|
Retrato de un rebelde en Aleppo, Siria.
Foto: AP / Manu Brabo |
MÉXICO,
D.F. (apro).- En el foro privado de periodistas y defensores de
derechos humanos que cubren la guerra en Siria, las noticias de
secuestros o amenazas de rapto son moneda corriente. Las alarmas suelen
ser activadas por novatos que tratan de “cortarse los dientes” (frase
inglesa referida a tener las primeras experiencias de trabajo) en este
conflicto —el más peligroso desde el de Irak—, pero se incrementa la
frecuencia de casos que afectan a personas experimentadas.
Este
año ha sido el peor desde el inicio de los enfrentamientos, en marzo de
2011. Durante los últimos 30 días se conocieron cinco incidentes de
secuestro que involucraron a siete periodistas, todos con el mismo
responsable: el grupo guerrillero Estado Islámico de Irak y al Sham
(EIIS).
Reporteros Sin Fronteras establece en 26 el número de periodistas desaparecidos o privados de la libertad en Siria.
Pero ha trascendido que también se encuentran en cautiverio miembros de organizaciones humanitarias, así como incontables sirios. En el caso de los extranjeros retenidos, es difícil establecer su número debido a que se escoge seguir estrategias para liberarlos que requieren mantener los casos en secreto.
Pero ha trascendido que también se encuentran en cautiverio miembros de organizaciones humanitarias, así como incontables sirios. En el caso de los extranjeros retenidos, es difícil establecer su número debido a que se escoge seguir estrategias para liberarlos que requieren mantener los casos en secreto.
La situación, en cualquier caso, es de alerta roja.
El
Centro de Medios de Alepo, una entidad ligada al rebelde Ejército Sirio
Libre (ESL), emitió un “consejo” para que los informadores que desean
entrar a territorio opositor desde Siria: no utilizar el cruce de la
ciudad turca de Kilis a la siria de Al Bab. Ése solía ser el paso más
seguro, pese a los ataques aéreos del gobierno. Ahora está expuesto a
los acciones de EIIS.
Un grupo más pequeño, el Centro de Prensa de
Alepo, que ha ofrecido apoyo a numerosos reporteros occidentales, quedó
desmantelado el martes 6 cuando su actual jefe, Yosef Abobaker, fue
secuestrado junto con un periodista al que trataba de sacar del país por
esa frontera.
(Su antecesor, Abdullah al Yasin, murió en un
enfrentamiento en febrero, aparentemente relacionado con el secuestro
del autor de este texto, corresponsal de Proceso en Medio Oriente.)
El
Comité para la Protección de Periodistas publicó un balance el 31 de
julio, cuando la crisis empezaba a hacerse evidente: “Es crecientemente
difícil documentar las violaciones contra la prensa en Siria, para no
hablar de llamar a cuentas a los responsables. Siempre ha sido difícil
verificar lo que pasa en el país, pero ahora, el enorme número de
violaciones y la creciente lista de violadores se ha hecho
reconocidamente abrumadora”, señaló.
Las organizaciones
internacionales de derechos humanos y de apoyo a reporteros, sin
embargo, han quedado rebasadas por los acontecimientos y, al momento de
redactar este texto (viernes 9), no han alcanzado a emitir comunicados
oficiales.
De manera informal, algunos portavoces transmitieron el
martes 6 a los periodistas advertencias como ésta: “Todos los casos
(conocidos de rapto) permanecen sin resolver y no queda clara la
motivación de los secuestradores. No es necesariamente obtener
recompensas. Estos tipos están hablando de (que acusan a sus cautivos de
ser) espías. El juego ha cambiado radicalmente y si tú eres la
siguiente persona que agarran, es muy probable que te encuentres en la
misma situación. La posibilidad de que un secuestro termine en una
ejecución o una desaparición permanente es muy real”.
El riesgo de la confianza
Hasta
fines de 2012, las víctimas usuales de los secuestros solían ser o
novatos o periodistas con tanta experiencia y confianza que excedieron
los límites de la seguridad. Un caso típico es el de un alemán de 22
años que se presentaba en su sitio web vestido de ropa de camuflaje y
mostrando sus fotos de fiestas infantiles, que no hablaba árabe ni
inglés, y que no tenía contactos o conocimiento de lo que ocurría en
Siria: el muchacho cruzó la frontera a fines de enero de 2013 y esa
misma noche consiguió enviarle a su novia un SMS en el que decía que
estaba herido y oculto en un sótano, en un lugar que no pudo precisar.
Un equipo de ayuda tardó casi dos semanas en hallarlo y ponerlo a salvo.
De su caso no se ofrecen detalles a causa del daño emocional que
sufrió.
Por el otro lado, hay situaciones como la del premiado
periodista Richard Engel y sus cuatro compañeros de NBC. Pese a su
experiencia y recursos financieros y logísticos fueron capturados el 13
de diciembre de 2012. Los secuestradores, aparentemente milicianos
leales al gobierno sirio, se enfrentaron accidentalmente con rebeldes
del grupo islamista Ahrar al Sham. Los informadores escaparon en medio
del tiroteo.
Hasta el año pasado, la amenaza de secuestro provenía
del ejército gubernamental o de milicias ligadas a él, además de grupos
criminales interesados en exigir recompensas. Las zonas bajo control
rebelde se consideraban relativamente seguras. Esta percepción cambió
con el secuestro de tres periodistas extranjeros (incluido este
corresponsal de Proceso) en Alepo, el 22 de enero de 2013.
Según
lo que se ha investigado, fueron sus fixers (contactos locales que les
ayudan a moverse en el área) quienes los traicionaron y facilitaron que
hombres encapuchados y armados los secuestraran. Este grupo pudo moverse
sin problemas en el área de Alepo que estaba bajo control rebelde.
Había tomado un edificio que usaba como centro de detención en esa misma
zona. Los secuestradores intentaron vender a los periodistas a una
organización islamista que, por distintas causas, declinó la oferta.
Ello propició la liberación de los cautivos, después de que sus captores
les robaron su dinero y equipo de trabajo.
Esto demostró que el
Ejército Sirio Libre era incapaz de ofrecer garantías mínimas para los
informadores extranjeros en su área de dominio y, mucho peor, que los
contactos locales, las únicas personas en quienes podían confiar, eran
capaces de traicionarlos.
Peligro para todos
Las
advertencias entre reporteros hacen énfasis en el primer eslabón de la
cobertura de conflicto: cuidado con tu fixer. ¿Es de plena confianza?
En
realidad resulta muy difícil establecerlo porque, como se ha
mencionado, incluso entre los más conocidos puede haber traidores. Otra
cuestión es: ¿Tiene la capacidad de protegerte? Uno o dos guardias
armados poco pueden hacer frente a una katiba (pelotón).
“Desde mi
punto de vista, éste no es el momento (de andar por Siria) sin el
respaldo de una katiba”, compartió una integrante de una organización de
reporteros independientes en el citado foro privado de periodistas. “Ir
con una katiba puede traer sus propios problemas”, le respondió un
colega. “Algunas katibas te pueden vender/entregar a otros, o pueden
quedar frente a otra katiba con mejores armas”. El primer caso,
ejemplificó, es el del fotoperiodista francés Jonathan Alpeyrie, que
permaneció secuestrado durante 81 días desde el 29 de abril. Su
liberación, el 20 de julio, proveyó una muestra más no sólo del nivel de
vulnerabilidad de los reporteros en este conflicto, sino del caos y la
confusión que prevalecen en él.
La mañana de su rapto, Alpeyrie
acompañó a un comandante de katiba del ESL, con dos guerrilleros y su
fixer, a un frente de combate al sur de la capital del país, Damasco.
Sus “amigos” lo entregaron a un grupo de encapuchados que lo obligó a
arrodillarse y simuló una ejecución, con un disparo al lado de su
cabeza. Lo esposaron y se lo llevaron. Lo habían vendido a islamistas.
Durante
semanas lo mantuvieron en casas muy cerca de las líneas de fuego, en
zonas sometidas a intensos bombardeos gubernamentales. Él se preparó
para morir. Casi tres meses después, estos rebeldes lo entregaron a
milicianos leales al régimen que lo llevaron a una prisión
gubernamental. Un hombre de negocios vinculado al presidente Bashar al
Assad lo sacó de ahí para enviarlo a Líbano, custodiado por sus hombres.
Una vez en Beirut, inseguro de cuál era su situación, Alpeyrie
aprovechó un descuido para escapar.
El contexto es el de la cada
día más aguda descomposición de la escena político-militar en Siria.
Este tipo de colaboraciones, puntuales o sostenidas, entre grupos
aparentemente enemigos se hace más frecuente, al mismo tiempo que crece
la enemistad entre supuestos aliados.
“El problema —declaró
Alpeyrie al medio francés Le Journal de le Photographie— es que los
rebeldes están perdiendo la guerra” y “están tan desesperados que no les
importa su imagen en el exterior, ven a tipos como nosotros como una
oportunidad y nos secuestran por dinero.”
Esta declaración puede
parecer cierta en las regiones centro y sur del país donde se encontraba
Alpeyrie, pero no tanto en el norte, donde el miércoles 7 los rebeldes
capturaron el estratégico aeropuerto militar de Menagh, en Alepo, tras
un asedio de nueve meses.
En esta operación, sin embargo, el
liderazgo no lo llevaron los grupos que actúan bajo la etiqueta de
Ejército Sirio Libre, sino brigadas vinculadas a Al Qaeda: el EIIS y
Jabhat al Nusra, que cuentan con numerosos yijadistas (combatientes por
la guerra santa mundial) extranjeros (saudíes, tunecinos, iraquíes y de
otras nacionalidades) y son las mismas que han sido denunciadas por
imponer castigos arbitrarios y excesivos a los pobladores, con base en
interpretaciones extremas de las leyes islámicas, y por recurrir a
métodos terroristas y ejecuciones masivas de prisioneros.
“Ésta no
es la hora para los periodistas amateurs”, aseguró en foros privados
una integrante de una organización de reporteros, con la esperanza de
ser escuchada por quienes carecen de experiencia. “Ir a Siria ya no es
sensato”, le respondió un compañero, “seas amateur o no”.
“La verdad es que algunos de nosotros seguiremos yendo allí —terció uno más— porque ése es nuestro maldito trabajo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario