sábado, 18 de agosto de 2012

Diario de un reportero: El periodista, moneda de cambio



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Luis Velázquez

Veracruz, Veracruz. 18 de agosto de 2012.- DOMINGO.- De pronto, en medio de la mañana, cuando los periodistas se congregaban en el café para la entrevista callejera, sobre la marcha, un reportero iba al café, se tomaba uno, dos minutos, y regresaba a su mesa contento y feliz, radiante.
A los dos minutos, otro tundeteclas iba al baño y de igual manera, y por alguna razón misteriosa, retornaba a la mesa con el brillo singular de la alegría en los ojos.
Así, a una hora determinada en el café, muchos reporteros desfilaban todos los días, y, bueno, aun cuando nada hace más feliz en la vida que dar paso a la micción urgente, una reportera se quedaba con la duda como una estaca, lacerando las neuronas.
Y con serenidad y audacia, fue al baño de mujeres y desde ahí espió con discreción la llegada fast track de cada reportero, pues había descubierto que ni siquiera regresaban con las manos fresquecitas de haberse lavado.
Y cuando el reportero siguiente entró al baño la reportera dejó pasar unos segundos y entró al WTC de hombres, donde en la puerta habían colgado un discreto anuncio que decía “Ellos”, mientras en el baño de mujeres otro letrero con la inscripción de “Ellas”.
Y la chica aquella descubrió, entonces, cuando un jefecito de prensa untaba la mano al reportero en turno con un embute, también conocido como “chayote” en tiempos de don Porfirio; “el colirio eyemo” (para que los reporteros vean mejor) en tiempo de Miguel de la Madrid; “maicear” a la prensa también decía don Porfis.
Luego, chismocita, preguntó a uno de ellos cuánto dinerito lograban recolectar en el transcurso de la mañana cubriendo “la fuente” del café.
--Hay días de mil pesos; en los mejores, dos mil.
LUNES
“La cooperativa” periodística
En provincia hay uno o dos cafés donde el gremio reporteril suele reunirse todos los días, y en donde, por añadidura, todos los días los políticos suelen llegar para ser entrevistados y ahorrarse tiempo después en la audiencia.
Y, bueno, desde que el padre Cuauhtémoc enviara la ofrenda a Hernán Cortés, quedó el hábito de que algunos políticos suelen maicear (¡oh don Porfirio!) a los reporteros para que escriban la nota con alegría, entusiasmados.
En el origen del mundo, en la edad de Piedra, en la época del hombre de Neandartal, fue manifiesto que solo los hombres se corrompían.
Por eso, en el cafecito una que otra reportera miró con envidia la felicidad con que todos los días muchos reporteros terminaban la jornada informativa con una sonrisa gigantesca de extremo norte a sur, mostrando la hilera de dientes y hasta parte de la encía.
Entonces, y en nombre de la unión a que Carlitos Marx convocó siempre a los trabajadores, cuatro reporteras integraron un grupito y a partir del momento se turnaban para fajar al político luego de la entrevista, decirle que eran una poderosa organización de cuatro mujeres, representantes de cuatro periódicos y que si el político mostraba su agradecimiento con un embutito, su información aparecería al otro día en el medio.
Incluso, al ratito, en el noticiero radiofónico, donde también alternaban.
El político, generoso y compasivo, les daba un buen embute, porque ni modo que se evidenciara ante las mujeres, digamos, con cien, 200 pesitos.
Los reporteros calificaron aquel grupo femenino, osado y temerario, como ‘’La cooperativa’’.
MARTES
Nostalgia de aquellos años…
En aquellos años, a muchos trabajadores de la información les fue a todo dar.
El jefe político del reino solía decir, con hechos, que ‘’lo que en política se compra con dinero… sale barato’’, y era caritativo (como Carlos Salinas con su programa ‘’Solidaridad’’) con el gremio periodístico.
Sabía, estaba consciente, seguro, de que ni hablar, la ley de la vida pública ha demostrado que ningún político existe sin los medios, y como dice Giovanni Sartori, las elecciones se ganan con dinero y con la prensa como aliada.
Según la fama pública, aquel político fue generoso durante los seis años con los medios.
Desde luego, el embute mensual.
Por supuesto, jugosos convenios con los magnates periodísticos.
Un cochecito de regalo, todos, uniformados, con el mismo color, que les fascinaba.
Becas para los hijos en escuelas particulares.
Viajes pagados en todo al extranjero para ellos y la familia.
El dueño de una revistita hasta compró una rotativa para convertirse en su editor y maquilar.
El propietario de otra revistita hasta un avión de 4, 5 plazas se compró, gracias a las ganancias de la publicidad comercial y a sus ahorritos.
Casas del Infonavit y fuera del Infonavit para otros.
Fueron aquellos años el paraíso en la tierra, regidos por el más alto concepto democrático:
E’to pa’ti, e’to pa’mí.
MIÉRCOLES
El embute a través de los sexenios
Con Luis Echeverría Álvarez, el dinerito del presupuesto para los señores de la prensa corría arriba y debajo de la mesa, sin ningún pudor.
Y si un periodista rechazaba el embute, entonces, todos los demás se unían en automático en su contra, porque atentaba contra la felicidad del grupo.
Y si aquel ángel de la honestidad se entercaba en rechazar ‘’la mordida mensual’’, entonces, otro reportero cobraba por él y entre todos se gastaban “el sobrecito” en la cantina preferida.
Con José López Portillo, el presidente más frívolo en la historia del país, aquel sexenio cuando fuimos ricos gracias al petróleo, el embute creció en tierra fértil, construyendo un país feliz para los chicos de la prensa.
Con Miguel de la Madrid, el embute continuó la tradición bienhechora.
Pero con una acotación: si con los anteriores presidentes ‘’el sobrecito’’ se recibía sin firmar, en el nuevo sexenio lo daban con un recibo de por medio y hasta con una copia de la credencial de elector… nomás para tener constancia.
La corrupción, pues, se había institucionalizado.
Cuentan que Ernesto Zedillo acabó con la historia ininterrumpida del embute.
Eso cuentan…
¡Ah, aquellos años, ‘’cuando éramos felices e indocumentados’’!
JUEVES
La alianza editorial
Hoy, sin embargo, algunos jefecitos de prensa dicen a los reporteros:
--Formemos una alianza editorial.
--¿Una alianza? ¿Qué eso?
--Sí, un convenio, un contrato, un acuerdo.
--¿Y en qué consiste?
--Te ayudaremos cada mes para encargarte a mi jefe máximo.
--Ok. Cuidaré al jefe máximo. Pero ¿me puedo meter con el resto del gabinete?
--¡No, no has entendido! Una alianza editorial es para cuidar a todos.
--¿A todos?
--Sí, a todos.
--Pensaba que del secretario de Gobierno para abajo, con todos me puedo meter.
--No, con ninguno.
--Entonces, gracias, conmigo no cuentes.
VIERNES
El reportero, moneda de cambio
Una jefecita de prensa opera de la siguiente manera:
Ha suscrito una alianza editorial con un editor.
Pero la alianza es tan jugosa que incluye hasta operar como su cabildero ante los trabajadores de la información.
Así, la jefecita envía a su cabildero con los reporteros incómodos para la seducción de un embute.
A cambio, claro, del silencio, pues el jefe es el jefe ‘’aun estando en pelotas’’ dice el sexto mandamiento de la ley del jefe que suelen vender en el mercado popular.
Si aquel reportero acepta que cada 30 días le unten la mano, el cabildero logra mejores espacios de negociación.
Y ni hablar, la jefecita de prensa se mantiene incólume en su imagen, en su trato, en su autoridad moral y ética, pues ella soslaya la maldición gitana del poema de Sor Juana Inés de la Cruz.
Y si el periodista incómodo rechaza la oferta mensual, ni modo, la jefecita de prensa queda limpia, y el cabildero mantiene sus privilegios.
Cada reportero indeseable se ha convertido en una moneda de cambio.
POSDATA: Más información en el blog.expediente.mx

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