LAS LETRAS DE EVA
Eva López Robinson
Jugar fue un deleite cuando niña;
emplear la fantasía transformando el mundo real en un cuento de hadas, era como
escribir con un bolígrafo mágico, dibujar todo aquello que danzaba en la
pequeña mente, dándole vida… Pero la realidad cruda de la pobreza, la severa
austeridad en un hogar donde al juego se
le llamaba lujo, lastimaba el alma, por eso el refugiarme en la magia de mis
sueños y aceptar lo poco que tenía entre mis manos del mundo verdadero… como
aquellas muñecas que mamá nos hacía, con cabezas de medias rellenas de pochote
y cabellos de estambre, sobre el frágil cuerpo de una botella que prestaba
generosa su cuello para que fuera atado aquel rostro que pretendía sonreír…
Seis de enero. Escribía mis
cartitas sin respuestas. Rodaban lágrimas desde mis tristes ojos que admiraban
las muñecas de mis primas, los lindos vestidos y zapatos, los juegos de té.
Alguna vez recibí unos pequeños trastes de barro, hechos en Oaxaca, diminutas
cazuelitas o jarritos que vendían en el mercado Miguel Alemán y que llevó mi
hermano Román con mucho cariño después de ver el mar de llanto que brotaba en
mí… Y me preguntaba por qué tanto infortunio, por qué yo…
Pero, decía que mi refugio era la
magia de mis sueños. Yo sólo quería una muñequita, no de “carne” como las de
moda, una sencilla, de pasta dura, para jugar a la mamá, sentada en la mecedora
de cedro, único mueble del algún valor, dentro de la casa… Y un día… surgió
cual ángel una dama miembro del entonces naciente Club de Leones. Doña Carmen
Ortiz de Mayo, esposa del famoso comerciante Florencio Mayo, “El Negro Mayo”… Era mi vecina, mujer hermosa y además amable,
muy llevadera. Me regaló un boleto y ella misma, en el parque Juárez, me
entregó a cambio una muñequita maravillosa, de pasta, con una linda carita y un
lazo rosa en su rígida cabecita… Fui tan feliz que ese regalo borró todos los
sinsabores pasados, amé aquel juguete como el más valioso tesoro, por muchos
años, hasta el día que cerré el capítulo de juegos y sueños infantiles.
No olvidaré nunca, un rostro tan
feliz como el mío aquel día de Reyes, el de otra niña que anhelaba una muñeca; no había para comprarla y los magos pasaron de largo, o ella así lo
sentía, me vi nuevamente en esa chiquilla, saqué mi muñeca cuidadosamente
guardada y se la entregué; era tiempo de cumplir otros sueños y sonreír
emocionada ante la felicidad de la pequeña madrecita que giró alegremente
apretando en sus brazos la figurilla, y corrió a celebrar un maravilloso día…
Hoy sólo pediría, no seamos
indiferentes a los sueños infantiles cuya realización cambia a veces
radicalmente sus vidas… Por favor, amigo lector, abre bien los ojos y ve si
puedes convertirte en un Rey Mago, llevando alegría con un juguete, al hijo de
padres que no cuentan en sus bolsillos con monedas suficientes para sembrar una
sonrisa en el rostro y corazón de sus pequeños… Es tiempo de ser generosos y
contribuir a que el mundo cambie a través de nuestras buenas actitudes… Dios
los bendiga.
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