lunes, 1 de febrero de 2010

Transas públicas; negocios privados

Columna: Itinerario político
Por Ricardo Alemán

El “caso Cabañas” y su onda expansiva —con todo y circo mediático de Televisa—, exhibieron con peculiar crudeza la corrupción e impunidad de autoridades, empresarios y usuarios de giros negros.

Los también llamados “negocios de la noche” —antros, burdeles, salones de baile, restaurantes, hoteles, picaderos y aguajes— no se explican en el DF y la zona conurbada del estado de México sin la complicidad de autoridades delegacionales, municipales y estatales; del GDF y Edomex. No son novedad las denuncias de escandalosos niveles de corrupción y tampoco el cinismo de las autoridades de ambas entidades que, a sabiendas de la transa, no hacen nada por acabarla; sean del PAN, PRD y PRI.
Lo nuevo del caso —y aunque usted no lo crea— es que detrás de la pelea electoral por el gobierno de tal o cual jefatura delegacional del DF —de un total de 16—, y de municipios conurbados como Naucalpan, Tlalnepantla, Ecatepec, etc., está el jugoso negocio de los giros negros, que por décadas ha sido la verdadera “joya de la corona”.
Por su naturaleza clandestina, nocturna, ilegal y hasta criminal, los “negocios de la noche” —que van desde el modesto salón de baile, el antro y la venta generalizada de alcohol adulterado, de drogas; hasta todos los niveles de prostitución masculina, femenina e infantil, y espectáculos y juegos sexuales—, son de los negocios más rentables para todo delegado, alcalde o gobernador. ¿Quién rinde cuentas —y a quién— de un negocio que vale miles de millones de pesos?
Detrás de las peleas por el poder en los grandes centros urbanos como el valle de México, la disputa es por esas montañas de dinero, que son de tal magnitud que alcanzan para alimentar no sólo el enriquecimiento ilícito de delegados y gobernantes —sean del PAN, PRI y PRD—, sino para financiar la política. Va una anécdota que presenciamos.
A principios de 1997, cuando el PRD se preparaba a participar en las primeras elecciones delegacionales y del GDF, pocos perredistas parecían interesados en una jefatura delegacional. “¡No tiene futuro ser alcalde!”, decían. Un priísta que ya había sido delegado les abrió los ojos. “¡No sean pendejos, el negocio está en los giros negros y las licencias de construcción, ahí no rinden cuentas a nadie!”. Hoy, amarillos, azules y tricolores dan la vida por ser delegados.
¿Y por qué nada hacen PAN, PRD y PRI por acabar con ese negocio sucio del poder? Porque es el combustible del poder. Y también por eso PRD y PRI se niegan a la reelección de alcaldes. ¿Quién volvería a votar por un jefe delegacional del DF? En efecto, nadie. (Tomado de El Universal / 1 de febrero 2010).

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