viernes, 27 de agosto de 2010

Columna: DEJAME QUE TE CUENTE…


Por Sergio m. Trejo González…
28 de agosto, un día importante. Lo era desde antes que se instituyera en esta fecha El Día del Abuelo… al menos para mí. Ahora tengo un motivo más para que resulte significativo, sobre todo este 28, que cae en sábado, que es el primero. El número uno en mi lista para celebrarlo, pues resulta que apenas el pasado día 6 de julio tuvo lugar el nacimiento de mi nieto primogénito, algo relevante si lo concatenamos con algunos elementos que debemos subrayar. En la familia Trejo González, y sus derivados, parece, si las matemáticas no sufren alguna picadura, que no habrá otro bebé en el 2010. Eso sería otro de los motivos para celebrar este DIA DEL ABUELO; por otro lado resulta menester significar también que aunque mi nieto fue recibido por sus dos abuelas y por sus dos abuelos, esto es que durante tal alumbramiento estuvimos en la clínica, muy cerquita y pendientes, tanto los padres de mi yerno, Humberto Gómez Martínez: Don Evaristo y doña Josefina, como los de Viridiana Trejo Benítez, la feliz mamá: María Elena y su servidor. Mi nieto tuvo la gracia de ser recibido por los seres que, después de sus padres, mas deseábamos tenerlo en los brazos para mimarlo. Dios, con sus designios inescrutables, determinó llamar a mi consuegra, Josefina Martínez Cruz, el pasado día 11 de agosto, para tenerla en su reinado, sin darnos la oportunidad de que Humberto, el nieto más esperado del bicentenario, recibiera los chiqueos y los arrumacos de su aún temprana abuelita, quien repentinamente se marchó, dejándonos en el corazón un dolor del que todavía no nos reponemos y del que nunca podremos aliviarnos… porque la muerte es así, disminuye una parte de quienes conocimos al ser que se va y que no podremos volver a mirar sino hasta que seamos llamados a ese lugar de donde alguna vez venimos… polvo somos. Por todo eso, hoy, en este día tan especial, recordando con respeto a doña Josefina, quisiera decir a mi pequeño nieto, que todavía no distingue nuestras alegrías de nuestras tristezas, que el Todopoderoso queriéndonos tanto, ha tenido la disposición de concederle una angelita exclusiva para que lo vigile durante su estancia en esta vida, desde ahí entre los Serafines, los Querubines, los Tronos, las Dominaciones, las Potencias, las Virtudes, los Principados, y los Arcángeles. Por ello, debemos agradecer que todo marche bien para Humberto. Doña Josefina desde el cielo ahora lo cuida y lo protege. Allá vive con la luz que, desde aquella mañana, cuando se fue temprano buscando un nuevo amanecer, se prendiera para iluminar el sendero de tan joven familia. Se fue como las golondrinas, buscando su nido celestial, allá, se fue su vida, se fue, la ultima vez que platicamos le prometí visitarla en “El Laurel”, la comunidad del municipio de San Andrés, en la zona de Los Tuxtlas, esa región mágica de bosque tropical, donde el paisaje cautiva en cada vericueto; ese lugar que se cubrió de luto y llanto con su velorio sentido y su concurrido sepelio, donde no tuve oportunidad de visitarla en vida para probar sus exquisitos platillos, que buena fama le dieron, pero fui en la circunstancia de consternacion que también me invadió... Las musas bulliciosas, que antes me dieran sin igual contento, ya las encuentro odiosas; y si cantar intento, sólo me inspiran fúnebre lamento... Esa tarde llovió, cayó la lluvia para que nuestro llanto se confundiera. Cargábamos el ataúd, que guarda sus restos, cuando nos dirigíamos al cementerio, ese destino final del cuerpo, con sus ojos cerrados y la sonrisa más fresca de doña Josefina, mientras su alma como paloma blanca tomaba el atajo de los cometas… Podía seguir escribiendo, pero las palabras se diluyen fácilmente y se olvidan muy rápido... Además, jamás llegarían a transmitir esta angustia que labios abajo, como un dolor se nos ha quedado en la garganta, desde que supimos que ya no llegaría un milagro que nos devolviera su presencia, su entusiasmo y su ejemplo de humildad.
Yo le prometí sembrar el árbol de “paqui” para amarrar el columpio de mi nieto y usted respondió, amagando, colgarle un trapecio sobre el río de sus predios… así pugnábamos ese placer de custodiar un bebito que apenas desarrolla sus sentidos; así la recordáremos siempre doña Josefina. ¡Gracias por su amistad! ¡Gracias! por todo lo que dio, por ese legado, para que a su nieto nunca le falte la bendición de un ser maravilloso como usted... la extrañamos, pero sabemos que habrá paz en su tumba, porque usted ya cumplió bien, en ese pueblo de amigos donde el olvido no llegará nunca. Humberto Gómez Trejo, el nieto que comparto con don Evaristo y María Elena, sabrá cuanto lo quiso su abuelita, quien ahora disfrutará viéndolo desde las estrellas… Ella sonreirá mirándolo sonreír. Este día del abuelo y de la abuela, deseo rendir así un homenaje respetuoso a la abuelita de mi nieto, que solamente esperó su nacimiento para despedirse, como esas aves que agitando sus alas nos expresan su adiós, dejándonos la esperanza de volver a reunirnos... “En algún lugar, muy en lo alto, donde existe una tierra que soñé una vez, en una canción de cuna. Donde algún día despertaré, donde las nubes están, detrás de mí, donde las risas caen como gotas, por encima de las chimeneas. Allí es dónde me hallarás, en algún lugar, donde los cielos son mas azules, y todos los sueños que te animas a soñar se hacen realidad”…La próxima vez que platiquemos le contaré lo que sigue.

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