Columna: Déjame que te cuente…
Por Sergio M. Trejo González.
Me informaron mal… seguramente porque le informaron equivocadamente a quien me informó, acerca del lugar donde fue instalada una oficina consular de Honduras, el martes pasado. No se cortó el listón tradicional en el cuartito donde tuvo lugar una parecida ceremonia “inaugurativa” de la nonata Junta Especial Numero 15 de la Local de Conciliación y Arbitraje, sino en donde estuvo alguna vez nuestro archivo histórico; aunque el destino que le contemplo a la cancillería hondureña considero será prácticamente el mismo que tiene la similar de “El Salvador”, instalada el año pasado, sin hacerle al zahorí de barriada ni al pitoniso en relaciones internacionales… Basta contemplar las elegantes oficinas, climatizadas, de la similar dependencia de El Salvador, donde un personal sin presencia ni prestancia alguna mira pasar la vida y sus encantos y, como se puso de moda el fenómeno migratorio, con las reformas constitucionales promulgadas para sancionar la trata de personas, como delito que será perseguido sin necesidad de denuncia, y se garantizará el anonimato de las víctimas en el proceso, saldrán algún par de fotos con las reseñas de esta medida que no se refleja en la condición de ningún centroamericano que pasa por estas parcelas, no obstante “es uno de los delitos que más ofende y que más daña la dignidad humana". Se han dicho muchas cosas al condenar a los "criminales sin escrúpulos" que obligan a personas a "pedir limosna en las calles, a trabajar de sol a sol en trabajos inhumanos, a prostituirse, a soportar golpes o maltratos". Se sabe que la reforma modifica los artículos 19, 20 y 73 de la constitución mexicana a fin de que la trata de personas se persiga de oficio, se dicte prisión preventiva sin derecho a fianza contra los probables responsables y se proteja la identidad de las víctimas en el proceso judicial.
Ya veremos las consecuencias de la libre circulación y la manera en que nuestras instituciones policiacas y judiciales se las arreglan para ajustar y planchar estas novedades a la realidad “procesal” que conocemos y palpamos. Por cierto en estas realidades se puso de boga y actualidad pedir perdón. Ahí tiene usted los detalles de la “Caravana paso a paso por la paz” que recorre la frontera sur de México sobre el tren conocido como “La Bestia”, y las declaraciones del sacerdote Alejandro Solalinde Guerra, fundador y director del albergue “Hermanos en el Camino”, quien se ha robado los reflectores en toda esta parafernalia de protección y vigilancia para los indocumentados que atraviesan nuestro territorio en la búsqueda del sueño americano. Se ha dado una repartidera de solicitudes de perdón que ya don Pedro Flores y su popular canción han quedado relegadas a un plano de lo obsoleto. De repente surgen por ahí dos tres personajes de las novelas de moda en nuestro país presentando excusas o solicitando se las brinden. Es evidente que la palabra perdón adquiere en estos momentos un significado pleno, cuajado de mensajes al entramado social, político y moral que objetivamente determina y envuelve a la delincuencia. Afirmaciones duras, legítimas, destinadas a sacudir las conciencias y propiciar los cambios necesarios. Una pieza moral dedicada en primer término a los creyentes (ese universo donde conviven los ciudadanos honrados, las víctimas y los delincuentes), con todas sus implicaciones, sólo es comprensible para los otros no creyentes, cuando la mirada religiosa trasciende a la agenda civil y salta a la vida pública.
Yo también pido ¡peeerdón! públicamente, para estar ad hot. Perdón a los organizadores de la charada esa de instalar una agencia consular de Honduras por andar un servidor diciendo equivocadamente el sitio donde se instaló; porque no me tomé la molestia de asistir a una broma de mal gusto; porque no me gusta servir de comparsa a nuestras autoridades. Perdón a todos los centroamericanos que visitarán tal cancillería creyendo que recibirán ayuda económica o material cuando ahí solamente se manejan sermones que les recomendarán soportar con valor lo que les espera o una sugerencia amable para emprender el regreso a su país en aventón sin ser molestados, con algunos folletos a manera de suvenires, como testimonio de que anduvieron por México. Quiero pedir perdón por no hacer ni decir nada respecto al archivo histórico municipal que le han partido la madre para dar albergue a las oficinas de Honduras, mandando a no sé qué rincón la memoria de Acayucan, un pueblo hospitalario que nos ha recibido y obsequiado lo que somos y lo que deberíamos ser. Quiero pedir perdón por haber perdido la confianza en las personas que representan nuestras inmarcesibles instituciones políticas, morales y jurídicas, gentes alimentadas en la desintegración familiar y otros fenómenos sociales, que ahora nos cobran la factura por su falta de formación en los valores de Jesucristo, de nuestra constitución y de nuestra Ley Orgánica del Municipio Libre, porque no les enseñamos que los más grande en un pueblo es sentir orgullo de sus raíces, costumbres y tradiciones.
Perdón le pido a mi gente, a mis hermanos y amigos, a quienes hoy son testigos, o viven la incertidumbre. Quieren borrar nuestra historia cerrándonos ese archivo perdido ya en el herrumbre, donde se encuentran raíces de nuestros tiempos de gloria…Perdonar es necesario y pedir perdón también. Pero no te importe a quien; tengas que pedirlo o darlo. Tampoco puedes negarlo porque es una gran verdad que sientes felicidad dentro de tu corazón, al pedir o al dar perdón con mucho amor y humildad. El que no pide perdón y el que tampoco lo da, es bien seguro que está viviendo una situación, desprovista de emoción y de sensibilidad. No quiere a la humanidad pues no tiene corazón, quien no pide o da el perdón está lleno de impiedad. El que no pide perdón rechaza una gran fortuna, y hasta se convierte en una maquina de combustión. Por eso cariño, amor, te digo que eres razón, musa de mi inspiración, de escritos sin ton ni son. El Que no pide perdón no conoce la dulzura. Vive envuelto en la amargura, jamás llega a comprender que el perdón en realidad, es una necesidad que tiene nuestro real ser...
Ya veremos las consecuencias de la libre circulación y la manera en que nuestras instituciones policiacas y judiciales se las arreglan para ajustar y planchar estas novedades a la realidad “procesal” que conocemos y palpamos. Por cierto en estas realidades se puso de boga y actualidad pedir perdón. Ahí tiene usted los detalles de la “Caravana paso a paso por la paz” que recorre la frontera sur de México sobre el tren conocido como “La Bestia”, y las declaraciones del sacerdote Alejandro Solalinde Guerra, fundador y director del albergue “Hermanos en el Camino”, quien se ha robado los reflectores en toda esta parafernalia de protección y vigilancia para los indocumentados que atraviesan nuestro territorio en la búsqueda del sueño americano. Se ha dado una repartidera de solicitudes de perdón que ya don Pedro Flores y su popular canción han quedado relegadas a un plano de lo obsoleto. De repente surgen por ahí dos tres personajes de las novelas de moda en nuestro país presentando excusas o solicitando se las brinden. Es evidente que la palabra perdón adquiere en estos momentos un significado pleno, cuajado de mensajes al entramado social, político y moral que objetivamente determina y envuelve a la delincuencia. Afirmaciones duras, legítimas, destinadas a sacudir las conciencias y propiciar los cambios necesarios. Una pieza moral dedicada en primer término a los creyentes (ese universo donde conviven los ciudadanos honrados, las víctimas y los delincuentes), con todas sus implicaciones, sólo es comprensible para los otros no creyentes, cuando la mirada religiosa trasciende a la agenda civil y salta a la vida pública.
Yo también pido ¡peeerdón! públicamente, para estar ad hot. Perdón a los organizadores de la charada esa de instalar una agencia consular de Honduras por andar un servidor diciendo equivocadamente el sitio donde se instaló; porque no me tomé la molestia de asistir a una broma de mal gusto; porque no me gusta servir de comparsa a nuestras autoridades. Perdón a todos los centroamericanos que visitarán tal cancillería creyendo que recibirán ayuda económica o material cuando ahí solamente se manejan sermones que les recomendarán soportar con valor lo que les espera o una sugerencia amable para emprender el regreso a su país en aventón sin ser molestados, con algunos folletos a manera de suvenires, como testimonio de que anduvieron por México. Quiero pedir perdón por no hacer ni decir nada respecto al archivo histórico municipal que le han partido la madre para dar albergue a las oficinas de Honduras, mandando a no sé qué rincón la memoria de Acayucan, un pueblo hospitalario que nos ha recibido y obsequiado lo que somos y lo que deberíamos ser. Quiero pedir perdón por haber perdido la confianza en las personas que representan nuestras inmarcesibles instituciones políticas, morales y jurídicas, gentes alimentadas en la desintegración familiar y otros fenómenos sociales, que ahora nos cobran la factura por su falta de formación en los valores de Jesucristo, de nuestra constitución y de nuestra Ley Orgánica del Municipio Libre, porque no les enseñamos que los más grande en un pueblo es sentir orgullo de sus raíces, costumbres y tradiciones.
Perdón le pido a mi gente, a mis hermanos y amigos, a quienes hoy son testigos, o viven la incertidumbre. Quieren borrar nuestra historia cerrándonos ese archivo perdido ya en el herrumbre, donde se encuentran raíces de nuestros tiempos de gloria…Perdonar es necesario y pedir perdón también. Pero no te importe a quien; tengas que pedirlo o darlo. Tampoco puedes negarlo porque es una gran verdad que sientes felicidad dentro de tu corazón, al pedir o al dar perdón con mucho amor y humildad. El que no pide perdón y el que tampoco lo da, es bien seguro que está viviendo una situación, desprovista de emoción y de sensibilidad. No quiere a la humanidad pues no tiene corazón, quien no pide o da el perdón está lleno de impiedad. El que no pide perdón rechaza una gran fortuna, y hasta se convierte en una maquina de combustión. Por eso cariño, amor, te digo que eres razón, musa de mi inspiración, de escritos sin ton ni son. El Que no pide perdón no conoce la dulzura. Vive envuelto en la amargura, jamás llega a comprender que el perdón en realidad, es una necesidad que tiene nuestro real ser...
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