sábado, 20 de enero de 2018

Institucionalidad


Déjame que te cuente…

Por Sergio M. Trejo González

“Sin Judas no hubiera habido cristianismo", dicen que dijo un profesor universitario. Leloup, políglota, capaz de leer el griego antiguo, el latín y el copto, esa lengua utilizada por los egipcios de los primeros siglos de nuestra era.
Pertenezco a una generación de cuándo: Trabajabas para el PRI o andabas de “perra flaca”, dicho esto con todo respeto a las mastines famélicas. Esas fueron las perspectivas primarias de mi camino laboral, que pronto entroncó por las actividades políticas y el servicio público, sin perjuicio de continuar litigando para ganarme la vida, honradamente.
Era verdaderamente ofensiva la manera de competencia que se daba entre los partidos políticos. Imparcialidad, ventaja, desproporción, superioridad y prepotencia.
“SOY INSTITUCIONAL”, dicen ahora los que, en aquellos tiempos fueron llamados chaqueteros y ahora se les denomina chapulines, entre otras cualidades y gracias… e idoneidad.
Ahora vemos con mayor familiaridad, con el paso de los primeros días, como los comodines políticos surgen y se adaptan, sin pudor y hasta con talento natural.
No me sorprende ni me extraña, simplemente lo subrayo porque vi, miré, observé y me divertía, como hoy y ahora, aquellos que hace un mes se desgarraban las vestiduras, buscando un té de manzanilla para curar el dolor de la pancita, por berrinche que le hacían pasar al ex alcalde; porque le señalaban las travesuras y ocurrencias de andar desvalijando, perdón: desocupando, el palacio, llevándose hasta las mariposas de la instalación eléctrica. Sacando pues, los ediles, lo que se pudo, sin ningún recato y sin ningún decoro.
Los chismes, dimes y diretes, las declaraciones de los propios correligionarios y el fuego amigo, son elementos que se atenúan o que se recrudecen, dependiendo de tiempos y de circunstancias. Puede parecer incomprensible, pero así es el juego del Poder, hasta dentro de la misma casa. Así podemos escuchar a miembros de un mismo partido político, de una iglesia, de una asociación, hacer crítica y/o defensa, desmedida de sus líderes y de sus instituciones.
Empecemos por el principio: Las instituciones han sido creadas por el hombre y buscan trascender más allá del individuo y sus proyectos personales. Se ha dicho, y dicho bien, que el individuo desaparece, pero mientras tanto, las instituciones prevalecen.
Las instituciones no son un lugar. No ocupan un espacio.
Entonces ¿Qué son?
La palabra tiene origen etimológico en institutio, en latín: Educación. En el libro Principios de Ciencias Políticas, Pablo Lucas Verdú, Doctor en Derecho por las Universidades de Madrid y Bolonia, expone la definición de Institución como “la consolidación permanente, uniforme y sistemática de usos, conductas e ideas con medios e instrumentos que aseguran su control y el cumplimiento de su función social".
Las instituciones no fracasan. Fracasan quienes hacen uso indebido de ellas, las manipulan y desvían sus objetivos para satisfacer sus propios intereses.
¿Qué implica SER INSTITUCIONAL?
Esa es la cuestión. No debe representar más esfuerzo que el anteponer los intereses, objetivos, programas, anhelos, de la institución, a los personales.
O sea que, ¿Si la institución cambia de rumbo u objetivos, debo de señalar públicamente sus errores?
Si, y es aquí donde se generan las divergencias:
Existen personas que han impulsado la creación de instituciones y, al transcurrir el tiempo, se aferran de tal manera a ellas, que trastocan sus fines para mantenerse en el liderazgo, a la cabeza de las mismas, rompiendo inclusive con los estatutos, normas, reglamentos, de la propia institución.
Hay más.
La ambición, muchos buscan dirigir los destinos de una institución para tener el poder, el dinero o ambas cosas, que les da el privilegio de encabezarlas.
Porque aquí hay que apuntar que una “institución” que nació para beneficio personal de sus creadores ¡No es una verdadera institución!
Esto va en contra de la definición y de las características mencionadas. Esto suele, coincidentemente y casualmente, suceder con los partidos políticos, las iglesias y otras organizaciones institucionales.
He leído: “Cuando trabajes para alguien o para alguna institución, sé leal, fiel y respetuoso mientras permanezcas ahí” para que logres portar, con orgullo, el nombre de miembro o parte de esa familia.
La ropa sucia se lava en casa, dice el refrán. Esto es, que las críticas y quejas se deben manejar dentro de la propia institución, no andar regando por todos lados los defectos de los líderes o directivos de la institución. Eso se confunde muy fácilmente con andar de tapadera, alcachofa o cómplice.
Aquí la situación es y el problema puede surgir, cuando ciertas políticos, halagadores y serviles, se miran favorecidos por el dedazo y la oportunidad sin existir principios ni valores, sociales, no hay conciencia social ni espíritu de clase. La intención y el deseo personal de quienes se escudan en la frase:
“Soy institucional”.
Con que facilidad y cachaza, se puede cambiar de rumbo; si los que la encabezan la llevan a otros derroteros, primero, lucha por recuperar la misión que dio motivo a la institución; Más, si no lo logras, no hables mal de ella ni de sus líderes mientras estés dentro de ella… ¿dejarla? ¡Ni madres! pues no sólo la estarás desprestigiando sino que quedarás en evidencia que no eres capaz ni de defenderla y, en cambio, si permaneces como parte de una organización que perdió rumbo, tu seguirás cobrando ese sueldazo, que resulta ser el verdadero objetivo y convicción de tolerar improvisaciones, ocurrencias y barbaridades políticas. Además de colocar a más incondicionales en la nómina para continuar de barberos en el ferrocarril de la revolución. Huelga entonces señalar que si el rumbo se cubre de nepotismo o de amiguismo o de cualquiera de las formas de corrupción, tú eres parte de esa corrupción.
¡Qué fácil es ser Institucional!
Fijémonos como ciertos gobiernos, dejan de cumplir con su objetivo de beneficio colectivo, para satisfacer a los deseos de gente sin escrúpulos y en busca del poder por el poder! Destruyen así la institución que representan… las pudren.
Por eso: Bienvenidas las instituciones que cumplen con su misión, por pocas que sean.
La próxima… hablamos del “gallus”, esa trompeta que se utilizaba para llamar al cambio de guardia de los soldados romanos.
Recordemos, mientras tanto: “Él, le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces”.
Lucas 22:34.

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