año.
Ya en serio, permítame comentar que localicé en mis archivos que con motivo de evitar felicitaciones incómodas o fuera de tiempo, algo de la tradición de los refranes, con la que se guiaban nuestros antepasados, asomo de cierto modismo: Hasta San Antonio Abad (17 de enero) ¿debería ser esta la fecha tope?
Empero, la  mera verdad ¡quién sabe! no existe disposición autorizada al respecto y pienso que todo depende del verdadero afecto y buen deseo que podamos tener hacia nuestras amistades, el motivo principal de cualquier interpretación es evitar el fastidio de encontrarse con personas, a mediados de febrero o marzo, y recibir  todavía este tipo de felicitaciones, las cuales ya están fuera de tiempo y se empatan con los festejos de la candelaria, cuaresma y planificación de vacaciones de semana santa. La idea en general es que resulta mejor buscar la oportunidad a la brevedad posible para no caer en los buenos deseos rutinarios. Eso de releer tarjetas de “próspero año nuevo" no puede sino producir un lánguido bostezo. "Salud, dinero y amor" (como la añeja canción) está un poco mejor, pero resulta predecible, inercial, carente de chispa. Quizá el primero que lo pronunció hizo una buena síntesis de las principales expectativas que cargamos, pero la fuerza de la frecuencia, redundancia y  cantinela lo ha convertido en un haz de pretensiones ligeras, triviales e inanes.
Por ello en estas fechas avanzadas, respetando que en cada lugar puede ser diferente, es difícil decir y desear a los otros algo con sentido original, algo alejado del automatismo, de los tópicos; algo significativo y retirado de la utopía extrema. Al fin y al cabo ese arte de felicitar tiene altos grados de dificultad. Hay fórmulas consagradas que se derivan directamente de la situación del receptor del deseo. Si está en prisión, usted debe desearle la recuperación de su libertad. Si se encuentra embarazada, que el niño o la niña nazca en completa salud. En esos casos, la ley del menor esfuerzo es lo más aconsejable.
También resulta relativamente sencillo desearle algo venturoso a los monotemáticos. Uno conoce su obsesión, su deseo más preciado, así que tampoco resulta difícil encontrar las palabras adecuadas. A los americanistas, por ejemplo, lo mejor es decirle que su equipo vuelva a ser campeón este y todos los años en que exista la humanidad. Si por el contrario no le gustan los deportes, pero se encuentra fascinado por la aprobación de los matrimonios gay, lo óptimo es desearle que las constituciones de todos los estados incorporen en el 2015 ese derecho. De la misma manera, si logramos por casualidad encontrar a nuestro Presidente Municipal, decirle que ahora si con seguridad obtendremos la certificación de “Pueblo Mágico”. Estos modelos nos remiten quizá a la cuestión central de los deseos pero debemos enunciar invariablemente la cara luminosa de los mismos y callar -de manera prudente- su faz desatinada.
Obvio que el asunto se complica cuando tomamos en cuenta el carácter de la persona, su humor y su vibra. A diferencia de su situación objetiva y de la obstinación en propósitos explícitos. El talante de la persona multiplica los grados de complejidad: A un optimista irredento y contumaz no se le puede tratar de la misma manera que a un pesimista porfiado y redomado.
Al primero es casi imposible rebasarlo en sus expectativas, al segundo basta con decirle "espero que el próximo año no te orine un perro". Pero en fin, no se trata de confundirlos o de intercambiarlos: Baste desearle al pesimista toda la felicidad del mundo (lo cual nos hará aparecer, a sus ojos, como unos demagogos) y al optimista, apenas suspirarle por buena salud u ofrecerle costales para que arrastre los millones de pesos que le vendrán (para no quedar como auténticos aguafiestas en sus esperanzas).
Ahora bien, como ésta es una columna de historias y reflexiones, vetada de todo comentario político, los deseos deben ser bien pensados y medidos. De lo contrario uno puede cosechar enemigos al por mayor, dado que en esa cancha las susceptibilidades suelen estar a flor de piel. A sus amigos del PAN, hay que desearles resignación y renacimiento; a los el PRD unidad y confianza; a los de Morena, asambleas y registro permanente, y a los del PRI, continuidad y cambio, dos términos que bien sirven para decir todo y nada. A los del AVE basta con cantarles Staying alive.
En fin, no desperdicie usted la oportunidad para desear, todavía, a  otros lo que quiera y pueda. En algunos casos resultará sencillo y en otros complicado pero un buen deseo no se le debe negar a (casi) nadie. Por otro lado, el desear no empobrece y por el contrario pudiera redituarnos la suerte de establecer amistad con personas interesantes y agradables, para esto debemos ser francos y evitar ante todo la hipocresía. Convivir con farsantes y charlatanes resulta difícil de soportar…
Termino mi entrega con algo que dicen que dijo un sabio: “La riqueza del ser humano se mide por la cantidad y calidad de los amigos que tiene”. Gracias, por ser parte de mi fortuna.
¡Feliz Año Nuevo!

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