La fiebre del Buen Fin. Foto: Benjamin Flores |
MÉXICO,
D.F. (Proceso).- Acciones “populistas” son aquellas que a primera vista
dan la impresión de ayudar a la población pero que en el largo plazo
lastiman profundamente a la sociedad. Estas políticas irresponsables y
engañosas buscan el aplauso fácil en lugar de resolver los problemas de
fondo. Tanto el Buen Fin como el Teletón cumplen cabalmente con esta
caracterización.
El Buen Fin no busca ayudar a la economía
popular, sino facilitarles ganancias a las empresas monopólicas. Por
ejemplo, muchos establecimientos prefieren ofrecer pagos “a plazos” en
vez de descuentos reales. Así, las grandes empresas pueden deshacerse
más fácilmente de los inventarios acumulados a lo largo de este año de
franco estancamiento económico. Y cuando sí se ofrecen descuentos
reales, normalmente éstos apenas emparejan los precios nacionales con lo
que se cobra por exactamente los mismos productos en Estados Unidos.
Para realmente beneficiar al pueblo, las ofertas tendrían que ser
permanentes en lugar de temporales y al gusto de los oligarcas.
El
Buen Fin también fomenta peligrosas prácticas de endeudamiento personal
al estimular la utilización de las tarjetas de crédito. Y con el sorteo
en el que la Secretaría de Hacienda “reembolsará” una pequeña cantidad a
algunos tarjetahabientes, el gobierno federal convierte la
irresponsabilidad ciudadana en política pública. Asimismo, las ganancias
para los bancos por concepto de intereses, cobros y comisiones en
tarjetas de crédito durante los próximos meses constituirán una enorme
recompensa para la oligarquía por su “generosa” participación en el
programa. La casa nunca pierde.
En lugar de fomentar el consumo
irresponsable, el gobierno tendría que controlar los abusos de las
empresas monopólicas. Por ejemplo, habría que defender a los mercados
populares y a los pequeños y medianos empresarios nacionales de las
grandes tiendas departamentales trasnacionales que incurren en prácticas
laborales abusivas, corrompen autoridades, repatrian sus ganancias a
sus matrices y contribuyen muy poco al fisco. Estrictos controles sobre
los precios de productos de demanda generalizada también ayudarían a
generar un “Buen año” para todos, no solamente un “Buen Fin” para unos
cuantos.
La prensa nacional ha informado que durante los últimos
seis años el SAT ha condonado casi 74 mil millones de pesos a algunas de
las empresas más grandes del país, incluyendo Televisa y Walmart, por
concepto de “créditos fiscales”. A pesar de que el IFAI ha exigido en
múltiples ocasiones al Servicio de Administración Tributaria dar a
conocer toda la información sobre estos créditos, el gobierno federal,
primero con Calderón y ahora con Peña Nieto, se ha negado rotundamente a
divulgar los datos. Hoy las fuerzas de la oscuridad también cuentan con
el apoyo de Gerardo Laveaga, comisionado presidente del IFAI, quien en
la votación más reciente sobre el tema defendió a capa y espada el
supuesto derecho de los empresarios más poderosos del país a mantener en
secreto estas millonarias contribuciones recibidas del gobierno.
La
oligarquía no descansa en su constante afán de expropiar los pocos
ahorros de los dignos trabajadores, estudiantes y profesionistas. Apenas
culmine el Buen Fin, iniciará el circo mediático del Teletón, que
tendrá lugar los próximos 29 y 30 de noviembre. Esta iniciativa es igual
de engañosa que la primera. Su principal propósito no es ayudar a los
niños con dificultades, sino reducir la carga fiscal y mejorar la imagen
pública de la televisora más abusiva de la nación. En vez de donar a
Emilio Azcárraga los pocos ahorros que pueden quedar después de los
gastos del Buen Fin, podríamos ahorrarlos para invertir en proyectos de
autogestión familiar o comunitaria que beneficien a todos.
Sin
duda existen muchos niños con grandes necesidades que deben ser
atendidos. Pero no son los ciudadanos de a pie quienes tienen la
obligación de resolver estos problemas con sus reducidos ingresos: es
tarea del gobierno, que supuestamente nos representa a todos. Las
autoridades deberían eliminar la evasión fiscal, cancelar los paraísos
fiscales y, en general, recaudar más impuestos a los grandes empresarios
para poder cumplir con sus responsabilidades sociales mandatadas por la
Constitución.
En vez de distraernos con el circo mediático del
Buen Fin y el Teletón, habría que inspirarnos con el digno legado de la
Revolución Mexicana, cuyo inicio celebramos este 20 de noviembre. Hoy
que la oligarquía cada día ingenia nuevas trampas para vaciar nuestros
bolsillos, convendría buscar nuevas formas para seguir el digno ejemplo
de grandes luchadores sociales como Emiliano Zapata y Pancho Villa, a
quienes debemos mucho más de lo que imaginamos.
Twitter: @JohnMAckerman
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