Por José Luis Ortega Vidal
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Extraordinaria, “La Jaula de Oro”, más que una película es un documental sobre el Crimen de Lesa Humanidad que constituye el fenómeno migratorio de Centro y Sudamérica en dirección al norte del continente, particularmente hacia Estados Unidos y con territorio mexicano como cementerio obligado.
A diferencia de la secuela de “X Men” o el estreno de “Godzilla”; el
trabajo fílmico del mexicano Diego Quemada-Díez es visto por un número
relativamente bajo de personas, pero éstas quedan marcadas por la historia de
Juan, Sara, Samuel y Chauk: personajes unidos por la ilusión, el sueño, la
búsqueda de un mejor destino; así como la solidaridad, el amor y la tragedia.
Se trata de una película de ficción cuyos
personajes principales son interpretados por actores: Brandon López es Juan;
Karen Noemí Martínez Pineda es Sara; Carlos Chajon es Samuel y Rodolfo
Rodríguez es Chauk, un joven Tzotzil que se une al trío guatemalteco y comparte
paso a paso sus avatares y sus contradicciones profundamente humanas.
Sin embargo, es al mismo tiempo un
documental porque mezcla la participación de migrantes centroamericanos
auténticos a su paso por territorio mexicano y expone escenarios reales sobre
los crímenes que las mafias –incluyendo las oficiales- cometen día con día en
contra de miles de mujeres y hombres cuya motivación esencial es la búsqueda de
trabajo.
(2)
La historia transcurre -en gran parte- a “lomo de la bestia”: el tren
que parte de Chiapas, atraviesa Oaxaca, Veracruz, Hidalgo y llega al Distrito
Federal y el Estado de México; para conectar a los migrantes con más rieles y
más vagones en dirección al norte de México, la frontera de Baja California y
finalmente Estados Unidos.
De los cuatro personajes que parten originalmente sólo uno logrará
llegar al “sueño americano” y su poético final nos planta ante la pregunta:
¿para esto arriesgué la vida?
Un personaje más –luego de los primeros ataques- vuelve al basurero en
el que busca el sustento diario y del cual intentó –infructuosamente- escapar.
Dos personajes pagarán de manera atroz su atrevimiento a cruzar la
frontera de Guatemala, cruzar por México y llegar a Estados Unidos.
(3)
El sábado 14 de junio del 2014, cuando los cines de Coatzacoalcos
exhibían “La Jaula de Oro”, un comando armado atacó a ocupantes de “La Bestia”
en el municipio de “José Azueta”, ubicado entre la región piñera de Isla, la
cuenca del Papaloapan y la zona de Playa Vicente, atravesada por el río
Tesechoacán.
El asalto cobró la vida de un migrante e hirió gravemente a dos más.
Un día antes, el viernes 13, el Cónsul de “El Salvador” Antonio Enrique Azúcar denunció en Acayucan que los
crímenes contra migrantes continúan y afirmó que el gobierno de su país buscará
nuevas medidas para evitarlo.
El viernes se denunció vía la
diplomacia y el sábado la mafia respondió para corroborar el hecho: migrar de
Centroamérica a Estados Unidos, atravesando el territorio mexicano, es poner en
riesgo la vida, la integridad, la libertad; con amplias posibilidades de
perderlo todo.
El mismo sábado, el cine lo señaló
a través de un filme de referencia obligada, en el que se ubican sitios como
Tierra Blanca, en Veracruz, convertidos en sede de secuestros y asesinatos descarados
de migrantes, en muchos casos a manos de sus propios paisanos.
Aparecen también espacios
entre Chiapas, Oaxaca y Veracruz, convertidos en territorios Zetas, donde la
violaciones de los derechos humanos son sistemáticas y las desapariciones
forzadas son asunto de todos los días con la complicidad de cuerpos policiacos.
(4)
No es algo que esté
ocurriendo en la Alemania Nazi.
Tampoco somos testigos
lejanos de un drama en Bosnia, tras la caída de Tito.
Estos hechos están ocurriendo
en Centroamérica, en México y en Estados Unidos.
Los gobiernos de los tres
países son testigos y corresponsables de asesinatos masivos producto de la
pobreza, de la ignorancia, de la falta de soluciones de fondo a la crisis
económica de millones de personas y son mafias muy organizadas, sectores
oficiales impunes y ciudadanos con dinero y poder convertidos en cazadores de
seres humanos, quienes están cometiendo este holocausto frente a nuestra nariz
y también ante nuestra cruel e inhumana indiferencia.
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