CLAROSCUROS
Por José Luis Ortega Vidal
(1)
El 29 de julio del 2011, en Coatzacoalcos, se hincó para
orar en voz alta ante un improvisado altar y pidió “perdón a los zetas y a
todos los hermanos a los que hemos fallado”.
“Son víctimas de una sociedad enferma que no supo darles
apoyo, que no supo darles valores”, afirmó.
El sacerdote incómodo, el cura rebelde de la Diócesis de
Tehuantepec; Alejandro -el magno líder espiritual de los centroamericanos y
mexicanos marchitos- hacía una parada en la caminata por los desaparecidos.
Por otros desaparecidos…
Por más desaparecidos en un país donde ser borrado es cosa
de todos los días…
Donde dejar de ser - incluso- una estadística, resulta tema
común.
Madres y hermanos –retratos en ristre- recorrían México
preguntando por los que partieron en búsqueda de trabajo, ilusionados,
esperanzados, responsabilizados de sí mismos o de esposas, hijos, familias que
en Centroamérica y en las zonas urbanas y rurales pobres de México observan en
la migración una puerta de salida ante el olvido.
(2)
El perdón a los zetas, uno de los grupos más sanguinarios del crimen organizado mexicano causó furor.
Protagónico, lo llamaron.
Payaso, le dijeron.
El sacerdote llamó la atención y fue secundado por
feligreses que lo siguen o se acuerpan bajo su sombra profundamente mediática,
dirían cronistas y columnistas.
Antes, entre enero y mayo del mismo 2011, Alejandro
Solalinde Guerra definió a Veracruz como el cementerio de migrantes más grande
de México.
Sus declaraciones se reprodujeron a nivel nacional e
internacional.
Sacudió tripas, una vez más, de la gente en el poder.
Los políticos, prestos, respondieron una y otra vez que eran
inventos del cura considerado tras bambalinas –y por decir lo menos- un
“castroso”; izquierdista trasnochado; representante de los más oscuros
intereses en la búsqueda del propio poder al que tanto critica.
Ocurrió, empero, que aparecieron fosas clandestinas en
varios puntos del Sur de Veracruz.
La más notable una con 28 cadáveres en Tres Valles, sobre
cuenca del Papaloapan, ubicada el 18 de junio del 2014 y reconocida
oficialmente.
Otras que se registran como parte del trabajo periodístico
de investigación –escaso pero existente- que raros ejemplares reporteriles
desarrollan en territorio jarocho pero que no son admitidas por los
representantes de las instituciones.
Se corrobora que en México, hoy en día, se pierde la
categoría de estadística e incluso se agota el derecho a formar parte de un
argumento.
Hay gente que en nuestro país simplemente desaparece, se va,
se esfuma, muere, deja de ser y cuando la gente que le quiso dice adiós a su
paso terrenal se lleva incluso su recuerdo.
Caso sin precedente en la historia de México: somos un país
donde ya no se nos quiere ni en calidad de fantasma.
Para las declaraciones políticas, esa gente no existió, ni
desapareció, ni nada.
Para las estadísticas oficiales, esas personas no aparecen
ni en calidad de número y por tanto no pueden ser una suma y tampoco una resta.
Ante la aparición de fosas y el escándalo mundial por la
violación sistemática de los derechos humanos de migrantes incluso se crearon
mecanismos para cerrar el paso a “la bestia”, el transporte de los migrantes
pobres, antes que generar los empleos y el desarrollo económico que los
mantendría en sus lugares de origen.
Ha sido como vestir de seda a la mona de la migración,
aunque la mona migratoria -al final- mona se queda.
(3)
Desde la semana pasada Alejandro Solalinde Guerra, el padre
de Ixtepec, Oaxaca, el promotor del albergue que salva vidas y da alimentos aún
contra las órdenes obispales, ha vuelto a las andadas.
Afirmó contar con datos -proporcionados por testigos- que ubican
a los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, muertos.
Los quemaron vivos, algunos ya estaban muertos cuando los
convirtieron en una pira humana, pero otros aún estaban vivos, dijo Solalinde.
Algunos medios a nivel nacional recogieron sus palabras.
Otros aguardaron.
La PGR reaccionó, sus voceros dijeron que lo llamarían a
declarar.
El padre incómodo del poder político y eclesiástico
respondió que iría con gusto ante los fiscales.
Ayer, lunes 20 de octubre, la noticia ha tomado fuerza.
Solalinde ha venido declarando que en Los Pinos y en la PGR
lo saben todo pero visten la tragedia de los normalistas con el traje político
más cómodo, el que disminuya –hasta donde sea posible- los daños colaterales
para el grupo en el poder.
Solalinde será llamado a declarar ante la PGR y el luchador
por los derechos humanos irá.
Quizá dará a la PGR datos, versiones, que la Procuraduría no
tiene.
Tal vez no.
Es probable que Solalinde les diga lo que ya saben.
Estamos, en todo caso, ante la posibilidad de que simple,
llana y cruelmente el caso de los normalistas desaparecidos, salga del misterio
en el que se envuelve por afanes políticos y económicos ya referidos por el
propio Alejandro Solalinde y por el sentido común.
(4)
Todos deseamos que los muchachos estén vivos.
Dios quiera y Solalinde esté equivocado.
Que sus fuentes le hayan mentido.
¡Que los muchachos de Ayotzinapa aparezcan y vuelvan a sus
clases y que se conviertan en maestros y un día platiquen a sus hijos y a sus
nietos y a sus alumnos los detalles de la pesadilla que vivieron y que no se le
desea a nadie!
Alejandro Solalinde: porfavor, en esta ocasión, a diferencia
de las previas, dinos que te has equivocado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario