domingo, 29 de junio de 2014

Narcofosas: ¿qué desquició a Javier Duarte?


Mussio Cárdenas Arellano
Informe Rojo

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viernes, 27 de junio de 2014
* El subprocurador del caso Nopaltepec, cesado  * ¿Qué oculta el gobernador?  * El doble juego de Marcelo  * De Sedesol a la diputación  * Amenazar es recurrente en los Tiburcios  * Un parásito en la Legislatura  * Los 100 mil mensuales de Renato  * Jordi Mullor como la zarzamora  * México-Holanda en la Comunidad de Dios


Arturo Herrera Cantillo quiso decir la verdad, transparentar las información, hablar sin tapujos y entrarle a la nota que le quemaba las manos al gobierno de Veracruz: las narcofosas de Nopaltepec y los 31 cadáveres hallados ahí. Esa fue su perdición.
Desquició así, sin más, sin proponérselo, a Javier Duarte, reacio el gobernador a admitir el hallazgo, a enfrentar el escándalo, a escudriñar entre los restos de las víctimas, a explicar por qué los ultimaron, los vejaron, los torturaron, los mutilaron y les metieron el tiro de gracia.
Arturo Herrera habló en apego a sus funciones. Era el subprocurador de Justicia en la Zona Centro, con sede en el puerto de Veracruz y con ese caso, apenas con una declaración a la prensa, cerró su ciclo.
Su miércoles negro fue el 18 de junio. Respondía a la prensa escueto, sin mayores datos, conciso, evasivo: eran varias fosas, había 27 cadáveres. Y cortó.
Respondía a pregunta de un noticiario de radio. Unas horas antes, desde la medianoche del lunes 16, elementos de Marina removían la tierra en el rancho El Diamante, ubicado en Nopaltepec, municipio de Cosamaloapan, en los límites con Tres Valles, en la tierra de Fidel Herrera Beltrán.
Hasta ese momento eran 27 cuerpos. Después serían 31. Sería el escándalo. Veracruz de nuevo ante la guerra de los cárteles, en disputa el territorio, las rutas, el mercado de la droga.
Herrera Cantillo no volvió a hablar. Duró en la Subprocuraduría seis días más. Fue cesado el martes 24, precedida su renuncia obligada de rumores que advertían que dejaría el cargo, su suerte en manos del minigobernador de Veracruz.
“Hoy fue nuestro último día en la Subprocuraduría y me regreso a mi despacho a seguir trabajando”, dijo a manera de explicación al portal en internet Cambio Digital.
Expresó que su “error” fue confirmar la existencia de las fosas clandestinas. Su “error” fue hablar cuando la estrategia del gobierno era ocultar.
“Si sigo hablando capaz me corren hasta del estado”, dijo Herrera Cantillo en una expresión que revela el nivel de tiranía a que ha llevado Javier Duarte a Veracruz. Prohibido hablar, prohibido pensar, prohibido incomodar.
Quemante, el caso Nopaltepec hizo enmudecer al gobernador Duarte por una semana. “No voy a hablar de ese tema”, dijo en Coatzacoalcos, el jueves 19. Insistentes, los reporteros le increpaban sobre el Veracruz donde supuestamente no pasa nada, a excepción del baño de sangre, las ejecuciones, los mutilados, las balaceras, los desaparecidos, los torturados, los reprimidos. Fuera de eso, “no pasa nada”.
Se negó a hablar. Lo hizo media semana después. Diría —lunes 23— que lo ocurrido en Nopaltepec es un caso atípico.
“El índice delictivo va a la baja en todo el estado. Este tema por supuesto es un tema que lo eleva de repente pero es una cuestión atípica esto que pasó en el municipio de Tres Valles. Sin embargo, en la mayoría de los casos en la zona conurbada o en el sur del estado los índices siguen a la baja”, dijo un optimista Duarte.
Y sí, atípico pero frecuente. Ahí está el levantón, tortura y muerte del periodista Gregorio Jiménez de la Cruz, reportero de Notisur, Liberal y La Red, entre el 5 y 12 de febrero, cuyo cuerpo apareció en una fosa clandestina, en la colonia J. Mario Rosado de Las Choapas. Junto a él, en otra fosa, el cadáver de Ernesto Guillén, “El Cometierra”, un líder cetemista plagiado y muerto presuntamente por el crimen organizado.
Centenares han terminado en el camposanto clandestino que es Veracruz. En Agua Dulce, Las Choapas, Ixhuatlán del Sureste, Coatzacoalcos, Acayucan, hay narcofosas y fosas usadas para desaparecer gente inocente.
Atípico ha de ser el grupo de exterminio, supuesto “antisecuestro”, que levanta personas en el sur de Veracruz, los interroga, intenta saber “a quiénes sirven” en el negocio de la extorsión y el secuestro.
Llegan en vehículos oficiales con el logo de la dependencia oculto, actúan como policía y muy atípicamente hacen de las suyas.
Mudo también, el procurador Luis Ángel Bravo Contreras debió romper el silencio el viernes 20, en la emisión radial de Carmen Aristegui, para decir nada, hablar sin sentido y sólo admitir que no había detenidos. Un Cantinflas con pedigrí.
Arturo Herrera Cantillo, con su confirmación del hallazgo de los cuerpos en las narcofosas de Nopaltepec, forzó la intervención escueta del procurador y más tarde la del gobernador Javier Duarte.
Hubo, sin embargo, otro personaje que reveló la existencia de los 31 cadáveres: el secretario particular del director del Servicio Médico Forense.
“Sí hay (cuerpos). Tenemos una pila de cadáveres, pero son de un accidente automovilístico”, dijo y cortó la llamada.
No se sabe si fue cesado como el subprocurador Herrera Cantillo.
Javier Duarte vive entre el desgobierno, el vacío de autoridad y el caos informativo. Su estrategia fue ocultar el hallazgo, encubrirlo, darle otro matiz, atribuirlo a causas distintas, sacarlo de contexto.
Desde enero se sabía de la existencia de fosas clandestinas en Cosamaloapan. El día 15 lo reportaron. La Procuraduría de Justicia de Veracruz lo negó, según la versión difundida por la revista Proceso. Cinco meses después, se acreditó lo que los lugareños decían.
Duarte pretendió encapsular el caso Nopaltepec. Todos los cuerpos fueron llevados a Xalapa, lejos de veracruzanos que suponen que ahí pueden estar sus familiares desaparecidos. Y fue así porque la confirmación del ex subprocurador Arturo Herrera Cantillo sobre los muertos, descompuso el escenario que la pandilla duartista armó para encubrir el hallazgo de los 31 cadáveres que aparecieron en las narcofosas.
Duarte enfrenta una crisis de credibilidad. Versiones periodísticas señalaban que la intención del gobierno era, una vez trasladados los cuerpos a Xalapa, depositarlos en una fosa común. ¿Por qué y para qué?
Mal manejado, el caso de las narcofosas de Nopaltepec volvió a evidenciar las limitaciones del gobernador de Veracruz, sus temores, su impericia, su intransigencia.
¿Qué desquició a Javier Duarte? ¿La sensata declaración del ex subprocurador Herrera Cantillo? ¿Su incapacidad para maniobrar con el caso Nopaltepec? ¿El temor al escándalo porque Veracruz sigue vulnerado por el narco? ¿Que el hallazgo ocurriera en tierra de Fidel Herrera?
Lo que sea, deja el gober su imagen en el subsuelo. Haber cesado al subprocurador que habló con la verdad, que confirmó el hallazgo de los 31 muertos, evidencia que algo oculta y, peor aún, que algo encubre.
Sueña en un estado ideal. Vive en un estado fallido. Sueña con el poder absoluto. Vive sin un poder real.
Arturo Herrera Cantillo habló con la verdad. Parco, apenas si abrió la boca pero confirmó que sí, que eran 31, que estaban en las fosas clandestinas.
Quiso ser transparente. Pero eso, en Veracruz, no se premia, se castiga.

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