Enrique Peña Nieto y la Gaviota.
Columna: Itinerario Político
Por Ricardo Alemán
Columna: Itinerario Político
Por Ricardo Alemán
Además de ser el más aventajado presidenciable, blanco de toda la clase política, y al que todos quisieran tirar, Enrique Peña Nieto ya es el político más controvertido y polarizante. También en ese rubro ya superó a AMLO.
Por eso, la pregunta a responder es sobre el origen del “fenómeno Peña Nieto”. ¿Por qué un político y gobernante como el mexiquense es capaz de desatar expresiones extremas de amor y odio? ¿Por qué al hablar sobre sus posibilidades como presidenciable, detona filias y fobias que lo convierten en el aspirante más polarizante?
El fenómeno no puede ser visto como nuevo o aislado. Es parte de un peculiar “síndrome” adquirido por los mexicanos a la llegada de la transición democrática; el de crear ídolos de barro momentáneos que dejan escapar amor y odio contenidos por la antidemocracia. Así, en 1988 la sociedad ungió como deidades democráticas a Cárdenas y Clouthier; en 1994 a Marcos del EZLN y al malogrado Colosio; a Fox en 2000 y a AMLO en 2006.
Hoy el ungido por la diosa popularidad y su corte de imagen se llama Enrique Peña, y gobierna el estado de México. Pero igual que en su momento ocurrió con Cárdenas, Clouthier, Marcos, Colosio, Fox y AMLO, a Peña no le cayó la gracia del cielo. Es producto de su tiempo y su circunstancia. Y claro, de sus pecados. ¿Y cuáles son esos pecados?
El primero de los pecados —algunos los llaman aciertos— es que el Grupo Atlacomulco vio en el joven Enrique al escudero de la nueva generación política. Su pariente, Arturo Montiel —el segundo pecado—, acertó en la selección. El tercer pecado es la personalidad propia de Peña: joven, bien parecido, carismático, inteligente y con personalidad mediática. El cuarto pecado fue su triunfo arrollador sobre un PAN que se creía dueño del poderoso estado de México, y que hoy ha sido borrado del mapa.
El quinto pecado es la alianza de Peña con Televisa —mismo pecado de Fox, AMLO, Creel, Calderón, Ebrard y el gobernante que se quiera—, que catapultó su imagen. El sexto es la opacidad en la muerte de su primera esposa. El séptimo, su relación y futuro matrimonio con la actriz que encarnó a la popular Gaviota. Y el octavo, un aceptable desempeño en el ejercicio de gobierno. Esos pecados, en tanto aciertos políticos, tienen a Peña como el más popular, aventajado y controvertido presidenciable.
Hablar de su potencial llegada al poder desata pasiones, controversia y hasta insultos. Igual que cuando hablar de Cárdenas, Clouthier, Marcos, Colosio, Fox y AMLO era pretexto para lapidar al mensajero.
EN EL CAMINO Sí, Beatriz Paredes también miente. En 2006 el PRI se alió al PAN en Chiapas para derrotar a Sabines. La misma porquería. (Tomado de El Universal / 25 enero 2010).)
Por eso, la pregunta a responder es sobre el origen del “fenómeno Peña Nieto”. ¿Por qué un político y gobernante como el mexiquense es capaz de desatar expresiones extremas de amor y odio? ¿Por qué al hablar sobre sus posibilidades como presidenciable, detona filias y fobias que lo convierten en el aspirante más polarizante?
El fenómeno no puede ser visto como nuevo o aislado. Es parte de un peculiar “síndrome” adquirido por los mexicanos a la llegada de la transición democrática; el de crear ídolos de barro momentáneos que dejan escapar amor y odio contenidos por la antidemocracia. Así, en 1988 la sociedad ungió como deidades democráticas a Cárdenas y Clouthier; en 1994 a Marcos del EZLN y al malogrado Colosio; a Fox en 2000 y a AMLO en 2006.
Hoy el ungido por la diosa popularidad y su corte de imagen se llama Enrique Peña, y gobierna el estado de México. Pero igual que en su momento ocurrió con Cárdenas, Clouthier, Marcos, Colosio, Fox y AMLO, a Peña no le cayó la gracia del cielo. Es producto de su tiempo y su circunstancia. Y claro, de sus pecados. ¿Y cuáles son esos pecados?
El primero de los pecados —algunos los llaman aciertos— es que el Grupo Atlacomulco vio en el joven Enrique al escudero de la nueva generación política. Su pariente, Arturo Montiel —el segundo pecado—, acertó en la selección. El tercer pecado es la personalidad propia de Peña: joven, bien parecido, carismático, inteligente y con personalidad mediática. El cuarto pecado fue su triunfo arrollador sobre un PAN que se creía dueño del poderoso estado de México, y que hoy ha sido borrado del mapa.
El quinto pecado es la alianza de Peña con Televisa —mismo pecado de Fox, AMLO, Creel, Calderón, Ebrard y el gobernante que se quiera—, que catapultó su imagen. El sexto es la opacidad en la muerte de su primera esposa. El séptimo, su relación y futuro matrimonio con la actriz que encarnó a la popular Gaviota. Y el octavo, un aceptable desempeño en el ejercicio de gobierno. Esos pecados, en tanto aciertos políticos, tienen a Peña como el más popular, aventajado y controvertido presidenciable.
Hablar de su potencial llegada al poder desata pasiones, controversia y hasta insultos. Igual que cuando hablar de Cárdenas, Clouthier, Marcos, Colosio, Fox y AMLO era pretexto para lapidar al mensajero.
EN EL CAMINO Sí, Beatriz Paredes también miente. En 2006 el PRI se alió al PAN en Chiapas para derrotar a Sabines. La misma porquería. (Tomado de El Universal / 25 enero 2010).)
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