*** Expertos señalan que al
menos 25 por ciento de las sustancias utilizadas en las distintas mezclas de
perforación pueden causar cáncer y mutaciones.
Ciudad de México, 10 de
julio, 2015.- (SinEmbargo).-
El “boom” del fracking en México puede estar más
cerca de lo que se piensa. Numerosos pozos son perforados ya en México, dice
hoy un análisis del portal estadounidense especializado en energía OilPrice y
firmado por Michael McDonald, doctor en finanzas.
De hecho, de acuerdo con la
información dada a conocer, Coahuila, Nuevo León, Puebla, Tabasco, Tamaulipas y
Veracruz ya están desarrollando fracking. Los estados que más pozos tienen ya
en funcionamiento son Veracruz, con 349, y Puebla, 233. Le sigue Nuevo León con
182 y luego el resto.
Como era de esperarse, dice
OilPrice, dado el estado de los precios del petróleo y los recursos que México
tiene a su disposición, hasta el momento el fracking aparece concentrado en el
gas natural, en lugar del crudo.
De acuerdo con datos de la
organización no gubernamental Cartocrítica, el fracking se está expandiendo en
silencio en México, de forma no regulada y envuelto en la opacidad.
La organización asegura que
al menos 924 pozos han sido perforados en seis de los 32 estados del país,
incluyendo 349 de ellos en Veracruz.
Pero en 2010, el estudio
“Proyecto Petróleo Terciario del Golfo. Recomendaciones y primera revisión”,
realizado por la Secretaría de Energía (SENER) y la Comisión Nacional de
Hidrocarburos situaron el número de pozos perforados mediante la técnica de
fracking en mil 323 tan sólo en Veracruz y el estado de Puebla.
En el estado nororiental de
Tamaulipas se han perforado 100 pozos, de acuerdo con Ruth Roux, director del
Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad Autónoma de Tamaulipas
(UAT). Además, se encontró que los agricultores que han cedidos terrenos para
fracking, no sabían nada acerca de la técnica o de sus efectos.
Cada pozo requiere de nueve
a 29 millones de litros de agua. Y el fracking utiliza 750 sustancias químicas
diferentes, algunos de los cuales son perjudiciales para la salud y el medio
ambiente, de acuerdo con las organizaciones ambientales y académicos en los
Estados Unidos.
La Administración de
Información de Energía de Estados Unidos (EIA) puso a México en el sexto lugar
en el mundo para extraer gas shale (o gas de esquisto, gas pizarra),
técnicamente recuperable, por detrás de China, Argentina, Argelia, Estados
Unidos y Canadá, con base en el análisis de 137 depósitos en 42 países.
La industria considera que
el desarrollo del gas shale es estratégicamente necesaria para mantener los
niveles de producción, que en abril se situó en 6.2 mil millones de pies
cúbicos por día.
Por el año 2026, según las
proyecciones de Pemex, el país estará produciendo 11 mil millones de pies
cúbicos de gas, el 45 por ciento de los cuales provienen de los depósitos no
convencionales. Pemex ha identificado cinco cuencas ricas en gas shale en 11
estados.
El problema es que la
mayoría de la población desconoce el tema, no sabe lo que es el fracking y
existe poca preocupación por el tema porque todavía no es visible, debido a que
falta mucha información al respecto.
De acuerdo con datos de la
Alianza Mexicana contra el fracking el petróleo y gas natural que se encuentran
atrapados en los poros de formaciones rocosas poco permeables denominadas
lutitas bituminosas situadas en el subsuelo. Suelen encontrase a profundidades
de entre mil y cinco mil metros.
Debido a la baja
permeabilidad de las lutitas, la extracción de los hidrocarburos requiere la
utilización de la fracturación hidráulica o fracking. Esta técnica parte de la
perforación de un pozo vertical hasta alcanzar la formación que contiene gas o
petróleo. Seguidamente, se realizan una serie de perforaciones horizontales en
la lutita, que pueden extenderse por varios kilómetros en diversas direcciones.
A través de estos pozos
horizontales se fractura la roca con la inyección de una mezcla de agua, arena
y sustancias químicas a elevada presión que fuerza el flujo y salida de los
hidrocarburos de los poros. Pero este flujo disminuye muy pronto, por lo cual
es necesario perforar nuevos pozos para mantener la producción de los
yacimientos. Por este motivo, la fracturación hidráulica conlleva la ocupación
de vastas extensiones de territorio.
LOS INVERSIONISTAS
A pesar de que las
consecuencias de la debacle griega sigue “martillando” los precios del
petróleo, los inversores deben de estar en la búsqueda de oportunidades de
futuro de la industria, afirma McDonald.
Para ello México es un país que
ha generado un gran interés entre las empresas de energía y los inversores,
indica el análisis. “Ahora, como vecino del sur de los Estados Unidos se mueve
para dar un nuevo impulso a su industria energética, los avances tecnológicos
estadounidenses parecen estar moviéndose hacia el sur”.
“El punto importante es que
el uso de la tecnología a gran escala sugiere una nueva oportunidad para los
inversores”, afirma el análisis.
El fracking requiere un
conjunto muy especializado de habilidades y un gasto de capital
consistentemente significativo, dadas las tasas de declive sustancial en esos
pozos.
Esto, combinado con las
nuevas necesidades de infraestructura, crea algunas posibilidades interesantes
para las ganancias en las empresas en el espacio, señala el portal
especializado OilPrice.
Sin embargo, el fracking en
México es un tema muy controvertido, al igual que la reforma del sector
energético. La escasez de agua en México, por ejemplo, puede limitar la
capacidad del país para participar en fracking a largo plazo.
En muchos aspectos, estos
desafíos crean oportunidades para empresas como Halliburton y Schlumberger, las
cuales tienen ventajas técnicas sobre los operadores más pequeños, señala el
análisis de McDonald.
Del mismo modo las
oportunidades para el fracking en alta mar en el Golfo de México, una hazaña
tecnológicamente desafiante, ofrece también nuevas oportunidades de negocio
para las grandes empresas de servicios.
La industria del petróleo y
gas en México está dominado por el gigante estatal Petróleos Mexicanos, y
mientras que el Estado puede renunciar a un cierto control sobre la industria,
los inversores no deben esperar que el dominio de Pemex en el mercado vaya a
“evaporarse” del día a la noche, asegura OilPrice.
Pemex parece estar muy
interesado en oportunidades de fracking, pero con potenciales manifestaciones
dadas las preocupaciones ambientales y la escasez de agua locales, la compañía
está limitando su participación en este aspecto, indica el análisis.
“Además, los socios locales
que entienden el país y que tienen influencia política, serán la clave para
cualquier proyecto de inversión. Por esa razón, los principales administradores
como HAL SLB son buenas opciones”.
Del mismo modo, Kansas City
Southern (KSU) es una empresa que se encuentra muy bien posicionada para
beneficiarse de una economía mexicana “mejorada”, sobre todo en el sector
energético.
Los beneficios de los
ferrocarriles que la empresa posee, más del aumento del comercio entre el norte
y el sur, aunado a cualquier aumento de la producción petrolera mexicana,
probablemente conducirá a una mayor movimiento de crudo a través de las vías
ferroviarias.
Además, cualquier aumento
dramático en la producción de gas natural como consecuencia del fracking
probablemente daría lugar a necesidades de importación de infraestructura
importantes para México, y una mayor producción de manufacturas en todo el
país, asegura OilPrice en su análisis.
Blackrock, Goldman Sachs, y
alternativas potenciales como Blackstone (BX) y Apolo (APO), pueden llegar a
ser importantes inversores en grandes proyectos energéticos en todo el país
durante los próximos años, asegura el portal especializado.
IMPACTOS SOCIOAMBIENTALES
La fracturación de un solo
pozo requiere entre 9 y 29 millones de litros de agua. El ritmo de explotación
anual de 9 mil nuevos pozos en Estados Unidos que se pretende exportar a México
supondría un volumen de agua equivalente al necesario para cubrir el consumo doméstico
(100lts/pers/día) de entre 1.8 y 7.2 millones de personas en un año.
Ello acarreará la
disminución de la cantidad de agua disponible, lo que pondría en peligro los
ecosistemas y la realización del derecho humano al agua y a la alimentación en
estados como Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, regiones donde esta actividad
ya se está realizando, la disponibilidad de agua es limitada al tratarse de
regiones con alto estrés hídrico (donde la demanda es mayor a la
disponibilidad).
En Estados Unidos existen
más de 1,000 casos documentados de contaminación de fuentes de agua
relacionados con el uso de la fracturación hidráulica. Se han identificado 750
tipos diferentes de productos químicos en los fluidos de fracturación
analizados, entre ellos sustancias de gran toxicidad como el metanol, benceno,
tolueno, etilbenceno y xileno.
Además, el agua de desecho
conocida como agua de retorno no sólo contiene los químicos y la arena que
originalmente se introdujeron, sino también metales pesados, hidrocarburos e
incluso materiales radioactivos, como el radón, que se encuentran en el
subsuelo.
A la fecha, no existe
tratamiento efectivo para la misma, dejando el agua inutilizable para otros
usos y fuera del ciclo hidrológico. Para su manejo se busca aislarla e inyectarla
en pozos letrina, pero no es una solución ya que se ha comprobado que estos
pozos filtran y se han contaminado acuíferos enteros (ejemplo: California,
Estados Unidos).
Los expertos señalan que al
menos 25 por ciento de las sustancias utilizadas en las distintas mezclas de
perforación pueden causar cáncer y mutaciones, 37 por ciento afectar al sistema
endocrino, 40 por ciento provocar alergias y 50 por ciento dañar el sistema
nervioso. Los pozos de agua potable que abastecen a la población situados en cercanías
de las zonas donde se aplica la fracturación hidráulica tienen altos niveles de
metano y sustancias cancerígenas y neurotóxicas.
Por otro lado, la población
que habita cerca de los pozos tiene 66 por ciento de probabilidad de padecer
cáncer asociado a la contaminación atmosférica. Igualmente, la toxicidad y los
riesgos de accidentes asociados a esta actividad repercute en la salud y la
vida de las y los trabajadores de la industria.
El 90 por ciento de las
emisiones en el proceso de obtención del gas es metano (CH4), aunque también se
emite dióxido de azufre (SO2), óxido de nitrógeno (NO) y compuestos orgánicos
volátiles. Aunque la quema del gas natural emite menos dióxido de carbono (CO2)
que otros hidrocarburos, el proceso completo de su explotación contribuye en
mayor medida a la aceleración del cambio climático debido a las fugas de metano
producidas durante su extracción.
Estas emisiones pueden
alcanzar 8 por ciento de la producción total de un pozo, es decir, 30 por
ciento más que en los proyectos de gas convencionales. El metano es un gas de
efecto invernadero con un potencial de calentamiento 25 veces superior al CO2
en el corto plazo, por lo que en 20 años el impacto de la extracción de gas de
lutitas sobre el cambio climático puede superar en 20 por ciento el del carbón.
Debido al deterioro
ambiental que provoca, la explotación del gas de lutitas es incompatible con
otras actividades económicas como la ganadería, la agricultura y el turismo. A
ello se suma el deterioro de la infraestructura carretera por el impacto de los
250 viajes diarios por pozo de camiones de gran tonelaje, así como la
proliferación de sismos que se ha vinculado al efecto que tienen los pozos
letrina en las placas tectónicas. Todo ello afecta calidad de vida, salud y
tranquilidad de las poblaciones.
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