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Theurel: la vendetta con el superintendente de CFE * Una banda de
criminales, dice * ¿Y su banda de rateros? * Pepe Murad y el proyecto
CMAS
Erosionado por sus traspiés, al tope la incredulidad, el aparato de
justicia de Javier Duarte da tumbos para enfrentar el crimen del pastor
cristiano Claudio Martínez Morales y con un montaje descabellado —el
proyecto de los chivos expiatorios— pretende evadir el móvil pasional.
Vive otra tormenta el gobernador de Veracruz desde que la Agencia
Veracruzana de Investigación levantó a cuatro trabajadores
electricistas, los desapareció, los incomunicó y tejió con su destino la
solución al asesinato del líder religioso, ultimado la mañana del lunes
17 de junio, a suerte de cuchilladas, golpes arteros por doquier y
gritos de odio que le reprochaban conductas abusivas y la falsedad de su
palabra divina.
Duarte y su Procuraduría detonaron otro capítulo de arrebatos,
mentiras ocultas, verdades frágiles y la sordidez de una investigación
judicial cuyo mérito fue desencadenar burletas hacia el gobierno de la
prosperidad porque, a fin de cuentas, quién le puede creer a una partida
de ilusionistas que inventan asesinos donde no los hay.
A grandes rasgos, la historia cuenta los enredos del aparato de
justicia duartista cuando la sangre del pastor aún fluía de su cuerpo
tasajeado —36 cortes, la mayoría en la zona de los genitales y uno letal
en la yugular— y el temblor comenzaba a sacudir los cimientos de la
Comunidad de Dios, la iglesia que Claudio Martínez trajo a
Coatzacoalcos, otorgada la franquicia por Carlos “Cash” Luna, el líder
máximo de esa organización con sede en Guatemala.
Su fastuoso hogar, un palacete enclavado en la colonia Petrolera,
enjardinado, convertido en una fortaleza, se transformaba en el
escenario de un crimen brutal y del morbo popular. Llegó el Ministerio
Público, los peritos, expertos en detectar huellas, hilos de sangre,
rastros dejados por los asesinos. Sometieron a la viuda, Luz Margarita
Enríquez Reyes, la pastora Lucy, supuestamente amordazada y atada por
los sicarios mientras ellos enviaban a Claudio a la otra vida, si es que
la hay.
Desatado el escándalo, la Procuraduría de Veracruz taponó todos los
resquicios para evitar fugas de información. Antes del 7 de julio, día
de la elección de alcaldes y diputados, no habría nada que decir. Y así
se hizo. Dejó correr los días sin inquietar a la principal testigo del
caso, la pastora Lucy, que evadía al MP con la argucia de que vivía su
duelo.
Declaró la pastora entre el sigilo y la complicidad, cuatro días
después, sólo para decir vaguedades. Muerto su marido, su otra
preocupación era sacar sus muebles de la escena del crimen. Así lo hizo,
con mudanza y todo, y con el beneplácito del MP.
Su duelo se prolongó hasta el lunes 26 de agosto cuando apareció en
el programa Mamá Sola. A la periodista Julieta Lujambio le argumentaba
que el móvil era el robo, que los ladrones iban “por la ofrenda”, porque
pensaban “que teníamos dinero” y como no hallaron nada de valor, según
la pastora Lucy, se enojaron y reaccionaron con violencia.
“Estoy segura de que eso pasó. No veo otro móvil”, agregó la viuda
del pastor que días antes se le vio discutir acaloradamente con Claudio
Martínez. “Creo que el móvil está muy claro”, reiteró. Y ofreció
trabajar con las autoridades judiciales para esclarecer el crimen y que
se castigue a los responsables.
Convenientemente llegó la reaparición pública de Lucy Enríquez. Un
día antes —25 de agosto— los familiares de los cuatro trabajadores
electricistas irrumpieron en las oficinas ministeriales. Habían obtenido
información clave. Uno de los desaparecidos fue detenido por la AVI a
las puertas de la Comisión Federal de Electricidad. La AVI lo negó.
Al día siguiente, el lunes 26, familiares, amigos y compañeros de
trabajo, incluido el líder del sindicato de electricistas, Víctor
Andrade, aumentaron la presión. Bloquearon los accesos a Coatzacoalcos y
generaron un caos vehicular de antología.
Fue así como la AVI presentó a los desaparecidos, cinco días después
de haberlos levantado, violados sus derechos, sometidos a tortura,
golpeados, quemados por los toques eléctricos aplicados en sus
genitales, según acusaron desde la rejilla de prácticas, una vez
consignados al juzgado. Era el proyecto de los chivos expiatorios.
Lucy Enríquez fue requerida —viernes 30 de agosto— por el abogado
defensor, Enrique Rentería, un ex agente del MP que conoce las entrañas
de la Procuraduría. Rentería la hizo caer en contradicciones. Antes no
pudo reconocer la pastora a los asesinos pues llevaban el rostro
cubierto y ahora afirmaba que eran ellos, dos de los cuatro
electricistas aprehendidos.
Una reyerta se armó en el juzgado entre los amigos, feligreses y
guaruras de la pastora Lucy y los periodistas que cubrían su
declaración, mientras los familiares de los electricistas protestaban y
en cartulinas estampaban leyendas en que se leía que la viuda de Claudio
Martínez dijera la verdad.
Dos días después, otro jaloneo se dio a las puertas de la Comunidad
de Dios. Convocados a una conferencia de prensa, los periodistas fueron
acosados por un feligrés que no cesaba de tomarles fotografías. Al
reclamar el ambiente de hostilidad, uno de los gendarmes de la pastora
en duelo se encaró y retó a golpes a los reporteros.
Convenientemente también, el alcalde Marco César Theurel Cotero —“Te
rompo tu puta madre”— embistió al superintendente de la CFE, Carlos
Jiménez Zavala, de quien demandó su cese porque, dijo, en la paraestatal
opera una banda de criminales. Simultáneamente se le fue a la yugular a
los familiares y compañeros de trabajo de los electricistas detenidos
por el bloqueo a los accesos de Coatzacoalcos, vía una denuncia penal.
Es obvio el intento de intimidar a los familiares de los inculpados,
quienes acusan tortura para declararse culpables. Nada, sin embargo, les
hizo mella. El domingo 1 marcharon hasta el penal Duport-Ostión y
exigieron que el gobierno se apegue a la ley y cesen las mentiras de la
pastora.
Endeble, frágil, la tesis del robo palidece frente a una ruta que
Duarte, el procurador Felipe Amadeo Flores Espinosa, el subprocurador
Jorge Yunis Manzanares y el Ministerio Público, no intentan andar: el
móvil pasional.
Una versión filtrada desde el aparato judicial desdibuja el teatro
duartista. Refiere un amorío entre el pastor Claudio Martínez y la hija
de un funcionario del gobierno de Veracruz, radicado en Coatzacoalcos,
cuyo saldo fue el sangriento homicidio.
Tensos los ánimos, el poderoso funcionario reclamó al líder religioso
su proceder, su conducta infiel, su santísima hipocresía y el descaro
divino, señala la versión. “Tú tendrás mucho poder pero yo tengo mucho
dinero”, habría respondido el pastor. Días después ocurrió el crimen.
No lo hizo por mano propia, dice la versión. Contrató “servicios
profesionales”, sicarios que durmieron en el interior del sacro hogar;
que no tuvieron que brincar la reja o forzar cerradura alguna, ni su
móvil era robar.
Su objetivo era Claudio Martínez, nadie más. Pudieron ultimar a la
pastora Lucy pero esa cláusula no aparecía en el contrato. Inverosímil
resulta, pues, la versión de la viuda. Si los asesinos iban por dinero y
al no hallarlo se tornaron violentos, ¿por qué no la mataron a ella?
No hurga el gobernador Javier Duarte en el móvil pasional. Lo
descarta la viuda Lucy Enríquez. Theurel intimida a quienes acusan
prácticas de tortura para que los cuatro electricistas se incriminen.
Son reacios a aprender la lección del caso Regina Martínez, corresponsal
de la revista Proceso ultimada en Xalapa, con un asesino fabricado,
también a base de tortura, condenado por una juez de consigna a 38 años
de cárcel y luego declarado libre por el Tribunal Superior de Justicia
por violaciones a sus garantías y derechos.
Vilipendiado, en el clímax del descrédito, el aparato de justicia de
Javier Duarte hizo del crimen del pastor cristiano Claudio Martínez
Morales un escándalo insólito. Y todo por no seguir la pista del móvil
pasional, la ruta del funcionario agraviado y los sicarios de trabajo
fino.
¿A qué le teme el gobernador si el delito no lo cometió don Javier?
Archivo muerto
Sin moral alguna, menos un rasgo de virtud, al alcalde Marco César
Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”— le da por destilar ponzoña.
Exige cesar del superintendente de la Comisión Federal de Electricidad,
Carlos Jiménez Zavala, porque cuatro empleados de la paraestatal son
acusados por la policía ministerial del crimen del pastor Claudio
Martínez Morales, cosido a puñaladas la mañana del 17 de junio, y de
paso denunció a los familiares amigos y compañeros de trabajo que
protestaron por su desaparición y bloquearon los accesos a
Coatzacoalcos, acción ciudadana que obligó a la policía a presentarlos
públicamente. Theurel se vale del caso para dirimir su propia vendetta
con el funcionario de CFE, quien lo mantuvo a raya, cortó suministro
eléctrico en colonias no regularizadas ni municipalizadas, donde los
vecinos se robaban la luz con anuencia del alcalde. Recuérdese cuando un
poste de luz cayó y electrocutó a una familia. Quería el bipolar de
palacio la crucifixión de Carlos Jiménez Zavala, cuando el asunto lo
resolvería la dependencia con el pago de la indemnización, como dice la
ley. Pero la osadía de Theurel va más allá. Acusa que el superintendente
debe irse porque en CFE opera una banda de criminales. ¿Y la del
ayuntamiento de Coatzacoalcos? ¿Y Brian Carlos López Mendoza, de quien
el contralor Rafael Tejeda Patraca pidió su cese como director de
Adquisiciones por desvío y malversación de recursos, pero que Theurel
sostiene en el cargo así tenga que violar la ley? ¿Y los constantes
desatinos de Brian Carlos en el sentido de que Alejandra Theurel,
hermana de Marcos y futura síndica municipal, paga su cuota al crimen
organizado y a cambio pide “favores”, lo que la hace una delincuente? Y
el mismo Theurel, que amenaza proveedores, constructores, según audios
que circulan por internet, en portales, en Youtube. Da risa el alcalde
chambasucia: hablar de bandas criminales como si la de casa no fuera la
peor, la que él encubre y solapa…
Alista maletas José Murad Loutfe Hetty. Cuentan sus allegados que ya
reservó estadía en la Comisión Municipal de Agua y Saneamiento de
Coatzacoalcos, posición que se le dará al grupo Hillman para que no
enchinchen ni contaminen el ambiente político en el cuatrienio que está
por venir. Como quien dice, a Pepe Murad no le dieron sino que lo van a
poner donde hay. Tendrá a su disposición todo CMAS, las obras fantasma,
las reparaciones de fugas, los aviadores en nómina, pero no el área de
comercialización, esa reservada para el marcelismo, hoy en manos del
inamovible Sergio Amaro…
twitter: @mussiocardenas
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