Déjame que te cuente…
Por Sergio M. Trejo González.
De lejitos, a la prudente distancia,
por ahí, fui enterado… anda la cosa de un plebiscito:
¿De qué color te gustaría ver
pintado el palacio municipal?
La idea de pintar nuestro palacio
municipal es buena, hasta magnífica, pudiéramos decir. Es una manera notable e inteligente manera de
enfrentar un tema muy importante; aunque
requiere de mayor objetividad y pluralismo, que amerita algo más que un simple
volante, como el que tengo en mis manos… con tres alternativas a escoger.
Para empezar diríamos que “algo es algo. Que puede ser un ensayo apantallador,
que se debe enriquecer con un mejor boletín a los medios, para captar la
opinión de una parte mayor de la comunidad. Digo, porque esto del referéndum significa trabajar
sometiendo las acciones a la soberanía popular; es una antigua manera de
conocer el sentir ciudadano. Aunque debo subrayarlo: Una consulta popular,
sabemos, también sirve para eludir responsabilidades y "lavarse las
manos". No olvidemos a Poncio Pilatos… pero bueno, esa, es otra historia.
Aquí lo trascendente es la
voluntad, la buena fe y la sensibilidad, para hacer las cosas adecuadamente. Un
servidor ha venido pugnando desde hace varios años para que “La casa del
Pueblo” sea rescatada del abandono en que se encuentra y no me voy a poner
chocante ahora que le quieren hacer algún mejoramiento. El Palacio Municipal
por supuesto que necesita y urge de algo más que una blanqueada, por muy
concienzuda que se pudiera realizar. Se precisa una restauración escrupulosa, minuciosa,
profunda y cuidadosa. Por delante, por detrás, por arriba y por debajo. Lo
menciono porque ignoro, cuando se habla de una pintada, si solo se refieren a
darle de brochazos al palacio por encima de la pared o si se cuenta con un
original proyecto de remodelación; porque el rescate y la rehabilitación de
edificios y la conservación del patrimonio histórico y artístico de cualquier
pueblo, debe sostenerse con algo que garantice la preservación de los detalles
y el arquetipo original, que represente una época o un periodo de desarrollo,
como en el caso de nuestra ciudad.
Me atrevo a realizar esta
observación porque hemos contemplado con algo de tristeza como durante varios
años se han realizado cheineaditas y remiendos que han significado notables
atentados a la belleza de edifico sede del poder municipal. Hablo de las
goteras y los hundimientos, de los cristales rotos y del moho y manchas en las
paredes, los frisos y los resaltes con algunos reflejos de piedra que, sin
ninguna idea, de manera insensata, han sido teñidos con pintura vinílica. Uno
de los sueños de cualquier vecino es contemplar el Centro Histórico de Acayucan
totalmente limpio y lleno de vida, por lo que desde hace años anhelamos una idea
de proyecto para restaurar y preservar las casas de corredor antiguo y
edificios con cierto valor patrimonial. Me refiero al mercado, al hospital y a
la escuela primaria Miguel Alemán, y por supuesto a nuestro Palacio Municipal
que representan un periodo de cierto esplendor.
Estoy seguro que cualquier
acción sobre estos inmuebles involucrarán al grueso de la población. No tengo
dudas que la participación y el respaldo popular, no populista, resultará
determinante para este "rescate". Empero para mi espíritu legalista es
necesario instrumentar una especie de reglamento para el uso y mantenimiento de
estas piezas.
Ojalá que el gobierno
municipal tenga el suficiente interés singular y decidido para ese rescate
arquitectónico de techos, paredes y pisos del edificio que ocupa la presidencia
municipal, pues nuestra riqueza cultural, por su significado histórico, que
forma parte del desarrollo urbano que encierra el inmueble, debe ser remodelado
a detalle en cada uno de sus rincones, desde la fachada principal hasta sus
basamentos, esos que la parte de atrás provoca vergüenza y por el costado norte
contienen un mural en grado de tentativa, donde algunos pinceles de la ciudad
procuraron desarrollar ideas saturadas de modificaciones que terminaron en un
collage alucinado, a manera de ejemplo de lo que no se debe hacer.
En serio que me gustaría contemplar
una auténtica y valiente intervención al palacio municipal, en su azotea y en
el tejado en lo general, con modificación de pendientes donde se encharca el
agua, bajadas pluviales, restitución de piezas de la cantera, pisos, remates,
albardas, repisones, cornisas y escalones y una limpieza general con
hidroborrado. Aprovechando el viaje caería saludable una injerencia en el total
de la cancelería, carpintería de sus tres niveles restituyendo y manteniendo
las piezas de madera de cedro natural, intervención a la obra de herrería dando
limpieza general y aplicación de pintura de esmalte, con restauración de los segmentos
que ya muestran un enorme desgaste por la esquina noroeste. Insistiendo en lo que
hasta la saciedad he anotado respecto a nuestro palacio, donde permean las
costras de limo y sarro; plagado de carteles y anuncios que nada tienen que hacer
en esas paredes. Para eso son los tableros de avisos… También, si se trata de
opinar, hago patente que le vendría bien un corte a la barda, de la espalda del
teatro al aire libre, que impide a visitantes y locales, el derecho de vista a
nuestro señorial palacio; una mejora al kiosco y un arreglo a la plaza del
paseo Bravo... con sus pretéritas fuentes.
Anda también por ahí la que habíamos
venido platicando con algunos vecinos, respecto a la construcción de un
viaducto o un estacionamiento por debajo del parque Benito Juárez; parece ser
bien acogida por las autoridades… nomas había que pensar en un desarrollo
integral para que en el tiempo regular volvamos a disfrutar de nuestro parque, reponiendo
las bancas que se han robado. Se tiene de similar manera que reubicar el
monumento a don Hilario C. Salas, que podría quedar en la glorieta donde
convergen las calles de ese nombre y la Benito Barriovero y la Porvenir…
mirando hacia el sur.
Y bueno, para complementar el
rescate de este patrimonio histórico de los acayuqueños, habrá que trabajar, de
manera permanente, en las banquetas y las guarniciones para que se mantengan
libres y limpias, despejadas lo más que se pueda de propaganda comercial y
política, con una dotación generosa de lámparas para seguridad e iluminación
escenográfica de las fachadas.
En fin, los plebiscitos y las
consultas son aspecto liberal significativo para que nos expresemos. La opinión
de empíricos y académicos, populares y comunitarios, jóvenes y viejitos, ellas
y ellos, pudieran enriquecer las muy diferentes concepciones del entorno y las
perspectivas de la imagen urbana. Los debates pueden a veces resultar de alta
temperatura pero bueno si ya se atrevieron a un reto de tal magnitud hay que
dejar que la plataforma hable realmente; así se han inventado en el devenir de
los tiempos, desde el ágora, no solamente criterios y
metodologías, sino algo mucho más ambicioso: el sueño de democratizar el
ejercicio del poder.
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