Columna: CON RUMBO AL SUR… Por Angel Gabriel FERNÁNDEZ
“Sin libertad, la democracia es despotismo; sin democracia, la libertad es una quimera”: OCTAVIO PAZ
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Hay dos noticias para el ámbito político estatal: una buena y una mala. La buena es para el PRI, porque ha retomado el control total en todo el chorizo veracruzano, lo cual pone de manifiesto la talacha política que dejó hecha el ex gobernador Fidel Herrera Beltrán y que continúa Javier Duarte de Ochoa. Tienen el carro completo. Son los dueños del juego, del estadio, del público, de los jugadores, del balón y hasta de árbitro. La mala es para la democracia, entendiéndose que democracia no es solamente el acto de acudir a las urnas y votar. La democracia es un sistema de gobierno que se robustece con la crítica, con el debate. La democracia incluye a las mayorías y a las minorías. Tener solito el control no tiene ni chiste. Viene esto a cuento a propósito de la reciente visita al estado de Veracruz de Andrés Manuel López Obrador, el popular “Peje” que en la última elección para la Presidencia de la República puso a dar a luz gemelos a PAN de Felipe Calderón. “El Peje” vino a promover el “Movimiento de Regeneración Nacional”, MORENA. Son patadas de ahogado por revivir la fiebre política de izquierda. Pero con tristeza, el mismo “Peje” y sus dos tres izquierdistas descubrieron que en Veracruz la oposición ya dobló las manos, dio el mal paso, aunque el mal paso se da con los pies, no con la mente y la razón. El “Peje” vino y se dio cuenta que aquella a la que se llevó a río creyendo que era mozuela, tenía marido.
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En una serie de escritos políticos, recopilados en el libro “Sueños en Libertad”, el lúcido escritor mexicano Octavio Paz (q.e.p.d.) habla de la hora cumplida el PRI; escribía aquello tras los disturbios estudiantiles de 1968 y tras el estallido de la rebeldía en Chiapas en 1994. El volumen incluye un ensayo famoso al que llamó “El Ogro Filantrópico”, como definía a PRI, por aquello de que mantenía una hegemonía peculiar en México, pero cuando necesitaba de apoyo de las masas populares, recurría a los sindicatos y organizaciones filiales para asegurar el aplauso y sobre todo: los votos. Octavio Paz fue insistente en que a México le estaba haciendo mucho daño (aparte del colonialismo, de la época revolucionaria y de los caudillos) un sector que pocos ven pero que tiene mucha presencia: la burocracia. La burocracia en México arropa a compadres, parientes, ahijados y demás. La hora cumplida ese entonces era para el PRI. Ahora le toca al PRD y al movimiento opositor que levantó (y con grandes esperanzas para muchos mexicanos) Andrés Manuel López Obrador. El análisis de Octavio Paz, ganador del Premio Nóbel, quien igual daba un discurso encendido en Jerusalén o que escribía la biografía de Sor Juana Inés de la Cruz en “Las Trampas de la fe”, se adelantó –hace dos décadas—a lo que vive hoy la izquierda mexicana y la veracruzana en concreto. “(Los partidos políticos) debe escoge el camino civilizado y cogobernar, no desde el poder, sino desde la crítica de poder, no el gabinete ministerial, sino en la banca parlamentaria. A los partidos de la oposición en Veracruz, como decía paz, parece ganarles la pasión y no las ideas. Esto decía Octavio Paz del PRD: “Es una reunión heteróclita de grupos, ideologías, intereses, personas y despechos; debe encontrar (y pronto) un programa claro y una fisonomía. Los grupos que lo forman deben decirnos qué es lo que realmente quiere y cuáles son las ideas y proyectos que nos unen. Hasta ahora ha recogido el descontento, con frecuencia legítimo, de muchos mexicanos; hoy tienen que dejar de ser una aglomeración (montón, pues) y presentarse como un verdadero partido con ideas y un programa.
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El proyecto del “Peje” se fue muriendo poco a poco en Veracruz. Los perredistas metieron primero los pies y se los cortaron; metieron las manos y se embarraron; y cuando quisieron asomar la cabeza, se las volaron. Se hicieron, cual japoneses, el hara-kiri: murieron poco a poco, desangrándose, espiando sus culpas. En la pasada contienda estatal, el candidato de la alianza opositora no fue siquiera perredista. Fue Dante Delgado, fundador de Convergencia. No sé si por estrategia o por vergüenza, pero ni el candidato a gobernador, ni los candidatos a diputados locales y a presidentes municipales, utilizaron el color amarillo del Partido del Sol Azteca: utilizaban el color blanco y se decían “candidatos del pueblo”, cuando es bien sabido que el Código Federal para Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) contempla que los contendientes deben estar agrupados en partido político. Ya no hay candidaturas independientes ni “candidatos del pueblo”.
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El camino para que México disfrute de verdadera democracia está en los partidos políticos en las reformas electorales, en procesos más equitativos. Con la desaparición de partidos políticos, de ideas, de proyector alternos, la democracia no se consolida. Veracruz (el sur principalmente) pierde -- con la desaparición del proyecto de Andrés Manuel López Obrador—una opción política. Su MoReNa es un movimiento desesperado por recordar a los de izquierda que la tuvieron, que era suya y que la dejaron ir. Ya no podrán decir como decían “Los Zempve’rs”: Oye morena, dime qué comes que estás tan bien. Los opositores a PRI tuvieron alcaldes (Rotter, en Coatzacoalcos, el jesuita Perdomo en Cosleacaque), tuvieron diputados federales y locales. Pero si hoy pretenden remover las ruinas de la izquierda, sólo cenizas hallarán.
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Federico Arreola, ex director del diario Milenio, narraba que cuando Andrés Manuel López Obrador pasó una vez por el sur de Veracruz, estuvo en Acayucan y que luego iba a pasar a comer carnitas delante de Soconusco; finalmente se fue a comer a un restaurante en Cosoleacaque y que degustó una sopa de mariscos servida en una cazuela. No está fácil que a “El Peje” lo volvamos a ver por estos lares. A su proyecto, a sus ideas, a su MoReNa (Movimiento de Regeneración Nacional) , ya no le dieron sopa de mariscos: le dieron atole con el dedo.
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