Déjame que te cuente…
Por Sergio M. Trejo González
El año pasado, en este fecha, me levanté las
seis de la mañanita, fresca y perfumada, cantándome: “Feliz Cumpleaños, a
mí, Feliz Cumpleaños, a mí, Feliz Cumpleaños Sergio Trejo, Feliz
Cumpleaños a miiiiiiiii”. Ya entonadito me seguí de largo: “Que los
cumpla feliz, que los vuelva a cumplir, que los cumpla bastante, hasta
el año Treees miiil”.
12 lunas, 365 días para ser exactos, y aquí
estoy de nuevo con mis versos cual poeta: quisiera en esta ocasión, para
celebrar mi día, tener la sabiduría que tuvo el Rey Salomón…”
Que
mala onda esa de cumplir años tan seguido, porque Dios si perdona, pero
el tiempo no. Nos parte la madre cada año con mas arrugas, canas y
reumas. Eso sí, lo bonito de los aniversarios pudiera ser que algunos
acostumbramos ponernos melancólicos y nostálgicos, parafraseando: “… Si
yo pudiera otra vez regresaría a caminar las calles de mi barrio así,
empolvadas, como estaban entonces, todas llenas de zacate. Con subidas y
bajadas que provocaban resbalones en el lodo; si yo pudiera otra vez
caminaría buscando los corredores aquellos que servían de plataforma
para contemplar las nubes con forma de ilusiones y de sueños; andaría
por mi barrio de nuevo escuchando a mi paso a Mike Laure, cantando
“Mazatlán” con “Los Cometas. Esperando otra vez en la cancha de Cruz
Verde a Chico Che, con su overol y con “La Crisis”.
En esta
reminiscencia cadenciosa recuerdo a Clodomiro Artiaga a quien le decían
“El Ñajo” en una cancioncita que silbábamos alguna vez: “Clodomiro,
Clodomiro ¿Para dónde vas tan serio? voy a ver un partidito allá por el
cementerio. Y en asuntos de mujeres, ¿cómo te trata la vida? Me
defiendo, me defiendo como gato panza arriba”. Digo, ignoro cómo pasaré
esta vez, este día 30 de junio, mi cumpleaños del 2017. A lo mejor
termino silbando también, nada más: “Una libra de clavos y un formón”;
porque las cosas se van olvidando, como la letra de la cancioncita.
Empero hay cosas que nunca se olvidan, como por ejemplo: La cantidad de
años, que cumplo desde aquel día en que “En un lugar de “El Tamarindo”
de cuya esquina no quiero acordarme”. Ahí enfrentito de Doña Regina
Garduza, y del domicilio de Magali Constantino, vio por primera vez la
luz una criaturita hermosa (ya luego una pinche vieja debió haberme
embrujado para que perdiera los bucles de mi cabellera y el tono níveo
de mi piel).
¡Oño! es mi cumpleaños, que de malo tiene que solito me
aviente mis porras, un día al año que quiero celebrarme, por lo regular
me paso rompiendo la madre (y pelando con mi mamá) para proveer
satisfactores y satisfacción a mucha gente. Cierto que algunos me pagan
mis servicios pero la mayoría se hacen rosca, y me van soltando los
billetes como Elektra, en “abonos chiquitos”. Tan pequeños, los abonos,
que nunca saboreo como quisiera el billete grande. Denme chance, amables
lectores, de recordar algunas cosas de infancia, lejana pero mía. Ya no
me resulta fácil. Las neuronas andan en muletas, otras murieron, y eso
se traduce en lentitud e imprecisión, además la verdad que ha sido,
este, un año pesado, denso. No me gusta, aunque vamos a la mitad no veo
en el horizonte aquella luz que siempre se vislumbra en el primer
semestre. El músculo duerme, la ambición trabaja. No me va gustando cómo
va el año que corre. Como que hay demasiado desmadre a mí alrededor.
Léase la nota roja de toda la semana, colorada de sangre, la del mes y
la del año… esta cabrona la cosa. La atmósfera cargada de fenómenos que
descomponen el tejido social. Me miro en el espejo y veo mi rostro….
Miro pa un lado, miro pa’l otro y no veo a nadie. No veo curiosos, ni
oigo preguntas ni respúestas. Nadie retrata la circunstancia, no existen
crónicas ni datos explícitos de la subyugación que nos afecta como
especie. Desde tiempos inmemorables, no se percibía tanto silencio
popular, como si los momentos históricos hubieran dividido a la
humanidad; quizá los hombres adquirimos un rol de trabajo sin
importancia de grupo, por decirlo de manera sutil, atravesando la valla
del miedo y la imposición; tal vez nos volvimos rutinarios, sedentarios,
resignados. Se vuelve uno, cosa de los años, un tanto miedoso para
citar eso que dicen ¿erróneamente? Se atribuye a Bertolt Brecht en sus
versos que no entiendo pero que continúan hasta hoy, más que nunca en
vigencia, explicando más o menos:
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los judíos, no protesté, porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
Hoy cumplo años de nuevo. Deseo sacudir de mi vista ese celaje gris que
nubla mi camino. Trataré de no pasarla solo, como el “Macario” de Bruno
Traven, con su guajolotote. “Forever Alone” (Por siempre solo) dice una
canción y algún meme: “Mírale a los ojos, ¿Qué ves? …” No ¡eso no! ni
que fuera “El Llanero Solitario”. La verdad es que casi nunca estoy
solo. Aunque en mi mensaje de entrada por aquel antiguo y descontinuado E
mail, registré una frase del tema de Alfredo Zitarrosa: Stefanie, “yo
ayer estaba solo, hoy también”. No me pierdo en mis sueños ni en
mafufadas. Me alejo unos minutos pero vuelvo. Nada que ver conmigo la
soledad irredenta de hombre olvidado en el margen o en el rincón de una
covacha. “Todavía no decido acuchillar el tedio de la soledad con amores
pactados en la oscuridad”. Se dice que no hay dolor más atroz que ser
feliz, yo considero que todo depende de la intensidad y el sentido de la
realidad a la que cotidianamente tenemos que enfrentarnos, sin
estrangular el tiempo por migajas de cariño… la paso bien. Me preocupan
mis hermanos y mis hijos, mi madre y mis amigos. La gente que me quiere
es correspondida en mis oraciones, donde trato de ser generoso pidiendo
al Todopoderoso por mis semejantes. Vean, mucha gente me importa.
Mi gestión no se termina. Todavía amo ese concierto clásico y la
chunchaca huarachera de la vida. Ya deje tantito el café y la coca
cola, no la quiero, el exceso de Sal y de las tortillas ¡Ya no me
inviten chicharrones! Me checo la presión y no le doy cabida a la
diabetes ni al colesterol o los triglicéridos. Me gusta la navidad y los
aniversarios, sino fuera así pues no estaría hoy festejando mi diablo.
El mejor día de todo el año sigue siendo el 30 de junio, digo, por lo
menos felicítame si me encuentras ¡fórmate! no pido que gastes en un
mensaje ni que alquiles taxi para buscarme, pero sí de pura casualidad, o
por tu suerte, me localizas pues dame un pinche abrazo, no seas
cicatero con algo tan agradable. No admito aspavientos, movimientos ni
señas obscenas. Si te limitas será porque, piensas que nada significa
librar llegar a ser un 30-30 y tener las bisagras de mis piernas al
llavazo, aceitaditas, para continuar la peregrinación… hasta que Dios
quiera.
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