sábado, 20 de diciembre de 2014

En nombre del cielo…




 Eva López Robinson

Sentada en una banca del templo, esperaba la hora de la posada… Voy a caminar hacia el centro del recinto, cerca del altar, porque deseo transmitir el significado de una jornada añeja…
Sobre el anda de madera, la cubierta de pastle es la mullida alfombra para la sagrada familia peregrina. José viste túnica blanca y manto verde, el cayado en la mano izquierda y las riendas del pollino en la derecha; éste es un hermoso animalito en tono gris rata, aunque algo verdoso por los retoques que recibió de un improvisado restaurador… María, bella en su atuendo rosa y blanco, con sus cabellos oscuros saltando bajo el manto que cubre su cabeza, va montada sobre el dichoso jumento que sigue al ángel  de ropas níveas y de hermosas alas, que los guía en esta travesía.
Los santos peregrinos esperan a ser llevados alrededor del templo, entre cantos, velas y la ansiedad infantil por el final del evento… mientras las señoras preparan los aguinaldos en un ambiente festivo y en las tranquilas noches acayuqueñas de aquellos tiempos.
El rosario parece eterno, urge a los chiquillos correr a golpear las piñatas, pero ahora es tiempo del fervor, escuchar y responder las lentas aves marías y cantar los viejos villancicos: “Una bella pastorcita/caminaba con el frío/ y como bella rosita/ va cubierta de rocío… y el padre Pichardo, orador nato, se sumerge en su sermón que duerme a las viejitas y desespera a los infantes… pero cuando llegan las letanías y el anda es levantada entre 4 personas, se va el sueño y los pequeños rostros se iluminan, sobre todo al estar frente a la puerta mayor y comenzar a pedir: “En nombre del cielo/ os pido posada/ pues no puede andar/ mi esposa amada…
En la penumbra las luces de las velitas multicolor parecen pequeñas estrellas en manos de chicos y grandes; los niños desesperan por sonar los silbatos cuando escuchen: “Entren santos peregrinos/ reciban esta mansión/ que aunque es pobre la morada/ os la doy de corazón”…
Ahora la familia sagrada ha quedado sola a mitad del templo; todos corren a la puerta que da a la calle Hidalgo. La piñata vuela cerca de la torre, y es el propio cura párroco que gusta de vendar los ojos de gentes de todas las edades, enfundado él en su negra sotana, a la usanza de entonces.
Las entrañas de aquellas piñatas de barro, se abren generosamente y brotan de ellas los dulces, naranjas, cañas, tejocotes… entre el griterío alegre de los concurrentes… y al finalizar, el “patrocinador” de la posada reparte pequeñas bolsas de papel estraza con dulces, cacahuates y galletas de animalitos en su interior… a veces el padre Pichardo sube al segundo nivel de la torre y desde ahí lanza dulces… lo veo ahora, calando sus anteojos sobre la nariz, con los lacios cabellos alborotados por el viento de una noche apacible de sencilla celebración, donde todos los participantes se convierten en niños para disfrutarla…
Noche a noche, la historia se repite durante 9 días maravillosos. En las casas los nacimientos y arbolitos lucen tremenda iluminación; las posadas se dan en todos los barrios y no es raro ver pasar a José y María por la calle, el burrito, el ángel y toda la comitiva… y los niños cada noche de las 9, con casitas o ramas visitan a sus vecinos para pedir el aguinaldo: “Buenas noches damas/ buenas caballeros/ alegres cantamos al Dios verdadero/ naranjas y limas limas y limones/ más linda es la virgen que todas las flores…
Nostalgia, alegría, anhelos, sentimientos encontrados nos procuran estas imágenes rescatadas de un pasado que fue muy bello y que no dudo en algún punto del estado, del país, del mundo, estarán disfrutando; que yo lo hago cuando retomo los recuerdos y los comparto, si para eso son y quizá… quizá alguna vez alguien tome la iniciativa y los niños vuelvan a contar con la ilusión de cantar posadas, de seguir inquietos a los santos peregrinos y quebrar las piñatas de dulces entrañas… alguna vez será posible…

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