miércoles, 25 de enero de 2012

¿Balacera en el Atiopan de Acayucan?

Columna: CLAROSCUROS


Por José Luis Ortega


(1)


En Acayucan nadie lo confirma…
Pero –al mismo tiempo- nadie lo desmiente…


(2)


El rumor –retomado por medios impresos locales- sostiene que la mañana del martes se llevó a cabo una persecución en varias calles de la ciudad.
Una patrulla de la Secretaria de Marina habría perseguido a dos sujetos que viajaban a bordo de una camioneta.
En el barrio llamado “Atiopan”, hacia la zona norte de la ciudad, presuntamente se suscitó una balacera.
En torno al final de la historia, hay dos rumores:

a) En el primero, se afirma que las dos personas perseguidas murieron.
b) En el segundo, se establece que sólo murió un hombre y el otro fue detenido.

En ambas versiones, los marinos presuntamente levantan al herido (os) y se lo (s) llevan.

- ¿Por qué se afirma que el herido o heridos están muertos? Se le pregunta a periodistas acayuqueños.

- Es la población quien lo dice…responden.

- Es decir, no hay pruebas de nada; no existe la certeza de que estos hechos hubieran ocurrido, se cuestiona.

- Así es, añaden; todo es rumor.

El asunto es que dos periódicos: El Diario de Acayucan y El Mañanero, publican en sus primeras planas la existencia de los rumores en torno a este suceso.
En El Mañanero, incluso, se publica un infográfico elaborado a manera de dibujo sobre la supuesta persecución y su desenlace.

Otro periodista de la fuente policiaca ofrece una tercera versión: categórico sostiene que no hay nada comprobado; son puros rumores que en Acayucan –dice- son el pan de cada día. He dialogado con una persona que habita en el sector donde habría ocurrido la balacera y afirma que no ocurrió nada, señala.


(3)


Una balacera y la muerte de una o dos personas dejan muchas huellas, entre ellas la de sangre prácticamente imposible de borrar, reflexiono.
Me quedan dudas –a partir de ello- sobre la persecución y la muerte de una o dos personas en una zona muy poblada de Acayucan y a plena luz del día.
Dudo, sobre todo, en torno a la muerte de la o las personas.
La persecución, en efecto, es algo común no sólo en Acayucan sino en varias ciudades del Sur de Veracruz.
La presencia de marinos, también.
Las balaceras son menos frecuentes pero también ocurren, digamos que a menudo.
Las muertes se reportan continuamente en la prensa de la región, pero tienen múltiples orígenes: desde suicidios hasta accidente de toda índole y también, claro, se reportan muertes de ejecuciones.
No obstante, algo así como una persecución, una balacera a plena luz del día en un barrio populoso, la muerte de personas a manos de la marina con la absoluta impunidad como para recoger el o los cadáveres, tirarlos a la batea de una camioneta y partir como si nada, no es algo de lo que –en mi caso- cuente con una referencia concreta y probaba.
La sola idea de algo así me parece espeluznante.


(4)


Hay algo que encuentro más real; un suceso del que he recogido testimonios en mi trabajo de periodista en el Sur de Veracruz durante los últimos meses: acá hemos empezado a vivir con la zozobra.
Apenas unos meses atrás, Acayucan era un lugar inhabitable.
El crimen organizado se había apoderado de la ciudad y sus alrededores.
Secuestros, extorsiones, asaltos, robos, se volvieron comunes y los casos probados al respecto son suficientes para escribir la segunda, tercera y hasta la cuarta versión de la obra maestra de Truman Capote: “A Sangre Fría”.
El arribo de los marinos a Acayucan como parte del programa “Veracruz Seguro”, generó casi de inmediato la disminución de los índices delictivos de alto nivel en la llamada “Llave del Sureste”.
El efecto cucaracha surtió efecto. Los criminales –al menos en mayoría- huyeron o se aplacaron mucho.


(5)


Si éste es el caso ¿de dónde viene la zozobra?
Observo que la población de un lugar normalmente apacible como Acayucan no sabe vivir con delincuentes, pero tampoco lo sabe hacer rodeado de soldados y marinos.
La comunicación sobre el papel de las fuerzas armadas y el resultado de sus acciones, ofrecería mucha tranquilidad a todos.
Esto, fortalecería el mayor temor de cualquier ciudadano: que las fuerzas armadas pongan en peligro el respeto a sus derechos humanos.

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