domingo, 29 de junio de 2014

Me celebro y me canto a mí mismo.



Déjame que te cuente…


Por Sergio M. Trejo González

               Este día, 30, de este mes, junio, celebro mi cumpleaños 57. Mire usted que no son pocos, pues así como me ve, aunque me la llevo con aditivos, tengo mi edad pero… No estoy viejo: ¡Soy un clásico! modelo 1957.
             Me gusta la coincidencia numeral para brindar, cuando menos,  unas 57 veces. Comenzaré temprano para tener el tiempo suficiente de celebrar y cantarme… yo mismo me celebro y a mí mismo me canto; Quiero brindar por mí para empezar, de a solo, glosando un poco lo que ya se ha dicho en estos contextos, con tópicos y frases existencialistas menudeadas, subrayadas y remachadas: Brindemos por las cosas buenas y digamos adiós a las tristezas. A las penas y el odio vaya un cero,  y un diez para el amor, siempre que sea sincero.
                No sé, por donde andaré, es día de trabajo, pero si tienes suerte y me encuentras, fórmate, para que me regales un abrazo, sin poses y sin solemnidades: Que  se escuche el tañer de nuestras copas o nuestros vasos de cristal o de poliuretano o con lo que se tenga por ahí a la mano, pero que suene fuerte el brindis. Un inmenso brindis, desde el fondo del alma, para que se derrame, sin miseria y sin melindres, toda la alegría posible, la nostalgia o la melancolía… El asunto es brindar en este día, por ti o por mi o por lo que mejor se nos ocurra.
           Brindemos por  las madres infinitas, mimosas, consideradas y bonitas. Por  la mía que ahí está, viva, compacta y vigente; por la de usted, si está presente o también si se ha marchado, dejándonos el recuerdo de su figura terrestre, de sus voz y de su risa que fuera ese pan celeste, y de esas manos que trazaran bendiciones en la frente…  Para mi padre, entrañable, es mi gratitud y mis letras, la fuente principal de savia e inspiración, que guardo en el corazón para cuando volvamos a reunirnos allá, donde los problemas se deshacen como pompas de jabón.
           Brindando, brindo, por la sangre que corre en mis venas, como el mejor regalo que el cielo pudo darme, cuando a la vida vine; brindo también por todos mis hermanos, los de aquí y los de allá. Por Alfonso, el fraterno que se marchó dejándonos su luminiscencia noble y su recuerdo imborrable, un monumento sublime que no se pierde en el horizonte ni en el tiempo. Alzo mi copa para brindar por tu superioridad de alma y tu corazón inmenso.
               Otro brindis cumplido por quienes en la vida y sus azares me han tendido la mano, mis amigos de fe, de lonche y de talacha; brindo por el destino, que siendo ineluctable se ha portado conmigo en lo que sigue de estar a toda madre. Así, este brindis no me basta, para significar mis tantas cosas buenas y algunas regulares. Digo entonces ¡salud! por tantas cicatrices, por los besos, las caricias. Brindo por la mujer, pero por esa, que de alguna manera nos vuela o nos aplaca; por los hijos perpetuos y la niñez de mi querido nieto; por los poetas del alma y los pintores del cuerpo. Por la luna, por las flores, por los castos amores que hacen un valladar de una ventana, y por esa pasión voluntariosa que a veces, como ahorita,  provoca un extravió en mi soliloquio, cuando que no me alcanza ese poema propio y caigo en el proporcionado y natural parafraseo, para decir entonces simple y sencillamente que brindo nada más porque respiro; que nada importa si se es guapo o se está feo. Solo diga salud, porque soy y aquí estoy y esto, en verdad, les digo, es lo mejor que me pudo pasar.
                Brindo entonces de nuevo, por la vida; todos juntos embriagados de alegría festejemos sin cesar y brinde como yo, por usted. Dando agradecimientos de poder unirnos por el pinche periódico que acaba de comprar, seguro para enterarse de otros chismes, sin esperar esta fanfarria (por llamarle de manera eufemística) pero ni modo, ya estamos aquí y en este rollo habrá de dispensar mis garabatos y entelequia, así es mi estilo. No se amargue el día que al cabo se termina pronto, como todos los días para quienes todavía no les toca, a las 12 de la noche.
               Brindemos, si usted quiere, por cada logro que haya conseguido o por  los intentos fracasados. Por la humanidad fortalecida, por la libertad, el albedrío y la ecuanimidad.
               No importa si he llorado, también he saboreado las mieles colosales de la dicha. Brindo por mi tierra y su canto. Por tantas cosas bellas que he podido contemplar  y por tantas ideas que han bullido en mi cabeza, emergiendo como burbujas que han estallado para soltar pensamientos recalcitrantemente irónicos, patéticos o impertinentes; por ese manto azul que me cobija, con su escarcha plateada que me baña; por la alfombra de pasto verde jade  que amortigua mis pasos por donde camino; por la gota cristalina que mi sed apacigua; por el pasar del tiempo que de sabias canas me corona.
               Hoy brindo y digo: Gracias, al Dios poderoso, que me ha colmado de satisfacciones. Total es mi cumpleaños y puedo darme el lujo de cantar en voz alta “La Montaña”… Te agradezco, Señor, por otro año, te agradezco, Señor, por la sonrisa, te agradezco, Señor, por la esperanza, te agradezco Señor, nuevamente agradezco Señor.

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