Lo imaginó hace muchos años
Carlos Hank González y lo anuncia ahora su heredero natural, Enrique
Peña Nieto, quien alcanzó el sueño que ninguno de los integrantes del
Grupo Atlacomulco había logrado: llegar a la Presidencia de la
República. Sus impulsores se refieren a él como un “aeropuerto épico”,
pero lo cierto es que el gran proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad
de México será un filón de ingresos multimillonarios lo mismo para
firmas extranjeras que para magnates nacionales y de poder político
para funcionarios que se irán colgando de él. Más allá de la cauda de
corrupción y de los conflictos sociales que puede traer, la iniciativa,
que venía tramándose en el hermetismo desde casi dos años atrás, anuncia
bonanza para los cercanos al grupo en el poder.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Negociado
con absoluto hermetismo los últimos 20 meses, el proyecto del nuevo
Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México es transexenal, pues
viene desde la época de Ernesto Zedillo. El anuncio presidencial del
miércoles 3 confirmó el plan de negocios imaginado por Carlos Hank
González, el patriarca del Grupo Altacomulco, que ahora emprenderá su
paisano Enrique Peña Nieto en lo que fuera el lago de Texcoco.
Junto con la terminal de seis pistas –a
construirse en 50 años– y la inversión hidrológica para darle
sustentabilidad al oriente del Valle de México, vendrán los grandes
negocios de transporte, inmobiliarios, turísticos y de servicios, pese a
las resistencias de grupos sociales y dudas por el impacto ambiental y
social que generará la obra.
Desde enero de 2000, al final del
sexenio de Zedillo, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT)
ya tenía un estudio preliminar sobre la ampliación de la terminal aérea
de la Ciudad de México y todo estaba orientado hacia un sitio: la cuenca
de lo que fuera el lago de Texcoco, con un costo de más de 10 mil
millones de dólares de esa época (Proceso1275).
El gobierno zedillista pospuso la
decisión por las implicaciones políticas que ésta tendría. Su sucesor,
el panista Vicente Fox, lanzó una convocatoria en la cual se plantearon
dos opciones: Tizayuca, en Hidalgo, y Texcoco, en el Estado de México.
Ganó la segunda, pero nunca se concretó por los problemas derivados del
conflicto con los comuneros de San Salvador Atenco.
Ahora, por tercera vez, desde la
Presidencia de la República, el grupo político y financiero mexiquense
presentó un magno proyecto, considerado el más importante en
infraestructura de todo el sexenio. Su costo total será de 169 mil
millones de pesos, de los cuales 120 mil millones serán para la
construcción de la infraestructura aeroportuaria (terminal, torre de
control, pistas e instalaciones auxiliares).
Cuando termine la gestión de Peña Nieto,
sólo estarán terminadas dos o tres pistas. Sus promotores sostienen que
se trata de un proyecto transexenal que se terminará en 50 años y será
edificado en una superficie de 4 mil 600 de las 12 mil 500 hectáreas de
reserva ecológica en los terrenos federales contiguos a las actuales
terminales 1 y 2; pero sobre todo insisten en que se tratará de un
“aeropuerto verde” y “de clase mundial”.
(Fragmento del reportaje que se publica en la revista Proceso 1975, ya en circulación)
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