Déjame que te cuente…
Por Sergio M. Trejo González.
Hoy 7 de junio, día de la Libertad de expresión. Fecha en que mis
amigos, los periodistas, estuvieron celebrando en grande. No sé, con desayunos, comidas
y cenas. Además caería en sabadito y eso brindó la oportunidad para, cuando
menos, 3 días de fiesta; sobre todo ahora que las autoridades municipales
mantienen excelente relación con las editoriales y con los reporteros.
Quiero entonces sumarme y sumirme a
las felicitaciones incalculables y merecidas para todos los que de alguna
manera se dedican a la difícil y cruenta labor del periodismo. Y, créame por
favor, no exagero mis conceptos ni adjetivos, si analizamos lo peligrosa que
viene siendo la tarea de comunicar en una atmósfera de tensión, consunción y
descomposición social. En estas convulsiones trabajan los periodistas de esta
generación, muchas veces con un saldo fatal. ¿Cómo caminar en estas arenas
movedizas? La historia del periodismo nos regala numerosas brújulas para no
perdernos. Sobre todo en temporadas que
se nos distrae hasta la intoxicación con el piojo en la cabeza del fútbol y los
corazones rotos de las telenovelas. Ya no hablamos de corrupción, nepotismo, ni
de tráfico de influencias que viene
siendo peccata minuta, si lo comparamos con el tema de la seguridad. En fin, el
periodismo, que ahora observo puede verse caminar sobre la corriente de la
información, que fabrica la versión oficial, pero también sobrevive aquél que,
ha corrido el riesgo de ser un testigo incómodo para narrar, con veracidad y
cercanía, los hechos de la historia reciente.
¿Qué decir, a estas alturas, de esa
herramienta maravillosa que es el internet y sus redes sociales?
Tal vez nada pero son plataformas que
nos obligan a diario a reinventarnos, a crear nuevos lenguajes, a movernos más
rápido, a ir más lejos; herramientas que también son amenaza y un peligro de
que prive la mediocridad, la pobreza de la palabra escrita o pronunciada y
donde la mentira suele correr mucho más veloz que la verdad.
Empero mis elucubraciones me alegra y
conmueve enterarme que Julio Cesar ortega y Aguirre y Fina Reyes, serán galardonados en la capital del estado
con motivo de tal festividad. Caramba, eso me complace y satisface. Espero
tener la oportunidad de brindarle un abrazo cálido al conocido comentarista de
la “K, Buena” y a la autora del “Glamour”.
También deseo extender mis
congratulaciones a los demás compañeros tundeteclas. A los contemporáneos y a
los antiguos periodistas que por ahí andan en la talacha informativa. Don
enrique Reyes, Eva López, Marquiño, a Isela, Esperanza Arias, a Carlos Delgado,
al Villo, Celdo, Susy, JL. Un saludo nice para mi tocayo
Bremont y otro saludo a Barragán y a Jorge Cárdenas, chucho Gutiérrez, al Gabo
y a Tolentino, a Gustavo González Godina, José Luis Ortega Vidal y Cecilio
Pérez Cortés, un abrazo muy fuerte. Deseo sinceramente que disfruten del
agasajo que por ahí seguramente se anda organizando. Cierto que en algunas ocasiones
me invitan, pero en realidad yo no soy periodista puro. Sin entrar en detalles
técnicos lo que me gusta es la crónica de banqueta y mercado, de patios y
tendederos, las reflexiones cursilonas, preñadas de nostalgia y deliberación
onírica. Moldeo e hilvano, para distraerme, algunos ensayos que van del cuento
a la ristra de acontecimientos, con opiniones logradas en la cotidianidad, en
la comprensión que mis divagaciones no llegan a satisfacer la necesidad de
información que la gente busca porque se trata casi de una expiación de mis
pecados. No me atrevería a formular una nota roja, ni rosada, cuando, mucho de
humor negro, porque lo mío es de otras tonalidades dirigidas al ciertos
lectores extraviados que buscan en los periódicos esa linterna de Diógenes o el
quinqué de Aladino; por ello en ocasiones mis digresiones y soliloquios sirven únicamente
para expiar estados de ánimo. garabatos que se disipan en el olvido, como aquel
humo de olorosos cigarrillos que en espirales se remonta al cielo para
simbolizar, al resolverse y disolverse en nada, la vida de los sueños, o como
las hojas que en el otoño caen de los arboles significando el final de las ilusiones y de la existencia.
En fin, soy un admirador del trabajo
periodístico desde muy pequeño, quizá porque mi dificultad para aprender a leer,
al principio, me llevaba a la desesperación o a lo mejor porque he conocido y
tratado a periodistas valientes y cabrones,
a otros inteligentes y profundos, sin perjuicio de los habilones,
los mercenarios y los chantajistas. Asi he venido comprendiendo esto que
resulta como en cualquier trabajo, hay de todo. Lambiscones y zalameros pero
también personas de mucha dignidad y categoría.
No puede dejar de estar presente hoy,
en este momento, la memoria de los compañeros periodistas que se adelantaron en
el viaje sin retorno. Podría su servidor observar los nombres de muchos porque,
eso sí, tengo buena memoria; sin embargo hoy no quiero importunar con mis
cuitas melancólicas, en la comprensión de que eso y más, será expresión en los discursos
y entrega de reconocimiento, que, seguramente, tendrán lugar en algún banquete
o ceremonia, igual que con el “bailongo” instituido “realmente” por el ayuntamiento
más folklórico que los acayuqueños hubiéramos soñado.
Muchas felicidades.
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