Déjame que te cuente…
Por Sergio M. Trejo González
“Sin Judas no hubiera habido cristianismo", dicen que
dijo un profesor universitario. Leloup, políglota, capaz de leer el griego
antiguo, el latín y el copto, esa lengua utilizada por los egipcios de los
primeros siglos de nuestra era.
Pertenezco a una generación de cuándo: Trabajabas para el
PRI o andabas de “perra flaca”, dicho esto con todo respeto a las mastines
famélicas. Esas fueron las perspectivas primarias de mi camino laboral, que
pronto entroncó por las actividades políticas y el servicio público, sin
perjuicio de continuar litigando para ganarme la vida, honradamente.
Era verdaderamente ofensiva la manera de competencia que se
daba entre los partidos políticos. Imparcialidad, ventaja, desproporción,
superioridad y prepotencia.
“SOY INSTITUCIONAL”, dicen ahora los que, en aquellos
tiempos fueron llamados chaqueteros y ahora se les denomina chapulines, entre
otras cualidades y gracias… e idoneidad.
Ahora vemos con mayor familiaridad, con el paso de los
primeros días, como los comodines políticos surgen y se adaptan, sin pudor y
hasta con talento natural.
No me sorprende ni me extraña, simplemente lo subrayo porque
vi, miré, observé y me divertía, como hoy y ahora, aquellos que hace un mes se
desgarraban las vestiduras, buscando un té de manzanilla para curar el dolor de
la pancita, por berrinche que le hacían pasar al ex alcalde; porque le
señalaban las travesuras y ocurrencias de andar desvalijando, perdón:
desocupando, el palacio, llevándose hasta las mariposas de la instalación
eléctrica. Sacando pues, los ediles, lo que se pudo, sin ningún recato y sin
ningún decoro.
Los chismes, dimes y diretes, las declaraciones de los
propios correligionarios y el fuego amigo, son elementos que se atenúan o que
se recrudecen, dependiendo de tiempos y de circunstancias. Puede parecer
incomprensible, pero así es el juego del Poder, hasta dentro de la misma casa.
Así podemos escuchar a miembros de un mismo partido político, de una iglesia,
de una asociación, hacer crítica y/o defensa, desmedida de sus líderes y de sus
instituciones.
Empecemos por el principio: Las instituciones han sido
creadas por el hombre y buscan trascender más allá del individuo y sus
proyectos personales. Se ha dicho, y dicho bien, que el individuo desaparece,
pero mientras tanto, las instituciones prevalecen.
Las instituciones no son un lugar. No ocupan un espacio.
Entonces ¿Qué son?
La palabra tiene origen etimológico en institutio, en latín:
Educación. En el libro Principios de Ciencias Políticas, Pablo Lucas Verdú,
Doctor en Derecho por las Universidades de Madrid y Bolonia, expone la
definición de Institución como “la consolidación permanente, uniforme y
sistemática de usos, conductas e ideas con medios e instrumentos que aseguran
su control y el cumplimiento de su función social".
Las instituciones no fracasan. Fracasan quienes hacen uso
indebido de ellas, las manipulan y desvían sus objetivos para satisfacer sus
propios intereses.
¿Qué implica SER INSTITUCIONAL?
Esa es la cuestión. No debe representar más esfuerzo que el
anteponer los intereses, objetivos, programas, anhelos, de la institución, a
los personales.
O sea que, ¿Si la institución cambia de rumbo u objetivos,
debo de señalar públicamente sus errores?
Si, y es aquí donde se generan las divergencias:
Existen personas que han impulsado la creación de
instituciones y, al transcurrir el tiempo, se aferran de tal manera a ellas,
que trastocan sus fines para mantenerse en el liderazgo, a la cabeza de las
mismas, rompiendo inclusive con los estatutos, normas, reglamentos, de la propia
institución.
Hay más.
La ambición, muchos buscan dirigir los destinos de una
institución para tener el poder, el dinero o ambas cosas, que les da el
privilegio de encabezarlas.
Porque aquí hay que apuntar que una “institución” que nació
para beneficio personal de sus creadores ¡No es una verdadera institución!
Esto va en contra de la definición y de las características
mencionadas. Esto suele, coincidentemente y casualmente, suceder con los
partidos políticos, las iglesias y otras organizaciones institucionales.
He leído: “Cuando trabajes para alguien o para alguna
institución, sé leal, fiel y respetuoso mientras permanezcas ahí” para que
logres portar, con orgullo, el nombre de miembro o parte de esa familia.
La ropa sucia se lava en casa, dice el refrán. Esto es, que
las críticas y quejas se deben manejar dentro de la propia institución, no
andar regando por todos lados los defectos de los líderes o directivos de la
institución. Eso se confunde muy fácilmente con andar de tapadera, alcachofa o
cómplice.
Aquí la situación es y el problema puede surgir, cuando
ciertas políticos, halagadores y serviles, se miran favorecidos por el dedazo y
la oportunidad sin existir principios ni valores, sociales, no hay conciencia
social ni espíritu de clase. La intención y el deseo personal de quienes se
escudan en la frase:
“Soy institucional”.
Con que facilidad y cachaza, se puede cambiar de rumbo; si
los que la encabezan la llevan a otros derroteros, primero, lucha por recuperar
la misión que dio motivo a la institución; Más, si no lo logras, no hables mal
de ella ni de sus líderes mientras estés dentro de ella… ¿dejarla? ¡Ni madres!
pues no sólo la estarás desprestigiando sino que quedarás en evidencia que no
eres capaz ni de defenderla y, en cambio, si permaneces como parte de una
organización que perdió rumbo, tu seguirás cobrando ese sueldazo, que resulta
ser el verdadero objetivo y convicción de tolerar improvisaciones, ocurrencias
y barbaridades políticas. Además de colocar a más incondicionales en la nómina
para continuar de barberos en el ferrocarril de la revolución. Huelga entonces
señalar que si el rumbo se cubre de nepotismo o de amiguismo o de cualquiera de
las formas de corrupción, tú eres parte de esa corrupción.
¡Qué fácil es ser Institucional!
Fijémonos como ciertos gobiernos, dejan de cumplir con su
objetivo de beneficio colectivo, para satisfacer a los deseos de gente sin
escrúpulos y en busca del poder por el poder! Destruyen así la institución que
representan… las pudren.
Por eso: Bienvenidas las instituciones que cumplen con su
misión, por pocas que sean.
La próxima… hablamos del “gallus”, esa trompeta que se
utilizaba para llamar al cambio de guardia de los soldados romanos.
Recordemos, mientras tanto: “Él, le dijo: Pedro, te digo que
el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces”.
Lucas 22:34.
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